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¿Qué ha hecho el mundo con Gaza? Nada

¿Qué ha hecho el mundo con Gaza? Nada
Si con 54.000 palestinos asesinados, 17.000 de ellos niños y la hambruna que padecen dos millones de personas, los mandatarios de la UE no son capaces de ir más allá es que no merecen ocupar los cargos que ostentan. La historia también les juzgará a ellos y esperemos que con la severidad que merecenIsrael continúa la entrega de ayuda humanitaria en Gaza pese al caos en la puesta en marcha de su polémico plan Netanyahu es un criminal de guerra. Un tipo deleznable capaz de defender que no hay hambruna en la Franja de Gaza mientras las imágenes de los niños que aún siguen con un hilo de vida le desmienten a diario y desde hace meses. No solo eso. Su ejército dispara a la gente que corre a por algo de comida cuando un camión aparece en las zonas convertidas en campos de concentración. Les matan de hambre, les matan con balas, les matan con bombas.  Ahmed Najar, analista financiero y político, publicó hace unos meses una carta en ‘The Guardian’ en la que describía la desesperación de su familia en Jabalia. “Ya hemos visto palestinos quemados vivos ante nuestros propios ojos. ¿Qué más tiene que pasar para que el mundo se preocupe? ¿Qué más tiene que presenciar Occidente antes de dejar de armar a Israel? Lo hemos visto todo: niños, bebés prematuros, incluso bebés asesinados. Hemos oído los informes de palestinos violados hasta la muerte, de familias hambrientas, de personas atrapadas en zonas bombardeadas, viviendo en condiciones que recuerdan de forma espeluznante a los campos de concentración. Y hace apenas unos días, vimos a palestinos quemados vivos en nuestras pantallas, en el Hospital Al Aqsa en Gaza. Y aun así, nada parece lo suficientemente horrible como para hacer que el mundo detenga esta locura. Nada”, relató Najar. Desde entonces han transcurrido ocho meses. Miles de muertos más. ¿Y qué ha hecho el mundo? Nada.    La periodista que mejor ha resumido la hipocresía del llamado Occidente con el genocidio al que estamos asistiendo ha sido Olga Rodríguez. La Unión Europea, más allá de los lamentos, no aplica sanciones a Israel, mantiene negocios y relaciones con este país y no cumple el dictamen de la Corte de La Haya en el que se solicitó a las naciones de la ONU “impedir relaciones comerciales y de inversión” que contribuyan a la ocupación ilegal israelí. Por lo tanto, la pregunta es la misma: ¿Y qué han hecho? Nada. Ni tan siquiera el sistema diseñado entre Estados Unidos e Israel para que entre algo de comida se salva. El director de la agencia de la UNRWA, Philippe Lazzarini, lo ha definido como “una pérdida de recursos” por cómo está organizado y por lo insuficiente que es. Mientras, esta agencia asegura tener miles de camiones esperando a una autorización para poder entrar y repartir la ayuda humanitaria que tienen preparada.  Hay quien todavía hoy no quiere llamarle genocidio. Está la fórmula utilizada por Josep Borrell, uno de los que empezó a hablar claro antes que otros, y que opta por referirse a “la intención de genocidio” de Israel. Otros prefieren denominarlo “limpieza étnica”. Lo que a estas alturas nadie debería negar es que se trata del exterminio deliberado de una población.  Es inaceptable y desde hace ya mucho limitarse a reconocer que Israel ha superado los límites, según la expresión utilizada por el canciller alemán Friedrich Merz, y a la vez descartar el embargo de armas o la aplicación de sanciones que reclaman ahora países como España. Pedro Sánchez volvió a pedirlo este miércoles en Bruselas.  Si a estas alturas no se han dado cuenta de que las palabras vacías no solo no sirven de nada sino que son directamente ofensivas es que están inhabilitados para estar al frente de unas instituciones. Primero apoyaron a Israel, después miraron hacia otro lado y 600 días más tarde se dedicaron a hacer declaraciones inútiles. Eso es lo que ha pasado hasta el momento. Si con 54.000 palestinos asesinados, 17.000 de ellos niños y la hambruna que padecen dos millones de personas no son capaces de ir más allá es que no merecen ocupar los cargos que ostentan. La historia también les juzgará a ellos y esperemos que lo haga con la severidad que merecen. 

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