cupure logo
quecondelpsoeunacatalánparagazaquélas

Las aulas del odio

Observo con inquietud cómo en muchas universidades se está instaurando un clima marcado por la intolerancia, la radicalización y el chantaje moral. El espíritu progresista de izquierdas exige cada vez más una tolerancia hacia posturas que, en realidad, no merecen ninguna comprensión, y con razón. Se espera seriamente que se tenga indulgencia con grupos antisemitas y extremistas que, bajo el pretexto de una supuesta 'solidaridad pro-Palestina', expresan abiertamente su apoyo a organizaciones terroristas como Hamás. Lo que antes eran espacios de libre y respetuoso intercambio de opiniones y formación académica se están convirtiendo en campos de batalla política, donde activistas radicales dominan el discurso y presionan a quienes piensan de forma distinta. Resulta especialmente preocupante que estas tendencias parezcan ser ampliamente toleradas por las autoridades universitarias. Recientemente presencié una imagen especialmente inquietante en Weimar. Allí, en las paredes de la universidad, colgaban grandes carteles de grupos comunistas y pro-palestinos, algunos con consignas radicales. Incluso un panel informativo de la ciudad, destinado a los turistas, estaba cubierto por completo de pegatinas y panfletos, hasta resultar irreconocible. En lugar de una atmósfera de hospitalidad cultural y apertura, uno se encontraba con una propaganda política unilateral y agresiva. Sobre la pequeña plaza universitaria habían colgado, atado con cuerdas, un gran cartel que cualquier transeúnte se veía obligado a mirar al pasar. En ese momento, me resultó infinitamente más grata la Theaterplatz con el monumento a Goethe y Schiller. Este tipo de situaciones sobrepasan desde hace tiempo los límites de una cultura de protesta cívica y moral y ya no tienen nada que ver con la libertad de expresión. Más bien son prueba de un peligroso desequilibrio. No es admisible que precisamente en las universidades, donde los jóvenes deberían formarse como ciudadanos responsables, se toleren condiciones tan antidemocráticas e intolerantes. Michael Ayten . Weimar (Alemania) En la plaza de Las Ventas se grita con frecuencia el 'Viva España', pero en las tardes que llevamos de feria ni una sola vez se ha tocado el himno nacional al inicio del festejo. Ni siquiera en un día tan señalado como es el 15 de mayo –fiesta de san Isidro, patrón de Madrid y tan significativo en muchos pueblos y ciudades de España– se han oído las notas del himno de todos los españoles. En oposición a muchas otras naciones, que tienen un envidiable amor y respeto por los símbolos que las representan, aquí parece que sentimos vergüenza de mostrar nuestra bandera o que suene nuestro himno en muchos sitios y ocasiones. En esta España cada día más dividida y con una democracia cada vez más cuarteada, muchos sectores políticos y sociales siguen pensando y creyendo que la bandera y el himno son cosas de 'fachas'. José Fuentes Miranda . Ávila

Comentarios

Opiniones