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Carta a los políticos que mienten en su currículum

Carta a los políticos que mienten en su currículum
¿Cómo hemos llegado al punto de que alguien tenga que mentir sobre su CV para ser representante público? Se suponía que la política, a diferencia de las entrevistas de trabajo, era una forma de representación, no un concurso de méritos Hasta que, hace unos días, su nombre comenzó a llenar todos los titulares, yo no había oído hablar nunca de Noelia Núñez. Pero les confieso que, durante las pocas horas que duró su martirio mediático, fantaseé con la idea de que no dimitiera. Me la imaginé enarbolando la bandera de todos los jóvenes que no han acabado la carrera, o el máster. De todos los que han defraudado las expectativas que se habían depositado en ellos, de los que no están donde se suponía que tenían que llegar. Y pasan vergüenza. Una que les va a acompañar toda la vida. Una parecida a la que tienen los que falsean sus currículums, ocultan que en la actualidad trabajan de camareros, afirman hablar más inglés del que conocen, o que trabajaron en una empresa donde, en realidad, solo estuvieron de becarios haciendo fotocopias. ¿Cómo hemos llegado al punto de que alguien tenga que mentir sobre su CV para ser representante público? Se suponía que la política, a diferencia de las entrevistas de trabajo, era una forma de representación, no un concurso de méritos. Hay quien dirá que el problema no es que no tuviera un grado, sino que hubiera mentido sobre ello. Pero eso es falso. Es una falacia. Noelia Núñez nunca hubiera sido diputada si no hubiera mentido en su CV, porque ningún partido la hubiera admitido en una lista sin un título. Por eso no es ni la primera, ni será la última en esta saga. Por eso hay tantos casos de políticos que mienten sobre este tema. En España, donde solo el 41% de la población tiene un título, tenemos los políticos con más cualificaciones. Nueve de cada diez diputados tiene una carrera universitaria; dos de cada diez, un máster; y uno de cada diez, un doctorado. Si esa desviación de la representación se produjese en otros parámetros, sería un escándalo. Imaginemos, por ejemplo, que en el Congreso siguiera habiendo un 90% de hombres. O que entre Madrid, Andalucía y Cataluña, con el 40% de la población, se repartieran la práctica totalidad de los diputados. Para sorpresa de nadie, cuando las instituciones no representan a una parte de la población, las prioridades de ese colectivo se quedan atrás. Y el resultado ni siquiera es un parlamento más capaz, al contrario, la mejor ciencia disponible dice que los grupos más diversos toman mejores decisiones que los grupos de expertos. Me pregunto qué pensaron, en esos días en los que el nombre de Noelia Núñez llenaba todos los titulares, los millones de jóvenes (el 48% entre 18 y 25 años) que han decidido no ir a la universidad. ¿Dirían que ellos pueden llegar algún día a ser diputados? ¿Les llegaría ese mensaje de que el problema es que “había mentido”? ¿O estarían viendo una institución que dice representarnos a todos, pero donde solo hay gente con muchos títulos, expulsar a alguien por no tener uno? ¿Cuántas veces han tenido que mentir esos jóvenes y cuántas veces más tendrán que hacerlo en el futuro para esconder que ellos tampoco son titulados? ¿Qué mensaje les manda una sociedad que expulsa de los espacios públicos a la gente que se parece –aunque sea mínimamente– a ellos? Por eso durante unas horas, mientras las ondas se llenaban con su nombre, yo soñaba con que Noelia Núñez se convirtiera en una inesperada adalid de todos esos jóvenes. Que aprovechase la oportunidad que le estaba poniendo delante la vida, que era la de liderar desde su propia vulnerabilidad, y nos contase a todos las razones por las que no terminó la carrera, que seguro que son las de muchos otros. Que representase a toda esa gente que no tiene un título en España y, con ese gesto, se ganase el derecho a estar en esa cámara, que es la de los representantes. ¿No hubiera sido esa una contribución mucho más brillante que cualquiera que pudiera hacer por tener un título de Derecho o de ADE? No ocurrió. Mi sueño se esfumó en una noche de verano. Con un poco de suerte igual me leen los otros políticos que, no les quepa duda, todavía tienen mentiras en su CV. Y la próxima vez se hace realidad. Mucha suerte, señora Núñez, con lo siguiente que haga en la vida.
eldiario
hace alrededor de 15 horas
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