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Bienio negro y tú pensando en agosto

Bienio negro y tú pensando en agosto
¿Quién aconsejó a Feijóo que hiciera un discurso así (uno como tantos) el 31 de julio, en lo más verano del verano, con medio país preparándose para las vacaciones y el otro medio saludando las bondades de agosto? La disonancia anímica entre el PP y buena parte de la sociedad española, que viene ya de años, se hace más evidente en un día así El 31 de julio es, de toda la vida, uno de los días más felices del año. Si coges vacaciones en agosto, el 31 es el día que apagas el ordenador, cuelgas la bata, echas la llave, bajas la persiana, pones el cartel de “cerrado por vacaciones”, te despides de compañeros o clientes, dejas una respuesta automática en el correo de “Gracias por tu mensaje, estoy de vacaciones y responderé a mi vuelta el día tal…”, sueltas una frase graciosa y eufórica de despedida mientras tomáis la última cerveza por una temporada, preparas la maleta, dejas las macetas al vecino; o si no puedes salir de viaje, echas un vistazo a la programación del cine de verano, la torre de libros pendientes o las fiestas del pueblo. Pero mientras te entregas gozoso a la inminente desconexión, de fondo oyes una voz, un susurro, un lamento como de ultratumba: “Bieeenio negro… Época oscuuuura… Estaaado fallido… Crisis institucionaaal…” Si en cambio ya cogiste las vacaciones en julio, no tienes hasta septiembre o trabajas todo el verano (estoy contigo, compañero), tu ánimo también es otro el 31 de julio: salvo que trabajes en el sector turístico (ánimo), sabes que en agosto tu centro de trabajo se queda medio vacío, dejan de sonar los teléfonos, apenas vienen clientes, la administración no exige trámites, los horarios se relajan, puedes aprovechar para hacer esa parte del trabajo que vas dejando el resto del año y que es la que más te apetece, y te dices que la ciudad en agosto es un privilegio para quienes se quedan. Pero mientras ves venir la bajada de revoluciones agosteña, de fondo oyes una voz, un susurro, un lamento como de ultratumba: “Bieeenio negro y amaaargo… Más inseguridaaad… Sánchez es un probleeema internacional… Capiiítulos y capiiítulos de decadencia y escaaándalos…” Luego estamos los que tenemos que escribir una columna sobre el balance de fin de curso de Feijóo: pongo el vídeo con su intervención y, uf, qué modorra me está entrando, ay que he dado una cabezada como si viese una etapa del Tour, rebobino por si me he perdido algo, siento un profundo dejá vù que atribuyo al cansancio, acabo por comprobar si estoy viendo la intervención del 31 de julio o la del pasado lunes (juraría que dijo exactamente lo mismo), o he puesto por error el vídeo de la clausura del congreso del PP (juraría que dijo exactamente lo mismo), o cualquier sesión de control del último año (juraría que…), o algún mitin o manifestación de los últimos tres años… ¿Quién aconsejó a Feijóo que hiciera un discurso así (uno como tantos) el 31 de julio, en lo más verano del verano, con medio país preparándose para las vacaciones y el otro medio saludando las bondades de agosto? Un discurso que la gente escucharía (de fondo, sin querer, no creo que nadie lo buscase a propósito) en la playa, en la piscina, en la despedida de los compañeros por las vacaciones, en la molicie veraniega a la que todos nos abandonamos. Hasta el propio Feijóo sonaba desganado, rutinario, como si fuera consciente de que estaba soltando por enésima vez el mismo coñazo y estuviera deseando bajar él también la persiana y largarse a Galicia. La disonancia anímica entre el PP y buena parte de la sociedad española, que viene ya de años, se hace más evidente en un día así: ¿Pero de qué habla ese hombre, es que no ve que no estamos a eso?
eldiario
hace alrededor de 22 horas
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