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Un perdón insuficiente

Feijóo tiene razón: ya no es posible activar el artículo 113 de la Constitución (moción de censura). Sería absurdo que el Congreso de los Diputados tramitase una moción de censura para exigir responsabilidad política a un Gobierno que, este jueves, ya la ha reconocido. La ha asumido en público un presidente muy triste y compungido, a punto de llorar. No obstante, resulta esperpéntico que ese mismo Ejecutivo diga, al instante de reconocer su responsabilidad, que seguirá dos años más, hasta 2027. Si has permitido o no has vigilado un descontrol absoluto en la contratación pública de varios departamentos ministeriales y pides perdón por ello con gran solemnidad, va de suyo que no puedes seguir. Pero es que el presidente Sánchez tampoco puede activar el artículo 115 de la Constitución (disolución anticipada de las Cortes y fijación de la fecha de las elecciones). Un presidente del Gobierno que se ha reconocido responsable de hechos u omisiones muy graves, pidiendo perdón a los españoles, solo puede activar el artículo 101 de la Constitución (dimisión del presidente del Gobierno). Con la dimisión se activa, automáticamente, el artículo 99 de la Constitución (sucesivos candidatos a presidente comparecen en el Congreso de los Diputados). Y si, transcurridos dos meses desde la primera votación, ningún candidato obtuviese la mayoría necesaria, el Rey disuelve las Cortes Generales, con el refrendo del Congreso de los Diputados. En definitiva, la Constitución no tiene más agujeros que un queso gruyere, como dicen algunos. Todo lo trascendente lo tiene previsto, sin olvidarnos tampoco de su artículo 102, para el supuesto de que la Sala Penal del Tribunal Supremo viese responsabilidad penal en algún miembro del Gobierno. Sánchez, no convierta su perdón en un perdón prevaricador, disparatado, esperpéntico y grosero. Mírese en el espejo de Suárez. José Luis Gardón . Madrid El pasado jueves vimos a un Pedro Sánchez desconocido. En lugar de presentarse como un líder decidido, dispuesto a apabullar a quien se pusiera por delante, nos encontramos con un presidente compungido, a quien sólo le faltó derramar una furtiva lágrima, aunque fuera de cocodrilo. La realidad es que con todo lo que está saliendo ahora, empezando por las irregularidades en las votaciones de las primarias, se tiene la impresión de que todo su camino político está lleno de baches, no sólo de promesas incumplidas o de hacer por la tarde lo que negó por la mañana, sino lo que es peor: que quien vino a terminar con la corrupción vea que la tiene por todos los lados. En la moción de censura de mayo de 2018 dijo al entonces presidente del Gobierno: «Señor Rajoy, al Congreso no se viene a pedir perdón: se viene a dar explicaciones y a asumir responsabilidades». Él sí pidió perdón ayer, incluso de modo repetitivo; pero las explicaciones que dio no resultaron convincentes y no asumió ninguna responsabilidad. Ahora queda el intríngulis de saber hasta dónde llegan las tragaderas de los partidos que, contra viento y marea, lo siguen manteniendo en el poder. Agustín de la Calzada . Madrid
abc.es
hace alrededor de 18 horas
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