cupure logo
lossánchezdelquesusparacomounamáspolítico

Cuando toda España sea Madrid

Cuando toda España sea Madrid
Nos tememos que las derechas consigan una holgada mayoría en las Cortes de celebrarse las legislativas en las circunstancias actuales. Y entonces, compañeras y compañeros, tendríamos gobiernos de derechas para mucho tiempo. Puede que tanto como el que ya lleva el PP en la Comunidad de Madrid Hasta en los pueblos de Andalucía donde ahora suelo pasar buena parte de mi tiempo, tengo que escuchar una frasecita que me irrita sobremanera: “¡Pero es que todos los madrileños adoran a Ayuso, todos la votan!”. La frasecita me fastidia por dos razones, siendo la primera que no es cierta. El PP de Ayuso obtuvo en las últimas elecciones autonómicas madrileñas un 47% de los sufragios, lo que, en efecto, le dio una mayoría absoluta de los escaños de la Asamblea. Pero, atención, no todos los votantes lo quisieron así, más de la mitad de ellos votaron a opciones diferentes a la de la deslenguada Reina del Vermú. Y, luego, a este servidor de ustedes, que lleva casi medio siglo defendiendo una escritura periodística lo más precisa posible, le conversión de la parte en todo le parece peligrosa, un atisbo de ese virus que llamamos, precisamente, totalitarismo. Nuestra lengua tiene muchas fórmulas para aludir a un grupo numeroso como el de los partidarios de Ayuso: muchos, bastantes o, si es el caso, la mayoría. Pero sí, el PP lleva ya treinta años siendo hegemónico políticamente en la Comunidad de Madrid, y gobernándola, como ha recordado aquí Esther Palomeras. Y es que lo ha hecho muy bien. Ha fomentado, especialmente con las castizas Esperanza Aguirre y Ayuso, una especie de nacionalismo madrileñista que masajea los egos de muchos vecinos y les arma ideológicamente contra los progresistas y los nacionalistas periféricos. Y ha promovido a tambor batiente un capitalismo salvaje a la estadounidense que le garantiza el apoyo de los poderosos –empresarios, banqueros y medios de comunicación– y se convierte en un modelo aspiracional para las sufridas clases populares. Esta decidida política al servicio de sus valores y sus intereses, y de los de sus patrocinadores, contrasta con el desastre de las izquierdas madrileñas. Solo una vez, en 2003, estuvieron a punto de llegar a la Puerta del Sol, pero el soborno de dos tránsfugas, el tamayazo, volvió a darle el triunfo a Aguirre. Si no, los progresistas se caracterizan en Madrid por la falta de entusiasmo de los socialistas y las pendencias fratricidas de los situados a su izquierda. Los socialistas nos tienen acostumbrados a presentar candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid que abandonan su escaño no más perder los comicios. Las izquierdas alternativas, a tirarse los pelos entre sí y acudir divididas a las urnas. Como en 2023, cuando convirtieron en inútiles más de 160.000 votos. Cuando se celebren, las próximas legislativas nacionales podrían corroborar que Madrid es España y España es Madrid, como pregona Ayuso. Las encuestas pronostican una amplia victoria del PP y Vox, pero no por desplome del PSOE de Sánchez, que mantendría su cuota del electorado, sino del espacio que se disputan Sumar y Podemos. Es, ay, algo que parece no preocupar a los podemitas, convertidos a la idea de que cuanto peor, mejor. Han decidido que este Gobierno es “el de la guerra” y actúa como  “colaboracionista del genocidio de Gaza”. Que caiga no les parece demasiado grave, ya alzarán ellos de nuevo la bandera del 15M desde una taberna garibaldina. Algunos progresistas, sin embargo, no vemos que este Gobierno nos haya metido en ninguna guerra, aunque ciertamente haya pecado de exceso de celo en lo de Ucrania, y, desde luego, no pensamos que sea colaboracionista con Netanyahu. Por el contrario, nos parece el más valiente de los ejecutivos europeos a la hora de denunciar, dentro de sus limitadas posibilidades, el Holocausto de los palestinos. Lo que sí nos tememos, en cambio, es que las derechas consigan una holgada mayoría en las Cortes de celebrarse las legislativas en las circunstancias actuales. Y entonces, compañeras y compañeros, tendríamos gobiernos de derechas para mucho tiempo, mucho. Puede que tanto como el que ya lleva el PP en la Comunidad de Madrid. Las derechas añadirían La Moncloa a sus trofeos de caza, entre los que ya figuran la mayoría de los ayuntamientos y comunidades, la línea editorial de tantísimos medios de comunicación, el apoyo de los que tienen pasta y la simpatía militante de no pocos policías, guardias civiles, militares y jueces. Además, los gobiernos de derechas tendrían a su favor los vientos políticos que soplan por el mundo, empezando por el trumpismo. A mí me parece un horizonte inquietante, próximo al totalitarismo. Y digo próximo porque intuyo que a los progresistas nos dejarían algunos espacios marginales de libertad, como ocurría en los últimos años del franquismo. Lo harían para que no se diga, para maquillar su dominio de lo sustancial de la vida española. Así que, compañeras y compañeros, no os preocupéis demasiado. No se revalorizarían las pensiones y el salario mínimo, no se combatiría el cambio climático, volvería el lío en Cataluña y seguirían privatizándose la sanidad y la educación públicas. Pero, albricias, podríamos ir a algunas tabernas a celebrar debates sobre el legado de Pepe Mujica y cantar fervorosamente Bella Ciao. Amén de que podría verse a Netanyahu recibiendo honores en La Moncloa.    

Comentarios

Opiniones