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Islamismo y disimulo

A pesar de la flexibilidad y la capacidad de adaptación de los movimientos del islam político, los desafíos que enfrentan en los países árabes y en Oriente Próximo evidencian los límites de estas estrategias , unos desafíos que también amenazan a la estabilidad y seguridad de Europa. Según un informe de 'Hafryat', «el futuro de los movimientos del islam político seguirá dependiendo de cómo se resuelva la relación entre religión y política», reto que está lejos de alcanzarse. En Túnez, el partido islamista Ennahda, considerado un modelo de pragmatismo, enfrenta profundas dificultades desde su decisión en 2016 de transformarse de un movimiento predicador a un partido político puro. Esta decisión, según un informe de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, «marcó un cambio radical en la estrategia del movimiento y lo obligó a redefinir su identidad». Sin embargo, también desató una crisis interna de identidad y generó interrogantes sobre el rol del islam en su proyecto político. Pese a su éxito en formar alianzas con fuerzas civiles –como ocurrió en el Gobierno de la 'troika' tras las elecciones de 2011–, las tensiones políticas, incluido el asesinato del opositor Chokri Belaid en 2013, revelaron las dificultades para conciliar su ideología con las exigencias de la gobernabilidad democrática. En Gaza, Hamás enfrenta un dilema estratégico con el aumento de rumores sobre un posible acuerdo de paz con Israel, en medio de filtraciones que indican negociaciones en Doha y El Cairo sobre la entrega de armas y la salida de sus milicianos hacia Damasco o Ankara. Este paso, si se concreta, podría presentarse como una 'victoria', pero también plantea dudas de legitimidad entre sus seguidores. Un informe del Trends Research & Advisory Center señala que el ataque del 7 de octubre de 2023, llevado a cabo por Hamás, «representó una oportunidad para reposicionar a las fuerzas islamistas», pero también la enfrentó a consecuencias catastróficas, como la destrucción de Gaza y el desplazamiento de su población. El informe añade que el movimiento trató de aprovechar la guerra para renovar su legitimidad deteriorada, pero enfrenta dificultades para convencer al público palestino de la utilidad de sus decisiones. Además, el ataque del 7 de octubre costó a Hamás la mayoría de sus combatientes y gran parte del arsenal acumulado durante décadas, lo que también representa una pérdida significativa para aliados como Irán –que armó al grupo– y Catar, que lo financió durante años. En Sudán, las agrupaciones islamistas aliadas con el Ejército sudanés siguen logrando avances, acompañados por violaciones documentadas contra civiles. Informes de organizaciones internacionales y locales hablan de asesinatos y detenciones extrajudiciales, a menudo dirigidos a civiles acusados de apoyar a las Fuerzas de Apoyo Rápido o de vivir en zonas afines a estas. Estas violaciones reflejan la estrategia de los grupos islamistas de explotar el caos para reforzar su influencia, lo cual agrava aún más la crisis humanitaria en el país. Aunque está claro que los Hermanos Musulmanes intentan regresar al poder montados sobre los tanques del Ejército, alcanzar estos objetivos sigue siendo incierto en un país casi destruido, con una sociedad que se opone al grupo islamista, derrocado por una revolución popular en 2019 tras cuatro décadas de poder desde el golpe de 1989. En Siria, los acontecimientos recientes han revelado una relación compleja entre los movimientos del islam político y las organizaciones terroristas. Un informe del Instituto de Washington indica que «países patrocinadores del islam político, como Irán, han apoyado a milicias como Hamás como parte de su ideología revolucionaria», pero advierte que estas relaciones suelen servir objetivos políticos estrechos, lo que pone en riesgo la legitimidad de estos grupos. Con Damasco y Ankara preparándose para recibir a combatientes armados procedentes de Gaza, según algunas filtraciones, parece que los movimientos islamistas buscan un reposicionamiento político y geográfico, aunque eso podría reforzar las acusaciones occidentales de que son impulsores del terrorismo. En Jordania, los Hermanos Musulmanes, representados por el Frente de Acción Islámica, enfrentan una crisis sin precedentes tras el descubrimiento de depósitos de armas y fábricas de misiles, según declaraciones oficiales. Observadores jordanos, citados por medios locales, consideran que estos hechos «afectan la seguridad nacional de Jordania y ponen en riesgo su territorio». Se percibe que la relación entre los Hermanos Musulmanes y Hamás es «ideológica y doctrinaria» y que tiene como objetivo desestabilizar el país. Estas contradicciones reflejan la difícil situación del movimiento, que históricamente se ha apoyado en la 'taqiyya política' –es decir, disimulo estratégico– para mantener su existencia. Los movimientos del islam político en varios países árabes –de Túnez a Jartum, de Gaza a Damasco y hasta Ammán– están llevando a cabo intensos esfuerzos por reconfigurarse y adaptar sus estrategias a los cambios políticos y de seguridad acelerados. Ante estos desafíos complejos, surge la pregunta: ¿podrán estos movimientos, gracias a su flexibilidad política y a la llamada 'taqiyya', superar sus actuales atolladeros?
abc.es
hace alrededor de 10 horas
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