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La OMS en el punto de mira

La OMS en el punto de mira
Nos dicen que conviene la desaparición de la OMS, que su acción se esfume de Gaza, Sudán, Ucrania, Myanmar, Líbano u otras zonas de conflicto, que cesen sus campañas para la reducción de la mortalidad infantil, u otras nimiedades. Preocuparse por ello, repiten los nuevos reaccionarios, es puro sentimentalismo de izquierdas “Afuera OMS…!!! Viva la libertad carajo”, escribió el presidente argentino, Javier Milei, en su cuenta de X el 5 de febrero. Su portavoz, Manuel Adorni, acababa de anunciar en una rueda de prensa que Argentina abandonaba la Organización Mundial de la Salud (OMS): “Los argentinos no vamos a permitir que un organismo internacional intervenga en nuestra soberanía, mucho menos en nuestra salud”. Dos semanas antes de este anuncio y en su primer día en el cargo, el presidente Trump había firmado una  orden ejecutiva para que los Estados Unidos se retiraran de la OMS. Si no hay marcha atrás (las decisiones de Trump no suelen ser inmutables), la bandera estadounidense será arriada en la sede ginebrina de la organización el 21 de enero de 2026. La legislación estadounidense requiere un preaviso de un año para que el país, que era el mayor financiador de la OMS (alrededor del 18% del total), pueda abandonar la agencia.  De momento, la delegación estadounidense ha dejado sus sillas vacías en la 78ª Asamblea Mundial de la Salud que la OMS ha celebrado en Ginebra, del 19 al 27 de mayo.  Los pagos pendientes están en suspenso y lo más probable es que no lleguen nunca. Las consecuencias no se han hecho esperar. “La negativa de Estados Unidos a pagar sus contribuciones prorrateadas para 2024 y 2025, combinada con las reducciones de la ayuda oficial al desarrollo de algunos otros países, significa que nos enfrentamos a un déficit para el bienio 2026-27 de entre 560 y 650 millones de dólares”, declaró Tedros Adhanom Ghebreyesus, el médico etíope que dirige la OMS. A continuación anunció un recorte del 21% en el presupuesto de la agencia para 2026-2027, que fijó en 2.100 millones de dólares al año.   ¿Es mucho dinero? Depende, dijo el director general, del valor que damos a las cosas: “2.100 millones de dólares equivalen al gasto militar mundial cada ocho horas y representan una cuarta parte de lo que la industria tabacalera gasta en publicidad y promoción cada año (...). Parece que alguien cambió el precio de lo que realmente es valioso en nuestro mundo”, concluyó, sin señalar a nadie en particular. Fundada en 1948, la OMS ha tenido una larga trayectoria de éxitos y fracasos. Logró excelentes resultados en la erradicación de la viruela y  tuvo logros muy satisfactorios en el combate contra la poliomielitis y la tuberculosis;  pero también conoció una frustrante derrota en su objetivo de liquidar la malaria (que, según sus datos, en 2023 causó unas 597.000 muertes en el mundo). El Programa Mundial de Erradicación de la Malaria, lanzado en 1955, era prometedor, pero su progreso en el África subsahariana fue lento, los Estados  se cansaron, retiraron la financiación, y el programa se interrumpió en 1969, con una OMS casi en bancarrota. No hay que ser mal pensado para deducir que si en los países más prósperos existiera el riesgo de morir de malaria, las cosas habrían transcurrido de manera distinta.  A lo largo de su turbulenta historia, la OMS ha recibido una gran cantidad de críticas. Algunas son memorables. Una de las más recordadas fue la del filósofo conservador Roger Scruton, muy apreciado per Aznar y muy difundido por la FAES.  Cuando empezaron las primeras campañas de la OMS contra el tabaco, Scruton publicó una batería de artículos de prensa y un libro (cuyo título juega con las siglas en inglés de la OMS: 'WHO, What and Why?', '¿Quién, qué y por qué?'), defendiendo el derecho sagrado de la ciudadanía a fumar, y criticando a la agencia y a su directora general de entonces, la ex primera ministra socialdemócrata de Noruega, Gro Harlem Brundtland. Según Scruton, “el ímpetu» de las medidas anti tabaco propuestas por la OMS tenía su origen de las ”viejas prioridades políticas“ de Harlem Brundtland, que con la excusa de salvar vidas estaba en realidad impulsando ”programas socialistas de alcance mundial“. La motivación de esta campaña de Scruton contra la OMS se conoció cuando el diario británico The Guardian reveló el contenido de un correo electrónico que una sociedad del filósofo había dirigido a la compañía Japan Tobacco International,  en el que pedía un aumento del sueldo que recibía Scruton a cambio de más artículos pro nicotina  (de las 4.500 libras al mes que cobraba desde hacía años, a 5.500 libras). El Financial Times y The Wall Street Journal suspendieron las colaboraciones del filósofo. Las críticas más recientes a la OMS suelen ser del mismo tenor, aunque más rimbombantes y apocalípticas. No sólo proceden de Trump,  Milei o sus cortesanos, sino también de algunos “magnates filósofos” de Silicon Valley. El más escatológico es Peter Thiel, cofundador de Paypal y benefactor del vicepresidente Vance. Preocupado por el fin de los tiempos, sostiene  que organismos multilaterales como la OMS son signos anticipadores de una “llegada del Anticristo”, en forma de gobierno mundial totalitario. Se trata, sostiene Thiel, de un peligro mortal para la humanidad, del mismo rango existencial que “los riesgos tecnológicos ligados a la guerra nuclear, las armas biológicas incontrolables o la IA militaritzada”.  El secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr. se dirigió a la asamblea ginebrina de la OMS en un video e instó a los países a retirarse de la agencia.  Según dijo, está sometida a la “influencia indebida” de China, a la ideología de género, a una burocracia inflada e ineficiente, y a los intereses de quienes negocian con vacunas, mascarillas y otros innecesarios artilugios. Su discurso se emitió horas después de la aprobación por los 124 Estados miembros de la OMS de un Tratado Global sobre Pandemias. “Casi nadie hubiera creído que esto fuera posible después de la retirada de Estados Unidos de la OMS”, dijo la ministra de Salud alemana, Nina Warken.  El tratado, negociado durante tres años, persigue que el mundo esté mejor preparado para prevenir y responder ante futuras pandemias de lo que estuvo hace cinco años, cuando la coordinación colectiva ante el COVID-19 mostró fallos muy graves. Entonces faltaron de entrada los recursos adecuados, y los países menos desarrollados se vieron faltos de vacunas acaparadas por los países ricos. Presentando el tratado, el director general de la OMS dijo que este “no vulnerará la soberanía nacional en ningún sentido, ni otorgará a la OMS poder para imponer mascarillas, vacunas o confinamientos. Los que dicen esto están claramente equivocados”. Parece una respuesta a los que alertan de la llegada del Anticristo en forma de gobierno mundial.  Para impedir tan terrible amenaza, nos dicen, conviene que la OMS desaparezca, que su acción se esfume de Gaza, Sudán, Ucrania, Myanmar, Líbano u otras zonas de conflicto, que cesen sus campañas para la reducción de la mortalidad infantil, u otras nimiedades. Preocuparse por ello, repiten los nuevos reaccionarios, es puro sentimentalismo de izquierdas. Ahora está de moda ser malo. Una réplica plausible es que si la OMS no existiera, habría que inventarla. 

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