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I love Europa

I love Europa
Si Europa hablara con una sola voz, no sería Europa, sería otra cosa. La democracia es compleja por definición porque vivimos en sociedades complejas. A veces también parece lenta porque requiere respetar procedimientos que nos protegen frente a los abusos y la violación de nuestros derechos. Pero no es lentitud; son garantía y legalidad Justo el fin de semana previo a las subidas masivas de sus productos anunciadas por los principales productores y distribuidores norteamericanos por causa de la lotería de aranceles repartida desde la Casa Blanca, Donald Trump se marca una maniobra loco Iván y anuncia aranceles del cincuenta por ciento para Europa, antes de que se cumpla la pausa de noventa días declarada para los aranceles anteriores. Ya lo aconsejaba Walter Houston: dales duro con un buen espectáculo y viaja siempre en primera clase. Nada tan clásico como un buen enemigo exterior para esconder la calamidad interior. Nada tan enardecedor como un estirado petimetre europeo para agitar el demonio interior del patriota yanki. Hasta ahora le ha funcionado. Ya nos ha colado la tarifa plana del 10%; ahora discutimos qué porcentaje se le añade. Esta vez, al menos de momento, la UE no ha caído en la trampa de apresurarse e ir al bulto. Quien controla los tiempos, controla la negociación.  Justo en la semana que Europa había adoptado dos importantes acuerdos el emperador naranja reactiva su guerra comercial contra la provincia díscola. El primero de esos acuerdos afectaba a la petición, cursada por España e Irlanda hace quince meses y treinta mil muertos menos, para que se revise el acuerdo de socio preferente con Israel y obligar al criminal Netanyahu a detener el genocidio palestino en Gaza. El segundo ha concernido a ese pilar de la democracia liberal occidental que conforma el voto telefónico en Eurovisión; a 0.99€ la papela.  Con su buen olfato habitual la derecha y la ultraderecha españolas se lanzaron a por el segundo asunto para acabar teniendo que comerse el primero. De denunciar la cortina de humo que el malvado Pedro Sánchez desplegaba con Eurovisión, ha tenido Feijóo que pasar a pedir a Israel que detenga si ofensiva contra la población civil en Gaza. Únicamente nuestra Isabel Díaz Ayuso se ha mantenido firme en la denuncia del antisemitismo que demuestran los palestinos al morirse por millares. Naturalmente abundan las voces denunciando que todo es culpa de Europa. Ella se lo ha buscado, Trump y Netanyahu son así porque Europa los ha hecho así y se lo permite, si la UE tuviera una sola voz estas cosas no pasarían, la burocracia europea lo retrasa todo tanto que siempre llega tarde, los demás van más rápido y por eso siempre ganan a la pesada burocracia comunitaria…. Estos y otros sesudos análisis se repiten en la conversación pública cual evidencias incuestionables. A no ser uno se detenga un minuto a examinar la realidad, dejando aparte la propaganda antieuropea que nos invade desde hace más de una década. Entonces, sin negar la responsabilidad de las naciones europeas en esta ruina geopolítica, la cosa se complica.  Si Europa hablara con una sola voz, no sería Europa, sería otra cosa; puede que una autocracia consolidada como Rusia o una autocracia en camino como los USA. Pero resulta ser una comunidad de países soberanos que deben llegar a acuerdos complejos, en el seno de instituciones democráticas regidas por reglas que no se pueden saltar a demanda. La democracia es compleja por definición porque vivimos en sociedades complejas. A veces también parece lenta porque requiere respetar procedimientos que nos protegen frente a los abusos y la violación de nuestros derechos. Pero no es lentitud; son garantía y legalidad.  La velocidad no asegura ni la eficiencia ni la eficacia de las decisiones. Pocas cosas más peligrosas para una democracia que tener una sola voz. La amenaza que suponen las decisiones de autócratas como Putin, Trump o Netanyahu no proviene de su rapidez o unanimidad sino de la falta de control y su irrefrenable discrecionalidad.  Sostener que la burocracia ha retrasado la respuesta ante el genocidio palestino o la guerra comercial del emperador naranja se valida si se compra la propaganda de ejecutivos que prefirieron esperar a ver qué pasaba y ahora usan a Bruselas como chivo expiatorio. Afirmar que la rapidez de los demás constituye su ventaja equivale a comprar la arbitrariedad y la discrecionalidad que aplican Trump o Putin como modelo de toma de decisiones. Ustedes verán.

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