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Ayuso se adueña del Dos de Mayo

Ayuso se adueña del Dos de Mayo
Lo que hemos visto este viernes es la consumación de la apropiación de un acto institucional para unos fines políticos mezquinos y un afán desmedido de notoriedad No sé si idealizo el pasado, pero creo recordar que en otros tiempos el Dos de Mayo era una fiesta de todos los madrileños. El Gobierno de la Comunidad, del color político que fuere, montaba un sarao institucional en la Puerta del Sol al que asistían representantes de todos los partidos y departían cordialmente entre canapé y canapé, rodeados de invitados ilustres y enjambres de periodistas ávidos por enterarse de los chismorreos de la Villa y Corte. Si en el evento coincidían dos políticos que se profesaran odio recíproco, intentaban guardar una saludable distancia o, en el mejor de los casos, se cruzaban un breve saludo de cortesía como mandan los manuales de buena educación. Desde la llegada de Isabel Díaz Ayuso a la presidencia madrileña la atmósfera comenzó a enturbiarse y lo que hemos visto este viernes es la consumación de la apropiación de un acto institucional para unos fines políticos mezquinos y un afán desmedido de notoriedad. Ayuso había solicitado un despliegue de las Fuerzas Armadas en el evento. Ignoro por qué razón el Ministerio de Defensa le había saciado el capricho en años previos, pero esta vez le dijo que no. Que las Fuerzas Armadas no están para esas cosas. Menos que menos si la intención de Ayuso es pasar revista a los militares con un chotis de fondo como ha hecho en anteriores ocasiones. En venganza, la presidenta madrileña decidió no invitar al acto ni a la ministra Robles ni a ningún otro miembro del Gobierno ni a ningún dirigente del partido socialista. Vetados, todos pa' la calle, porque así lo decidió la que se cree la dueña de la fiesta.  No le bastó a Ayuso con esta erupción de descortesía. Además, dedicó buena parte de su discurso a arremeter contra el presidente del Gobierno por cuenta del apagón del lunes. “No podemos acostumbrarnos al desastre, ni al sectarismo, ni a la mentira”, exclamó en medio de los aplausos de sus invitados. “A nosotros nadie nos encierra, nos apaga, ni nos deja en evidencia ante el mundo”, añadió con grandilocuencia, como si se estuviera enfrentando ella sola a los franceses en 1808. No se refería al desastre de la DANA, que dejó más de 200 muertos, o a los 7.291 ancianos muertos en las residencias de Madrid durante la pandemia. Ni al sectarismo inigualable por su descaro de Telemadrid. Ni a la mentira de que era Hacienda la que debía a Alberto González Amador. Hablaba del desastre, el sectarismo y la mentira, cómo no, de Pedro Sánchez. Y qué mejor plataforma para hacerlo que el acto institucional del Día de Madrid, que ha convertido sin escrúpulos en una fiesta suya y de su partido. Hay quienes, pretendiendo pasar por comedidos y ecuánimes, reparten por igual entre todos los políticos las culpas del encanallamiento de la vida pública española. Me niego a aceptar ese discurso. No imagino a un presidente socialista de un Gobierno central o autonómico, ni a más de un presidente conservador, hacer lo que hizo Ayuso en este Dos de Mayo: excluir a sus adversarios políticos de una celebración institucional en la que deberían verse reflejados todos los madrileños. Lo que hemos visto no es un hecho aislado: es un paso más en un proceso de destrucción de la convivencia y apropiación de las instituciones por parte de un Partido Popular que desde hace ya un tiempo está echado el monte para tumbar por cualquier medio –el que pueda hacer, que haga- a un presidente democráticamente elegido. Por supuesto que se puede cuestionar a Sánchez por la parte de responsabilidad que le pueda incumbir en el apagón, pero hacerlo en un discurso del Dos de Mayo, que se supone debería apelar a la unidad de los madrileños y los españoles, no es de recibo, por decirlo con suavidad. Hablando de Fuerzas Armadas, Ayuso fue la primera presidenta autonómica en reclamar al Gobierno el nivel 3 de emergencias durante el apagón. Alegó que se necesitaba la presencia del Ejército para “preservar el orden” en su comunidad. Pero el caracazo no se produjo. Sus gobernados le demostraron que están hechos de mejor pasta que ella. Salvo algunos incidentes, las más de 10 horas que duró el corte eléctrico discurrieron en relativa calma. Bastó con el trabajo abnegado de policías, bomberos, personal sanitario y conductores de autobús y con el comportamiento admirable de los ciudadanos para afrontar una situación que podía invitar a la histeria colectiva. Aún tengo en la retina a muchos voluntarios que se enfundaron su chaleco reflector para ayudar a controlar el tráfico. Los militares desplegados por el nivel de 3 de emergencias se ocuparon de custodiar instalaciones estratégicas. No estaban por las calles preservando el orden, como en una infravaloración manifiesta de sus gobernados pretendía Ayuso. La misma que este viernes, en su discurso, exaltó la “fabulosa solidaridad” y la “alegría de vivir” de los madrileños. Ayuso había montado por vez primera su show del Dos de Mayo en el exterior del palacio de Gobierno. Pero un súbito chaparrón deslució el espectáculo, obligando a los invitados a desplegar paraguas o guarecerse en las carpas especiales. Al igual que con el apagón, aquí la responsabilidad de lo ocurrido estuvo clara desde el comienzo: “¿Piove?¡Porco Governo!”.
eldiario
hace alrededor de 17 horas
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