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Europa después de Gaza

Europa después de Gaza
¿Cabe alimentar todavía la expectativa de alguna reacción, por tardía que sea? Ya no restaurará ni reparará lo que se ha destruido en lo humano y en lo material. Tampoco servirá para rehabilitar suficientemente la reputación humanitaria de la UE. Pero podría ser indicio de que todavía subsiste algo de aquella presunta identidad europea Se ha evocado de nuevo la vieja duda de Adorno cuando se preguntaba si había lugar para la poesía después de Auschwitz. Hoy debemos preguntarnos si cabe seguir predicando los ideales europeos de libertad, justicia y solidaridad después de Gaza. Es cierto que se ha escrito poesía después de que Europa asumiera -a veces a regañadientes y tarde- la magnitud de los crímenes cometidos por europeos contra judíos y contra otros europeos, durante los años del nazismo. Por fortuna, la poesía -a veces trágica- sobrevivió. Pero la huella de aquella infamia no puede borrarse ya de la historia europea: especialmente, de la de quienes la perpetraron de forma más o menos directa y la de quienes prefirieron ignorarla o silenciarla. Sé que es muy arriesgado invocar aquellos acontecimientos para referirse ahora a lo que está ocurriendo en Gaza. Pero es un paralelo que cuesta rechazar. A conciencia de lo doloroso que pueda ser y con todos los matices exigibles en cualquier comparación histórica. La reacción tardía y timorata de las instituciones de la UE -de su Consejo y de su Comisión- ha sido demasiado evidente para que quede rápidamente atrás, como un momento incómodo de su historia. Será algo más que un episodio pasajero. Tendrá efectos duraderos, aunque sean quizás poco perceptibles e intentemos ocultarlos. Porque todos estamos presenciando en directo la implacable acción represiva del gobierno de Israel contra la población gazatí, vulnerando los derechos humanos fundamentales de sus habitantes y las normas básicas de la legalidad internacional, incluidas las rudimentarias “leyes de la guerra”. Según sus mismos perpetradores, es una actuación destinada a acabar no solo con Hamas, sino con la presencia de los palestinos en aquel territorio, mediante su desplazamiento violento o su extinción por enfermedad y hambre. Se trata -y lamento escribirlo- de la versión actualizada de una “solución final” al conflicto que las autoridades israelíes no han sabido o no han querido gestionar de otro modo. Recordemos que fueron estas mismas autoridades -y así lo han reconocido- quienes fomentaron y financiaron los inicios de Hamas. Pretendían desestabilizar lo que era entonces una precaria Autoridad Palestina, pero con cierta capacidad de incidencia. Los resultados perversos de aquella maniobra subterránea se han revelado dramáticamente. No solo debilitó a la Autoridad Palestina tal como se buscaba, sino que acabó haciendo también de Hamas una organización dictatorial y violenta, capaz de consumar asesinatos y secuestros tan odiosos como los de octubre de 2023. En una reacción explicable pero absolutamente desmesurada, Israel se ha enfrentado ahora a la misma organización violenta que contribuyó a generar. La ataca con métodos feroces que poco distan de los condenados por la opinión pública europea cuando eran empleados por Hamas. Partiendo del antecedente de los asesinatos selectivos de sus dirigentes y sus familias, se ha llegado en estos últimos meses a la carnicería masiva e indiscriminada de una población a la que se ataca sin tregua ni distinción en escuelas, hospitales, mercados, centros de acogida y otros lugares de refugio. Sin dejar en pie ningún vestigio de asentamiento habitable y organizado. Nos gusta repetir que la UE no es solo un acuerdo comercial entre mercaderes y que su identidad última se funda en los valores superiores de un complejo legado histórico, reformulado sucesivamente en una serie de tratados europeos que lo definen. En este legado figuran como componentes esenciales el respeto a la dignidad de la persona y la protección de sus derechos y libertades. La tardía y pusilánime reacción de las instituciones europeas ante la hecatombe de Gaza hace ahora muy difícil reivindicar aquella identidad y hacerla creíble. Ante la propia ciudadanía y ante la opinión pública de los pueblos de otros continentes que han tomado buena nota de esta pasividad. ¿Cabe alimentar todavía la expectativa de alguna reacción, por tardía que sea? Ya no restaurará ni reparará lo que se ha destruido en lo humano y en lo material. Tampoco servirá para rehabilitar suficientemente la reputación humanitaria de la UE. Pero podría ser indicio de que todavía subsiste algo de aquella presunta identidad europea. Lo demostraría la aplicación inmediata y contundente de sanciones económicas y comerciales -especialmente, el embargo de armas-, junto con una efectiva reclamación ante las jurisdicciones internacionales de las responsabilidades atribuibles al estado de Israel y a sus dirigentes por la comisión de crímenes de guerra y contra la humanidad. Son medidas requeridas para detener la matanza que contemplamos en Gaza y la deportación sistemática que se desarrolla en Cisjordania por parte del ejército de ocupación. Se dé o no esta reacción de la UE, hay que admitir que las bases que la sustentaban han quedado seriamente dañadas en su concepción democrática original. Después de Gaza, por tanto, parece imperativo reconstruir un nuevo proyecto europeo con la ambición social, política y moral que pretendían quienes lo concibieron en aquella Europa que despertaba de la pesadilla nazi-fascista. ¿Es posible imaginar que la reacción ante esta barbarie pueda ser a medio plazo la ocasión para refundar la idea europea, dándole más contenido social y solidario? Está por ver, en todo caso, si aparecerán ahora los líderes capaces de impulsarla o habrá que esperar a otra generación.
eldiario
hace alrededor de 22 horas
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