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El minifundismo de Trump

Galicia es de las regiones de Europa donde el minifundismo ha hecho mayores estragos. La tradición de dividir la herencia entre todos los hijos y la presión demográfica en el ámbito rural entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XX han hecho que muchos campesinos gallegos tuviesen que malvivir de una parcela de tierra muy pequeña, o de muchas pero dispersas y mal comunicadas, y eso afectó negativamente a la productividad y el desarrollo de la región. Trump está haciendo algo parecido con la economía internacional. Su visión es la del nacionalismo económico y la suma cero . Lo que es bueno para mi vecino tiene que ser necesariamente malo para mí, y viceversa. Esta mentalidad es la que hizo que millones de gallegos emigrasen a todas las esquinas del planeta y hasta la Luna (como dice la canción). El problema con Trump es que no es tan fácil escapar de sus políticas proteccionistas. A no ser, claro está, que uno sea amigo de Musk y que tenga billete para salir en la primera misión colonizadora de Marte. Sin embargo, para el resto de la población mundial, y para Europa, y España en concreto, el 'shock trumpiano' será altamente negativo. Después de los acuerdos e imposiciones de este verano, el arancel medio para vender productos en EE.UU. estará cercano al 18 por ciento (un 15 para los europeos), una cifra no vista en casi un siglo. Recordemos que este enero ese arancel medio era del 2,5 por ciento. Esto tendrá consecuencias en los precios. Trump piensa que esa subida la van pagar los importadores y los gobiernos de los otros países, pero el servicio de estudios de Goldman Sachs rechaza esa visión y piensa que el 60 por ciento de ese aumento arancelario lo van a pagar los consumidores americanos. Con este nivel de aranceles el hogar medio de los EE.UU. sufrirá una pérdida anual en su nivel adquisitivo cercana a los 2.400 dólares, según el 'Budget Lab' de Yale, un referente en este tipo de cálculos. En Elcano acabamos de publicar un estudio sobre las dependencias directas e indirectas que tiene EE.UU. con otras economías y nuestros resultados muestran que las dependencias son muy altas para China y Vietnam en bienes de consumo básicos, como son ropa, calzado, juguetes, televisiones y ordenadores. Es decir, estas navidades serán bastante más caras si Trump no revierte sus políticas. Y lo que vale para EE.UU. se puede extrapolar para gran parte del mundo. El minifundismo de la economía internacional va a hacer que se desacelere el crecimiento y el desarrollo y aumente la desigualdad, porque serán los que menos recursos y capacidades tienen los que más van a notar el shock. No solo es que preocupe la subida nominal de los aranceles. Lo más nocivo es la incertidumbre que generan las políticas de Trump, por cambiar constantemente según su antojo. El propio acuerdo entre la UE y Trump de este agosto puede convertirse en papel mojado este mismo septiembre. Esto genera un contexto muy difícil para la inversión a medio y largo plazo, y sin inversión se debilita el empleo, el consumo y el crecimiento. Según Moody's, a finales de este mes de agosto un tercio de la economía americana ya está en recesión, otro tercio está estancado y solo un tercio está expandiéndose. Pero, otra vez, lo más grave no son los números, sino el hecho de que Trump no los quiera aceptar y que haya despedido a Erika McEntarfer, la directora de la oficina de estadísticas de empleo de los EE.UU., y que quiera hacer lo mismo con la gobernadora de la Reserva Federal, Lisa Cook, para así conseguir una bajada de tipos de interés. El deterioro institucional y la deriva autoritaria son altamente preocupantes, y dañan la credibilidad de la mayor potencia económica y militar mundial y generan inevitablemente mucha preocupación. Trump está instaurando y normalizando la ley del más fuerte, tanto a nivel doméstico como en las relaciones internacionales, y por eso el acuerdo que la UE firmó con él este verano tiene consecuencias muy negativas. Aunque la Comisión Europea lo quiera vender como un mal menor, alegando que los aranceles son más bajos que los que van a sufrir otros países como China, Canadá, México y Suiza, y que además es muy improbable que se cumpla la promesa de comprar 700.000 millones de euros en gas e invertir 600.000 millones en la economía americana en los próximos años, el simple hecho de ceder a las amenazas de Trump y de cerrar un acuerdo unilateralmente con él, que rompe con el marco multilateral de la Organización Mundial del Comercio, es un duro golpe a la visión europea de establecer unas reglas del juego que valgan para todos. Además de consolidar el matonismo y el excesivo intervencionismo del estado en la actividad económica. Hubiese sido más coherente, y seguramente más efectivo, intentar crear una coalición de países que todavía creen en el liberalismo y aislar a Trump en su deriva arancelaria. Al fin y al cabo, EE.UU. solo representa el 15 por ciento del comercio mundial, y si todos los otros países estableciesen aranceles recíprocos a EE.UU., la presión sobre Trump sería enorme. Pero es muy difícil enfrentarse al garante de tu seguridad mientras Putin está avanzando en suelo ucraniano. Esto nos lleva al reciente discurso de Mario Draghi donde ha vuelto a insistir en que el tamaño económico no se traduce necesariamente en poder geopolítico. Durante demasiado tiempo en Europa se dejó de lado el pensamiento estratégico y la imbricación entre la política económica, industrial, comercial y exterior. Frente al minifundismo de Trump, ¿qué se puede hacer entonces desde la UE y España? Realizar muchas de las propuestas que propuso Draghi en su informe ya hace un año sería un gran paso en la buena dirección, pero en general, como establece el marco de seguridad económica y de autonomía estratégica de la propia UE, hay que actuar en tres frentes, y esto vale tanto para los estados, como las regiones, pero también para las empresas y hasta los individuos. Se trata de las tres pes. Potenciar, proteger y 'partenariar'. Aunque se podría añadir una cuarta: prepararse. Lo primero es entender lo que está pasando y dedicar recursos al análisis de las nuevas tendencias para estar mejor preparados. Después hay que desarrollar una política industrial inteligente para un mundo más incierto e inestable, marcado por la rivalidad entre grandes potencias y la transición digital y energética. Es decir, hay que volverse más competitivo a través de la innovación y la productividad. A la vez hay que proteger a nuestra industria de la competencia agresiva o desleal de los demás. Y sobre todo proteger, o en su caso empoderar, a los más desfavorecidos de nuestras sociedades. Y finalmente hay que diversificar los socios, buscar nuevas alianzas y mejorar no solo la manida colaboración público-privada, también la pública-pública (entre administraciones) y privada-privada (entre las grandes empresas y las pymes). En tiempos convulsos aunar esfuerzos es clave. En Galicia las comarcas que consiguieron la concentración parcelaria lograron mayor progreso. Las que no salieron del minifundismo se quedaron atrás. La Historia en esto es bastante implacable.
abc.es
hace alrededor de 7 horas
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