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La necesaria cura de humildad para el bocazas de Ataman

La necesaria cura de humildad para el bocazas de Ataman
Alemania ganó el Eurobasket de forma brillante. Ganó todos los encuentros de la competición y batió a Turquía en la final (88-83). Parecía que la selección de Ergin Ataman tenía el partido en el bolsillo pero la remontada final alemana, con música de Wagner, letra de Schröder y argumento de Bonga (4 de 4 en triples) hizo que los teutones se proclamaran campeones de Europa. En su banquillo, el catalán Àlex Mumbrú se ha coronado sin poder dirigir al equipo, achuchado por la salud. En el otro banco, el bocazas de Ataman se vuelve a casa sin título y con una gran cura de humildad. Él mismo, en la rueda de prensa posterior a la derrota, admitió que en estos días de Eurobasket había hablado de más. Tiene razón. En la víspera de la final, en un ejercicio de inmodestia poco habitual en el deporte de élite, Ataman se erigió como el mejor entrenador de la década y el hombre que había cambiado el baloncesto. Está claro que no tiene abuela. Nadie duda de su calidad como entrenador, pero después de la final se tuvo que comer sus propias palabras con salsa amarga. Y quizá, no estuvo nada brillante como entrenador en los últimos minutos. Ni supo frenar al inspirado Schröder, ni planificó, a falta de 8 segundos y perdiendo de tres, un ataque para empatar. Tras tiempo muerto, la jugada entre Larkin y Sengun, con un intento triple al tuntún, dejó mucho que desear. Quizá sus jugadores llegaron muy cansados a ese final. Es fruto de jugar solo con 8 jugadores y darle 40 minutos a Osman, 38 a Larkin y 30 a Sengun, que solo se sentó por haber cometido tres faltas antes del descanso. Calabazas, pues, para el ‘coach’ menos querido de todos los que pasan por el Palau Blaugrana.

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