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La primera potencia populista

Donald Trump ha completado sus primeros cien días de mandato en esta segunda etapa al frente de la Casa Blanca, un periodo tradicionalmente utilizado para medir el arranque político de cualquier administración. El balance no ha podido ser más revelador: el primer trimestre de 2025 ha cerrado con una contracción del Producto Interior Bruto del 1,4 por ciento, según los datos preliminares del Departamento de Comercio, un revés que desmonta el relato triunfalista que el presidente ha intentado sostener en materia económica. Al mismo tiempo, la Casa Blanca ha vivido su primera crisis interna con la destitución encubierta –disfrazada de nombramiento como embajador ante la ONU– del consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, epicentro del escándalo conocido como Signalgate. Trump regresó al poder en enero con una agenda clara: reestructurar el comercio internacional, endurecer las políticas migratorias y desmantelar buena parte del legado de Joe Biden. En todos estos frentes ha actuado con velocidad, pero también con escasa contención legal. En el ámbito migratorio, ha ordenado redadas masivas e intensificado las deportaciones, cumpliendo así una de sus principales promesas electorales. Sin embargo, sus procedimientos han sido recurrentemente cuestionados por los tribunales, y su política ha provocado fricciones con varios gobiernos latinoamericanos. Además, ha iniciado los trámites para ampliar el muro en la frontera sur, uno de los símbolos más reconocibles de su primer mandato. En política exterior, Trump ha tomado posiciones que desafían el marco tradicional de alianzas de Estados Unidos. Ha puesto en duda el compromiso del país con la OTAN, ha comenzado un repliegue progresivo de tropas en distintos escenarios internacionales y ha adoptado un tono sorprendentemente complaciente con Rusia, lo que ha generado inquietud entre los socios históricos de Washington. En el plano económico, el Gobierno proclamó el llamado 'Día de la Liberación' arancelaria, con gravámenes de hasta el 46 por ciento a importaciones de múltiples países. Estas medidas, justificadas como protección para los trabajadores estadounidenses, han provocado rechazo entre los principales sectores empresariales. Un ejemplo paradigmático es el de First Solar, una compañía que había reclamado barreras a China, pero que ahora sufre el efecto de esos mismos aranceles en países donde tiene fábricas, como India, Vietnam o Malasia. Durante estos tres meses, Trump ha despreciado los equilibrios institucionales, ha desafiado sentencias judiciales y ha aprovechado la desorganización del Partido Demócrata, incapaz por ahora de articular una oposición eficaz. El único límite real a sus iniciativas lo han marcado los mercados: la respuesta negativa a sus medidas comerciales, con caídas en la confianza sobre el dólar y en la deuda del Tesoro, forzó a la Casa Blanca a suspender los aranceles durante 120 días, con la excepción de China. En estos cien días, Trump ha impuesto su estilo –imprevisible, unilateral y agresivo–, pero aún no ha demostrado que ese sello sea compatible con la estabilidad política y el crecimiento económico. Estados Unidos sigue siendo una potencia formidable, pero no está al margen de las consecuencias de sus propias decisiones. El populismo puede alimentar las encuestas a corto plazo, pero suele dejar una factura elevada cuando se acaban imponiendo los datos.
abc.es
hace alrededor de 16 horas
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