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Perelló se quedó corta

Perelló se quedó corta
Resulta raro que un procesado pueda utilizar su obligación legal de estar en estrados para ejercer su defensa ante el tribunal que ha de juzgarlo y que la presidenta del Supremo no pueda mentar al presidente del Gobierno y a sus ataques directos a los juecesLa presidenta del Poder Judicial pide frenar las “descalificaciones” a los jueces: “Son inoportunas y rechazables” “Par délicatesse J'ai perdu ma vie“ Rimbaud A los jueces de este país les tiran una galleta y mueven la cola. Es el hambre y la sed de justicia. Fíjense si son poco problemáticos que se declaran en público satisfechos y entusiastas con la institucional pero tibia defensa que la presidenta del Poder Judicial realizó frente al ataque brutal y organizado que desde los poderes públicos —léase el Ejecutivo y parte del Legislativo— se realiza contra ellos. Si bien el fiscal general, procesado por un presunto delito, no dudó en mentar el elefante en la habitación; Perelló diciéndolo casi todo soslayó su propio elefante que residía, obviamente, en las declaraciones del presidente del Ejecutivo realizadas tres días antes de este acto formal. No me malinterpreten, Perelló lo dijo casi todo solo que diluido, como si en vez de ginebra pura escanciara un gin tonic con especias y pepino. La presidenta del Poder Judicial y del Tribunal Supremo afirmó que la implantación de la ocurrencia de Bolaños de los tribunales de instancia les preocupa porque ha creado un desbarajuste, que faltan jueces por la escasez de plazas que convoca el ministerio y que el cambio de sistema de acceso que pretende aprobar en las Cortes preocupa a la carrera judicial porque supone que se rebajen los estándares de ingreso. Perelló dijo que no están contra las reformas si estas van en el sentido correcto ergo señaló que las propuestas por el ministro no lo son y que varias de ellas provocan legítima preocupación. Perelló consideró las declaraciones de Sánchez, de Bolaños, de Puente y del resto de ministros y algunos diputados como inoportunas y rechazables y señaló el peligro evidente de que destruyan la confianza del ciudadano en las instituciones lo que socava la democracia. Estas descalificaciones del gobierno de Sánchez, resaltó ante el Rey, no son propias de un estado de Derecho y no respetan el principio democrático de la lealtad institucional. La presidenta del Poder Judicial dejó claro que no se puede presionar, condicionar o erosionar la credibilidad de los jueces como se está haciendo y que la función disciplinaria del Consejo no abarca el proceso jurisdiccional, como se le ha llegado a pedir en los últimos tiempos por parte de instancias progresistas. A Peinado no le puede meter mano el Consejo por sus decisiones jurisdiccionales, les traduzco, eso solo lo puede hacer un tribunal superior.  Sí, Perelló dio un buen repaso aunque lo hizo de forma disimulada y tibia. Ella lo llamó institucionalidad. No sé yo si frente a una guerra declarada con esta defensa velada sirve. Porque todo lo que yo he resumido es verdaderamente una respuesta contundente frente a los ataques del Ejecutivo y, en concreto, del presidente del Gobierno, que probablemente hubiera sido más efectivo si hubiera optado por mencionar al elefante en la habitación, como no dudó en hacer García Ortiz.  Resulta raro que un procesado pueda utilizar su obligación legal de estar en estrados para ejercer su defensa ante el tribunal que ha de juzgarlo y que la presidenta del Tribunal Supremo no pueda mentar al presidente del Gobierno y a sus ataques directos a los jueces Peinado, Hurtado y Biedma y a todos los que en las Audiencias han resuelto sus recursos. Baste con apuntar que García Ortiz estuvo en el acto y el juez Hurtado, con buen criterio, se ausentó. A Perelló le competía proteger y respaldar a su magistrado y al resto puestos en solfa por el hecho de que sus procedimientos se dirigen contra personas o intereses que no convienen al poder político. Cuando Sánchez apunto a “una minoría” de jueces que “no aplican la ley” estaba llamando prevaricadores a un conjunto de jueces concretos, con nombres y apellidos, aquellos que instruyen procedimientos que le afectan.  Por eso las declaraciones del presidente no es que fueran “inoportunas”, adjetivo que da a entender que podrían ser oportunas en otro momento o circunstancia, es que fueron inaceptables. ¿Hay que ser tolerante con el intolerante? ¿Hay que ser institucional con quien no conoce la institucionalidad? Son preguntas sin respuesta unánime.  Isabel Perelló está llamada a dirigir una barca en la tormenta. Nadie lo duda. Por ese motivo debe emplearse a fondo en prepararse como timonel. Ha pasado un año desde que fue nombrada y no ha tenido tiempo de sobreponerse a su timidez ni de mejorar su lenguaje verbal y no verbal. No puede ser que el discutido fiscal general, que será juzgado en los próximos meses por el tribunal que ella preside, se mostrara resuelto, a cara descubierta, manteniendo las miradas, con frases alusivas a su situación personal y Perelló, sobre la que no pende duda alguna, se mostrase esquiva, con la mirada poco franca, volcada sobre sus papeles, casi con la cara oculta. Me consta que el CGPJ y el TS tienen buenos expertos en comunicación: la presidenta tiene que mejorar su dicción y su presencia en público y, si es preciso, debe cambiar el peinado y exigir otro tipo de atril para que su lenguaje gestual no transmita azoramiento, timidez y poca seguridad. Si hay un momento en el que el Poder Judicial precise de alguien que le eche un par de ovarios es ahora. Excelentísima, desde el respeto que me merece que es mucho, no dude en pedir ayuda e intentar mejorar ese handicap. No puede pasar todo el mandato sin dar entrevistas o hacer declaraciones, sin dirigirse al pueblo además de a los suyos, para que entiendan cuál es el papel de la judicatura y qué respaldo tienen para llevarlo a cabo.  A fin de cuentas, el esfuerzo de la apertura, que seguro que en su caso fue mucho, se quedó diluido en el mismo instante de realizarse. El Gobierno, Pedro Sánchez, sus ministros y sus seguidores van a seguir realizando el mismo tipo de manifestaciones “rechazables e inoportunas” sobre sus jueces a partir de ahora. La verdadera pregunta es qué respuesta real va a dar el CGPJ, cuya principal razón de ser reside en la defensa de la independencia judicial y no en ser una agencia de colocación para los jueces de las dos principales asociaciones judiciales que tienen como válidos a los dos bloques inamovibles que lo conforman. Si, como Perelló apunta, estas descalificaciones son impropias del Estado de Derecho y ponen en riesgo la independencia de los jueces y la confianza de los ciudadanos en las instituciones, algo estará llamada a hacer, más allá de dar discursos institucionales.  La tensión va a ir a más, puesto que los jueces, como señaló Perelló, no van a dejar de hacer su trabajo y al Gobierno no va a dejar de incomodarle. Nada terminó en el acto. Sé que lo tiene difícil, que los dos bloques politizados de vocales la emparedan, que su talante es mediador y conciliador pero también que la situación es tan grave como ella la pinta y que en tiempos en los que la tempestad arrecia, los capitanes deben ser resolutivos y valientes. Suerte, excelencia, necesitamos que la tenga.

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