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En defensa del periodismo

Este oficio no tiene muchas reglas pero sí son claras y la cosa se tuerce mucho cuando hay políticos que quieren hacer de periodistas o periodistas que ejercen de políticos. Si, como ahora, se suman algunos jueces a la ecuación, el estropicio está aseguradoUna jueza imputa a un periodista de elDiario.es tras una queja de la pareja de Ayuso por las noticias de la causa contra el fiscal general No, el periodismo no es el mejor oficio del mundo, por más que lo proclamase García Márquez y se mitifique con aforismos como este y otros igual de rimbombantes. Lo que sí es cierto es que es un oficio, algo que a menudo olvidamos y no siempre de manera inconsciente. En tanto que oficio, se aprende con el tiempo e implica una cierta destreza así como el propósito de cometer los mínimos errores en la labor diaria. Parece fácil, pero les aseguro que no lo es. Descontemos a los compañeros que literalmente se juegan la vida para hacer su trabajo y centrémonos en los que con más o menos pericia intentamos explicar qué pasa cada día. No lo que nos gustaría que pasase, eso es otra cosa. Aunque cada vez más se confundan los términos. En tanto que oficio tiene también unas reglas. Tampoco se crean que muchas, pero sí han de ser claras. Hace más de tres décadas que se aprobó el primer código deontológico. Fue el del Colegio de Periodistas de Catalunya. Se ha ido actualizando con el tiempo y como punto de partida no está mal. Incluye principios básicos que van desde difundir únicamente informaciones contrastadas con diligencia y evitar la difusión de conjeturas o rumores como si se tratara de hechos a no usar expresiones injuriosas ni difundir datos imprecisos o sin base suficiente que puedan lesionar la dignidad de las personas y provocar daño o descrédito a entidades públicas o privadas. También está la clásica distinción entre información y opinión aunque me temo que esta es una batalla perdida ya hace tiempo. elDiario.es dispone también de su propio Estatuto, en el que establecemos nuestros principios editoriales así como los criterios éticos por los que nos regimos todos sus trabajadores. Que el periodismo es un oficio deberíamos tenerlo claro los que nos dedicamos a ello aunque es un punto de partida que también concierne al conjunto de la sociedad. Cuando se conciben las informaciones como un ‘a favor o en contra’ permanente y los lectores, oyentes o espectadores se convierten en hooligans, fracasamos todos. Porque perdemos el espíritu crítico que deberíamos cultivar en conjunto, más allá de ideologías. Entre todos deberíamos evitar alimentar nuestros “sesgos de confirmación”, esos que nos llevan a creer solo lo que queremos creer. Para combatirlos, en el caso de los periodistas, hay que recurrir a una sola emoción, la única que tiene que motivarnos: la curiosidad. Se trata de hacernos preguntas, intentar que sean las correctas y, en la medida de lo posible, encontrar las respuestas. Es lo que se espera de nosotros. Cuando los políticos quieren hacer de periodistas o los periodistas de políticos es que la cosa ya se ha torcido mucho. Los que cubrimos informativamente la etapa del procés sabemos muy bien qué implica eso. Si sumamos los jueces a la ecuación, el estropicio está asegurado. Vamos a un ejemplo concreto. Seis periodistas de distintos medios declararon ante el juez Hurtado que la información sobre el fraude a Hacienda de la pareja de Isabel Díaz Ayuso no les había llegado a través del fiscal general. Han dado fechas y horas para confirmarlo. Pero a este magistrado le ha dado igual. En su auto soslaya esta información, de hecho la atribuye a la “subjetividad” pero no aporta prueba alguna que les desmienta. Aun así se cuestiona el trabajo de estos periodistas y no solo desde algunos partidos sino también desde otros medios, algo que demuestra hasta qué punto quieren algunos degradar el trabajo de otros. Conste que esto no va de corporativismo sino de diferenciar entre la verdad y la mentira. Ciertamente, no nos lo ponen fácil porque intentar hacer bien el trabajo implica enfrentarse a personajes como Miguel Ángel Rodríguez, alguien que amenazó con “triturar” a elDiario.es por haber publicado una información impecable, la del fraude fiscal de la pareja de Ayuso, y que no solo sigue en el cargo como jefe de gabinete de la presidenta madrileña sino que sin su política de publicidad institucional no se entendería el nocivo ecosistema mediático que ha creado a su alrededor. Nocivo para el periodismo, pero no para él ni para su jefa. Con la intención de amedrentarnos, ahora Alberto González Amador ha logrado que la jueza impute a varios periodistas, entre ellos a nuestro compañero Alberto Pozas, por la filtración de las actas del registro de la Guardia Civil en el despacho del fiscal general. Es evidente que el panorama no invita al optimismo. Pero no queda otra que perseverar. El maestro Iñaki Gabilondo lo resumía muy bien en una entrevista reciente con Ignacio Escolar. “Hay que reafirmarse en los principios del periodismo. Sirve para que los ciudadanos tengan un conocimiento más preciso de los elementos que les afectan, para poder actuar en la sociedad con más conciencia y con más criterio. Este es nuestro trabajo. Hay un montón de gente que está haciendo eso. O sea, el mundo no es solamente un mundo de fake news. Hay también un mundo lleno de señales, de un periodismo excelente, decente y muy bueno”. Ese es nuestro camino.

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