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Tres propuestas para una cumbre

Los próximos 9 y 10 de noviembre, Colombia tiene que organizar la cuarta cumbre UE-Celac, a la que estarán convocados los jefes de Estado y de Gobierno de los 33 países que integran Celac (América Latina y el Caribe) y los 27 de la UE. La anterior cumbre se celebró en Bruselas, en julio de 2023, reanudando así estas importantes reuniones entre nuestros dos continentes, después de una interrupción de ocho años (Bruselas, 2015). Puede decirse por ello que la Unión Europea y América Latina y el Caribe han regularizado sus encuentros al máximo nivel, reafirmando su alianza estratégica, iniciada en Río en 1999, y dando así cobertura a sus acuerdos de asociación y comercio libre con las diferentes regiones latinoamericanas (Centroamérica, Chile, México, Comunidad Andina y Mercosur). No hay otra región en el mundo con la que tengamos un marco comercial tan sólido, consecuencia, en gran parte, de nuestro contexto histórico, cultural y político, especialmente impulsado por la comunidad iberoamericana. Pero la relación europea con América Latina y el Caribe es demasiado ciclotímica e iniciática, todavía. Se parece a esos largos y extraños noviazgos que nunca acaban. En los últimos años del siglo pasado y en la primera década de este, Europa firmó los primeros acuerdos comerciales, confirmó la alianza estratégica y se hizo presente económicamente en América Latina con una fuerza extraordinaria. Las grandes empresas, muchas de ellas españolas, contribuyeron a un salto gigantesco de modernización económica, tecnológica y social de la mayoría de los países latinoamericanos. Nuevas clases medias, bancarizadas y digitalizadas, emergieron fruto de esa modernización. Sus infraestructuras físicas y tecnológicas se adaptaron al nuevo siglo. Mejoró su productividad media, con crecimientos económicos sostenidos y se redujeron la pobreza y sus tradicionales y escandalosas cifras de desigualdad. Más tarde, las tensiones y las fracturas políticas de la región produjeron un enfriamiento político, al que también contribuyó la policrisis europea (euro, Brexit, crisis migratoria, Crimea, etcétera). Nuestro interés económico decayó y China entró con fuerza en la región, convirtiéndose en el primer socio comercial e inversor en varios e importantes países de América Latina. Ahí estamos. Tan cerca y tan lejos. Mucha confluencia cultural e histórica, pero muy separados en los grandes temas geopolíticos. Mucha inversión económica europea y un enorme 'stock' de capital instalado, pero desplazados de la influencia económica y política en los últimos tiempos. Un enorme cruce humano de migraciones respectivas, pero separados por burocracias que limitan esa comunicación social. Muchos acuerdos políticos y comerciales, algunos todavía pendientes de ratificación como México y Mercosur, pero Europa sigue mirando al Este y América Latina enfrascada en sus fracturas interiores, sin peso político en el concierto internacional. Por eso, la cumbre de Colombia es importante y podría resultar definitiva en nuestra relación. No es prematuro, por ello, plantear tres sugerencias para su éxito. Primera. El impulso europeo a la agenda de inversiones Global Gateway. Esta agenda recoge una relación de 135 proyectos de inversión en los diferentes países de América Latina y el Caribe de acuerdo con sus propias necesidades. Será un largo camino, pero hay que hacerlo y solo acabamos de empezar. Aumentar nuestra presencia económica en América Latina y el Caribe es condición importante para las dos grandes transiciones del siglo XXI: la ecológica y la digital y Europa necesita esa alianza para no perder liderazgo tecnológico y regulatorio en ambas materias. Por otra parte, nuestras necesidades de materiales críticos y de energía tienen en América Latina y el Caribe una fuente imprescindible y esos mercados serán más próximos y confiables si nuestra presencia económica y política es mayor que la actual. Europa no ha construido un esquema financiero suficiente para apoyar esa presencia y esas inversiones. Un marco estratégico de cooperación económica y tecnológica entre la UE y los países concretos de América Latina y el Caribe debería ser aprobado e impulsado desde esa cumbre para los próximos años. Segunda. Una oferta migratoria de Europa a América Latina y el Caribe. Estados Unidos está expulsando inmigrantes latinoamericanos indocumentados de manera indigna y humillante. El flujo migratorio hacia Estados Unidos desde América Latina y el Caribe se ha detenido. A su vez, Europa necesita millones de personas procedentes de la emigración antes del año 2050, para cubrir parte de los 49 millones de personas en edad de trabajar (20 a 64 años), que perderemos antes de esa fecha. Los españoles conocemos bien el éxito de la integración laboral y social de la inmigración latinoamericana en nuestro país. Por eso, la pregunta es obvia: ¿puede la UE ofrecer a estas poblaciones necesitadas de emigrar un camino legal y seguro de entrada en nuestros países? Bastaría con abrir nuestros consulados a una inmigración ordenada para cubrir las enormes bolsas de empleo temporal o fijo que Europa necesita. Europa daría así a América Latina una extraordinaria señal de fraternidad social y solidaridad frente al vecino del norte, que humilla a sus países vecinos y maltrata a sus poblaciones, expulsando a los inmigrantes latinoamericanos, encadenados de pies y manos. Es un pacto en el que ganamos todos. Tercero. Construir una alianza política y estratégica frente al caos multipolar, más allá de retóricas del pasado, reclama reconocer primero las dificultades de tal propósito. En primer lugar, no hay una vertebración política articulada de la región. Celac no tiene esa capacidad organizativa. Además, la región está muy dividida políticamente y demasiado fracturada con intereses a veces antagónicos. Nuestra aproximación pragmática a este objetivo exige acordar temas concretos de la agenda internacional con países o regiones concretas de América Latina y el Caribe y aumentar así nuestra fuerza geopolítica con ellos en las grandes mesas del multilateralismo: Naciones Unidas, organizaciones financieras internacionales, gobernanza global, G-20, cambio climático, comercio internacional, etcétera, son algunos ejemplos. La Unión Europea puede , además, ofrecer a América Latina y el Caribe su capacidad de iniciativa para que la comunidad internacional aborde un tema de singular importancia para todos: el combate al narcotráfico con nuevas estrategias respecto al consumo de drogas, constatado ya, una y mil veces, que el combate policial no es suficiente ni eficiente frente a este poder bélico internacional. El tema de la seguridad es primordial en muchos países latinoamericanos y quizás también en alguno de los nuestros, por esta causa. Pero todo esto reclama dialogar más, hacerlo de manera regular y respetuosa, tomarse en serio América Latina y el Caribe y forjar con ellos un poder internacional que ahora no tenemos. Ni ellos ni nosotros.

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