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Todo a base de lucha

Todo a base de lucha
Todos, absolutamente todos los avances que han vivido nuestras ciudades en la historia reciente no los trajo un alcalde más o menos favorable, sino la lucha vecinal. Sobre todo la lucha de las mujeres en los barrios obreros Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero hace diez años (un siglo) las principales ciudades españolas sufrieron un vuelco político sin precedentes: candidaturas ciudadanas, populares, vinculadas a movimientos sociales y a partidos de izquierda hasta entonces minoritarios o de nueva creación, tomaron el poder. O al menos tomaron las alcaldías, que el poder son palabras mayores. Barcelona, Valencia, Zaragoza, Coruña, Cádiz, Santiago y, espera que esta es buena: Madrid. Sí, tú no te acuerdas pero hasta Madrid, la capital, la ciudad que es España dentro de España, bastión y bandera del PP, tuvo una alcaldesa “del cambio”. También otras ciudades más pequeñas y pueblos se sumaron al cambio, y en muchos otros entraron en coaliciones de gobierno. Aquello duró un suspiro, una legislatura, dos como mucho. Y en cuanto a sus logros, algunos fueron barridos por el siguiente ayuntamiento nada más llegar, aunque perviven unos pocos cambios, si bien el balance a diez años es un poquito amargo: no porque hicieran poco, que seguramente hicieron lo que pudieron y les dejaron, sino por la sensación de oportunidad perdida. No todos los días gobiernas Madrid, ni tu pueblo. En mi recuerdo de aquellos ayuntamientos, yo soy más autocrítico que crítico, y no porque yo participase de aquellos gobiernos, sino por todo lo contrario: porque no participé. No digo como concejal, sino como vecino. Me limité a votar y a esperar los cambios, olvidando que todos, absolutamente todos los avances que han vivido nuestras ciudades en la historia reciente, lo mismo un urbanismo más habitable que una biblioteca de barrio, no los trajo un alcalde más o menos favorable, sino la lucha vecinal. Y eso es lo que seguramente falló: la misma ola popular que llevó el cambio a los ayuntamientos, se desmovilizó al día siguiente de constituirse los gobiernos, precisamente cuando más necesaria era: no solo para presionar y que los nuevos alcaldes fuesen más ambiciosos, sino para darles fuerza social y legitimidad frente a los muchos intereses opuestos. Pensaba en todo ello al cumplirse diez años, pues coincide con el estreno de Ellas en la ciudad, de Reyes Gallegos. Una hermosa pieza de memoria local que viene a recordarnos que en el último medio siglo nuestros barrios ganaron servicios e infraestructuras, y los vecinos derechos, no gracias a tal o cual alcalde, sino a la lucha incesante, a veces espontánea y otras organizada, de tantas mujeres humildes. Y digo mujeres porque Gallegos, arquitecta que se asomó a los barrios obreros de Sevilla para estudiar sus construcciones y urbanismo, lo que encontró fue a todas esas mujeres sin las que no se entienden nuestras ciudades. Ellas en la ciudad cuenta con cercanía la epopeya, nada pequeña, de Juani, Victoria, Nati, Toñi, Mina, Manoli y tantas otras mujeres de origen humilde que, sin estudios y en una España machista y falta de libertades, consiguieron que aquellos descampados de las afueras donde el Franquismo quiso concentrar a la clase obrera, se volviesen habitables. Ellas, junto a tantas mujeres y hombres del movimiento vecinal, ganaron aceras y asfaltado, alumbrado, transporte público, colegios, centros de salud, bibliotecas, parques, al tiempo que cuidaban de sus familias, maridos, hijos y hoy nietos, y se cuidaban unas a otras mediante redes naturales de apoyo mutuo que todavía permanecen, como permanece su lucha en unos barrios hartos donde los problemas no desaparecen, solo cambian. “Todo a base de lucha”, recuerda Juani, del barrio de La Oliva, como otras del Parque Alcosa, San Diego o el Polígono San Pablo, y lo mismo podrían contar mujeres de muchos otros barrios de la periferia obrera de cualquier ciudad española, pues la historia es la misma: todo a base de lucha. Cada equipamiento, cada servicio, cada derecho ganados frente a ayuntamientos que entonces se desentendían de los barrios obreros, y hoy se siguen olvidándolos mientras embellecen el centro para los visitantes. Cuenta una de estas mujeres cómo durante un tiempo el nuevo colegio, conseguido a base de lucha, no estaba terminado y carecía de cerramiento exterior. En los recreos las mujeres se organizaban para formar una valla humana, rodeando el edificio y agarrándose las manos, para que los niños pudieran salir al patio sin riesgo. No se me ocurre una imagen que describa mejor esa mezcla de lucha y cuidado, de la que tanto podemos aprender hoy. Gracias.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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