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Un cierto deterioro socialista

En definitiva, una metedura de pata sin paliativos que no habla precisamente bien de la calidad profesional del equipo directivo del PSOE, tanto si lo que ha fallado es su capacidad de vigilar los movimientos de Leire Díez o el diseño mismo de toda la operación El escándalo que ha protagonizado la militante socialista Leire Díez pierde fuerza a medida que pasan las horas. No hay nuevas revelaciones significativas al respecto, el PP no parece querer hacer más sangre con este asunto y, a menos de nuevas bombas informativas, ya solo se espera lo que vaya a hacer el PSOE para reducir al máximo posible los daños. De golpe, y cuando parecía que se iba a caer el mundo, lo que parecía un intento socialista de golpear a la UCO por su poco amistosa actuación hacia Pedro Sánchez, usando para ello a delincuentes de altura, parece que puede quedarse en nada o en muy poco. Pero el asunto podría tener implicaciones que no pueden quedar silenciadas. Es posible que nunca se sepa si las maniobras de Leire Díez fueron una iniciativa autónoma o si respondieron a instrucciones de dirigentes de su partido. Es decir, si la militante ofreció por su cuenta a empresarios acusados de fraudes multimillonarios a Hacienda una mediación con los fiscales que les acusan a fin de que éstos rebajaran sus peticiones de prisión, de decenas de años. A cambio, esos defraudadores debían revelar públicamente graves actuaciones ilegales de la UCO, la élite de investigadores de la Guardia Civil, que en el ambiente del gobierno se sospecha que puede haber filtrado a los medios grabaciones comprometedoras para miembros del gabinete y, en particular, para Pedro Sánchez. Si el enjuague llegaba a buen puerto, Leire Díez ofrecería ese resultado al PSOE, con la esperanza de ser premiada por su iniciativa. La otra versión es que la operación estaba diseñada desde un principio por algún miembro de la dirección socialista y Leire era una mera ejecutora de la misma. Sea cual sea la verdad, y caben opciones intermedias entre ambas versiones, la conclusión bastante obvia es que la iniciativa fue una chapuza desde el principio al fin. Que la operación fuera desmontada publicando unas grabaciones de conversaciones absolutamente comprometedoras entre Leire Díez y uno de los citados empresarios revela que sus autores no llegan ni a aficionados en estas materias. Porque parece bastante obvio que la UCO, superespecialista en estos menesteres, podía perfectamente detectar esas conversaciones, que esos empresarios estaban necesariamente en su objetivo y que la Unidad reaccionaría sin dudarlo mucho a ese intento de desprestigiarla. En definitiva, una metedura de pata sin paliativos que no habla precisamente bien de la calidad profesional del equipo directivo del PSOE, tanto si lo que ha fallado es su capacidad de vigilar los movimientos de Leire Díez o el diseño mismo de toda la operación. Detrás de ese despropósito aparece la hipótesis, que no pocos sostienen, de que en la UCO, una entidad estratégica para la acción del Gobierno, hay elementos no sólo claramente alineados con la oposición de derechas o con la ultraderecha sino activos en acciones contra el gobierno de izquierda. Puede que el escándalo de Leire Díez les haya hecho sentirse reforzados en sus posiciones. Y la minicrisis que en esos mismos días ha sufrido la cúpula del inisterio del Interior se ha venido a añadir negativamente a esa suposición. En efecto, el número dos del mismo y mano derecha del ministro Marlaska ha dimitido aduciendo razones personales que suenan a desacuerdos con la gestión de su superior o a cansancio de hacer frente a crisis sucesivas en el ministerio. El conjunto de noticias o de rumores en ese ámbito que se han acumulado en los últimos días no habla precisamente de solidez del gobierno en uno de sus ámbitos principales. Cabe esperar que Pedro Sánchez reaccione con la contundencia necesaria para restablecer la normalidad y la buena marcha del Gobierno, so pena de que si no lo hace bien, y no es fácil, pueda perder el control de la situación. Lo que llama la atención es que Alberto Núñez Feijóo y el PP hayan dejado de lado, al menos por ahora, el escándalo y todo lo que con el mismo se relaciona. Caben unas cuantas hipótesis para explicarlo, pero no hay datos para sostener unas u otras. Lo cierto es que el líder del PP se ha lanzado ahora por otro camino bien distinto. Ha vuelto al vicio de convocar una manifestación con poco más de una semana de antelación, lo cual es garantía casi segura de fracaso, y al tiempo no se le ha ocurrido otra cosa que pedir a los socios parlamentarios del PSOE que apoyen una moción de censura contra Sánchez. El PNV y Esquerra se han apresurado en decirle que no cuente con ellos, José María Aznar se ha mostrado en contra de la iniciativa, pero, lo que es peor para Feijóo, Puigdemont y Junts acaban de expresar su profunda irritación por el hecho de que el PP haya contribuido significativamente a que la Unión Europea no haya aprobado, por ahora, la oficialidad del catalán. ¿Compensan esos fracasos del PP las citadas meteduras de pata del PSOE? Quien sabe. En todo caso Feijóo ha completado la faena acercándose aún más a Vox cuando ha dicho que si él gobierna legislará para devolver a sus países del origen “a quienes incumplan los valores que se exigen a cualquier español”. Y la cosa ha pasado casi desapercibida.

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