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El electorado de Alvise

El electorado de Alvise
Cuando las personas votantes se plantan ante las urnas con la irresponsabilidad de quien compra barato soluciones fáciles, lo que hacen es abrir la puerta a estafadores de mayor o menor monta. La democracia no es solo votar de vez en cuando, sino hacerlo con enorme vigilancia y responsabilidad En una democracia, el poder reside en el pueblo. Para eso está, precisamente, la democracia. Y eso es, precisamente, lo que no interesa a ciertos líderes, peligrosos para que la democracia siga siéndolo. El poder reside en el pueblo y, sin embargo, esa responsabilidad puede convertirse en un arma de mortal doble filo cuando las personas votantes eligen a líderes peligrosos, déspotas, violentos o, simplemente, irresponsables, fanfarrones y estúpidos. Malas personas para el bien común. Figuras como Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina o, a una escala ínfima en comparación, Alvise Pérez en España ejemplifican cómo una parte del electorado puede optar por personajes que, lejos de promover el bienestar común, representan riesgos para la justicia y la convivencia social. La elección de estos líderes no es un accidental, no se produce por generación espontánea. En las principales tribunas de la comunicación mundial vemos despotricar a tipejos tan impresentables como Trump, Milei o (ya quisiera él un eco como el de los americanos) Alvise porque son el reflejo de una catastrófica serie de fallos colectivos: la desinformación, la manipulación mediática, la desafección política que ambas conllevan y la profunda crisis de valores y expectativas que a su vez conlleva esa desafección. Cuando las personas votantes se plantan ante las urnas con la irresponsabilidad de quien compra barato soluciones fáciles, lo que hacen es abrir la puerta a estafadores de mayor o menor monta. En el peor de los casos, la solución fácil acaba por ser solución final. Es urgente tomar conciencia de que la responsabilidad frente a una estafa política no recae únicamente en esos candidatos, en esos delincuentes, sino en quienes, con su voto, los han legitimado. La indiferencia, la falta de análisis crítico, el miedo al compromiso o incluso un, también genuino, agotamiento permiten y alimentan un ciclo histórico tan peligroso como el que está en curso. Elegir líderes que promueven discursos de odio, que echan gasolina a la intolerancia e incitan a la violencia, no solo refleja un fallo en la educación cívica, sino también una grave falta de conocimiento de los valores democráticos y del deber de defenderlos si no aspiramos a un mundo peor para casi todo el mundo, excepto los oligarcas y los timadores, que tanto monta. La presencia en política de personajes de tan ínfima talla moral como Alvise tiene consecuencias sociales devastadoras, pues erosiona las instituciones y supone una amenaza directa a los derechos fundamentales, como estamos viendo en Estados Unidos o en Argentina. Una vez en el poder, estos líderes peligrosos se aferran a sus espurios privilegios y es muy difícil liberarse de sus abusos. Casi siempre es posible tras una lucha ardua y, muchas veces, a costa de daños irreparables. Por ello, y a tenor de la situación política mundial, donde campan a sus anchas fascistas de todo pelaje (incluido el medio pelo de Alvise) debemos, como sociedad, asumir la responsabilidad de educarnos y educar, de informarnos e informar, de participar activamente en los procesos de los que nos dotan la democracia y el derecho internacional. La elección de líderes peligrosos no es un problema de cómo son los candidatos, sino la patente de nuestras decisiones y valores. Debemos salir de la impotencia a la que nos condujo la apatía, denunciar la desinformación, señalar la falta de compromiso. Todo ello es el abono, la porquería en las que crecen estos individuos que, lejos de representar con nobleza a la ciudadanía, anteponen sus propios intereses y ponen en peligro el futuro común. Sin el menor escrúpulo. Al ver lo que ordena Trump, lo que perpetra Milei, al ver lo que de Alvise se destapa, no puedo dejar de pensar en su electorado, en todas esas personas, cientos de miles, millones, que tienen en sus manos un poder inmenso y hacen dejación de su responsabilidad. Si no se elige con conciencia, sino que el electorado se deja convencer por individuos cuya falsedad y ridiculez son ostentosas; si no se exige transparencia real, tanto a esos candidatos peligrosos como a los medios de comunicación que son sus cómplices, el electorado se dejará engañar por la primera patraña que le cuenten; si en vez promover la cultura política, se fomenta la ignorancia como nuevo opio del pueblo, seguirán proliferando líderes peligrosos. La democracia no es solo votar de vez en cuando, sino hacerlo con enorme vigilancia y responsabilidad. Las tontas, rabiosas, superficiales decisiones que se toman ante una urna, dicen quiénes somos, aunque después no nos reconozcamos. ¿O es que su electorado se reconoce en Alvise? Porque en ese caso tenemos un problema mucho mayor aún, que ya es decir.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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