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Y Ayuso celebró su gran día

Y Ayuso celebró su gran día
Isabel Díaz Ayuso, dueña y señora de un proyecto de metrópolis hipertrofiada, celebró su día el pasado 2 de mayo. Afortunadamente para todos, ni Ayuso es Madrid ni Madrid es España Si quisiéramos (y algunos quieren) trasladar el trumpismo a nuestro país, cabría suponer que a Santiago Abascal le correspondería liderar un movimiento MAGA a la española, armado con su retórica comunicativa, sus ansias de revancha y una acción política consistente en moverse rápido, golpear primero y jamás reconocer el error. Sin embargo, Abascal es demasiado rancio, demasiado lento y demasiado vago para representar ese papel, y ha dejado que le robe el libreto la presidenta de la Comunidad de Madrid, a la que el trumpismo le va como anillo al dedo.  En Madrid todo sucede a mayor gloria de su lideresa, como en la América de Trump, y así fue el pasado 2 de mayo, una jornada festiva lluviosa que no empañó el absoluto protagonismo de Isabel Díaz Ayuso, vestida con los colores de la bandera y vitoreada por sus seguidores cada vez que trepaba al atril. Me extrañó que no se vendieran gorras y merchandising ayusistas en la Puerta del Sol porque el diseño del evento era el de un acto de campaña o el de una fiesta de cumpleaños, o una mezcla de ambos, no el de la conmemoración del levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses. Como Trump, Ayuso parecía una líder fácil de caricaturizar, una fuente inagotable de ocurrencias, dueña de un gatillo fácil y más que dispuesta a usar el insulto, la mentira y el troleo como armas políticas. Y como le ocurre a Trump, la gran fortaleza de Ayuso es el efecto que causa en nosotros, la forma en que sus declaraciones absurdas y polarizantes se materializan en titulares absurdos y polarizantes que reverberan en nuestro cerebro antes de irse por el sumidero cognitivo de cosas que no somos capaces de confrontar con eficacia. El poder de Ayuso es la parálisis que provoca en el contrario y su capacidad para vertebrar un movimiento compacto siempre al ataque contra el gobierno central que ha colonizado su propio partido. Aquí Feijóo ya no pinta nada, y ha decidido morir abrazado al desastre de Mazón. Ayuso, más que nunca, reina sobre la derecha española, ética y estéticamente.  Hasta su obsesión de utilizar al ejército como figurante de una corte diseñada a su medida tiene ecos trumpistas: una de las quejas recurrentes de Trump es que el Pentágono no le dejó organizar un desfile militar en Washington durante su primer mandato. “Eso es una ocurrencia de dictadores”, le dijo el general Paul Joseph Selva, entonces uno de los peces gordos del Estado Mayor y hoy, por supuesto, retirado. Parece que el presidente cumplirá este año su capricho, y ya se está organizando un desfile militar para conmemorar el 250 aniversario del ejército de EEUU, fecha que casual y felizmente coincide con el 79 cumpleaños de Trump. Aquí estamos, con Trump en la Casa Blanca y con una Ayuso imbatible en la comunidad que acoge la villa, la corte y la mayor concentración de poder político, económico, judicial y mediático de España. En un discurso que puede calificarse de muchas formas pero jamás de conciliador, la presidenta se refirió al apagón, y me pareció adecuado, porque dos de cada tres noticias, crónicas y tertulias que hablaban sobre el lunes que nos fuimos a cero tenían como protagonista ese agujero negro de la atención nacional que es Madrid. Ayuso es la mejor comercial de un Madrid DF de éxito que amenaza con comerse a los madrileños y reemplazarlos por rentistas y capital extranjero. El despotismo castizo ayusista combina el etnomadrileñismo y el neoliberalismo que desprecia lo público y glorifica lo individual y que convierte vivir “a la madrileña” en un eslogan vacío que oculta la desigualdad detrás de una falsa libertad de estilo de vida. Isabel Díaz Ayuso, dueña y señora de un proyecto de metrópolis hipertrofiada, celebró su día el pasado 2 de mayo. Afortunadamente para todos, ni Ayuso es Madrid ni Madrid es España.
eldiario
hace alrededor de 11 horas
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