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Solos Dios, mi perro y yo

Al fin me decidí a comprarme unas sandalias como las del cura. Quizás como antídoto de la podredumbre del sanchismo de mi Españita. Pasó hace unos días en unos conocidos almacenes de deporte donde encontré unas de esas suelas finas que uno se ata a los pies y con las que va por ahí como desnudo de tobillos para abajo. Como un cartujo o un Purépecha de Michoacán. Lo de ir descalzo lo venden como el último grito, como si no llevar zapatos fuera un bien en sí y cuanto menos calzado, mejor. Alrededor de este fenómeno alcanza uno no sé qué visión 'rousseauniana' del andar por la que la civilización, desarrollando el zapato, se hubiera equivocado y nos hubiera... Ver Más

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