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El rapto de Europa

El rapto de Europa
Esta postración ante Estados Unidos sorprende ante los signos evidentes de la debilidad económica de un coloso que no lo es más que el potencial titán europeo, porque sus indicadores son peores que los comunitariosAcuerdo UE-EEUU: el Tratado de la Humillación Atlántica Un toro blanco, hermoso, Zeus encarnado, seduce a una princesa fenicia, Europa. Es engañada. Hemos visto la reedición mitológica en Escocia, hace unos días: un elefante republicano –en este caso, nada hermoso– ha acabado por persuadir a una Europa sin capacidad reactiva, entregada. Engañada. Y es que Trump ha ganado el pulso a Von der Layen. El encuentro, realizado en territorio europeo, pero en la propiedad del magnate –uno de sus campos de golf–, supuso una puesta en escena que fregaba claramente la humillación de la dirigente comunitaria, generosa en exceso a los deseos de Trump. Un desequilibrio lacerante para los intereses del viejo continente. Porque este desenlace significa, claro y raso: que Europa paga, y que Estados Unidos recauda. Los productos europeos, que tenían unos aranceles del 1,47%, se alzarán a una media del 15%, sin contrapartida por parte de Estados Unidos. En paralelo, Europa se compromete a comprar armamento y energía al país norteamericano. Un negocio redondo para la administración estadounidense. En esta negociación no ha habido equilibrio alguno. Se ha dinamitado la teoría del equilibrio de John Nash, que dice que el equilibrio se da cuando no existen incentivos para que ningún jugador cambie su estrategia, dado que cualquier cambio unilateral desembocaría en un peor resultado para ese jugador. Es pura teoría de juegos. Von der Layen ha variado, de manera unilateral, su estrategia de mantener una firmeza económica frente a Estados Unidos, teniendo en cuenta la variabilidad de situaciones comerciales entre los estados miembros y la potencia americana. Si el temor era evitar una guerra comercial, ese objetivo es fallido: ya existe. De alguna forma, la presidenta de la Comisión Europea ha asumido el relato de Trump, focalizando su obsesión en la balanza comercial –y no en la de capital y servicios, donde existe una clara ventaja estadounidense, algo incomprensible que esa tecla no se haya pulsado por parte de los negociadores europeos–, de manera que lo que se persigue es atenuar desequilibrios comerciales aparentes en las relaciones entre Europa y Estados Unidos. Se ha caído en una trampa, auspiciada por la cuestión de la defensa europea y las promesas de ayuda de un presidente de Estados Unidos cuya palabra vale más bien poco. Como la de Zeus en su desigual relación con la princesa fenicia. La fiabilidad que tiene es muy baja, a tenor de lo que vamos conociendo. Pero, además, las consecuencias negativas para Europa se pueden extender a los procesos de negociación con otros partners: qué mensaje se les va a trasladar si no es el de la debilidad, para avanzar en otros escenarios de intercambios económicos. Estamos ante una nueva cesión a Trump, cuyas formas y narrativas van cosechando éxitos. La OTAN ya se plegó a sus caprichos con el absurdo 5% en gasto militar sobre PIB –con la honrosa excepción de España–. Tantas genuflexiones dañan no solo las rodillas, sino el espíritu europeo, si es que puede ser invocado. Y esta postración ante Estados Unidos sorprende ante los signos evidentes de la debilidad económica de un coloso que no lo es más que el potencial titán europeo, porque sus indicadores son peores que los comunitarios en buena parte de sus expresiones (PIB, inflación, comercio, fortaleza industrial, confianza monetaria), con tres aspectos determinantes: —La desindustrialización de Estados Unidos no se va a corregir con políticas proteccionistas, habida cuenta los procesos de deslocalización realizados por importantes empresas norteamericanas. Es más, esto va a consolidar una senda inflacionista que impactará sobre el consumidor local estadounidense. Esto lo ve claro la Reserva Federal, que ralentiza la bajada de tipos de interés soportando la lluvia de insultos de Trump al presidente de la FED Jerome Powell. —Los movimientos de Trump están cebando la debilidad del dólar –algo que parece perseguir el magnate–, pero, al mismo tiempo, están arrinconando su moneda como refugio, en favor del euro. No es gratuito pensar en la utilización de una herramienta clave, fundamental: la emisión de eurobonos, tal y como señalan en un reciente trabajo Olivier Blanchard y Ángel Ubide. —Los fondos de inversión se retraen de Estados Unidos, y parte de ellos se canalizan hacia Europa. Esto lo estamos viendo en variables sobre acciones, fondos soberanos, de alto rendimiento y en grado de inversión. Desde marzo hasta junio de 2025, el aspecto de todos esos fondos por Europa está ganando terreno, ante la volubilidad de las decisiones de Trump. Es decir, mientras observamos dificultades en la economía de Estados Unidos, que pueden agravarse con los despidos masivos y el descontento que ello puede generar en segmentos de población; mientras apreciamos cómo la administración Trump ataca infraestructuras básicas de la ciencia, las universidades, los institutos de investigación, recortando importante recursos e hipotecando el futuro económico; mientras Estados Unidos se va autoaislando con estas políticas que alimentan la des-regulación, las privatizaciones, el ataque a los derechos humanos, la justificación de genocidios y su apoyo; mientras todo esto está sucediendo y señalando la debilidad de ese coloso con pies de barro, Europa agacha la cabeza y no es capaz de, a pesar de su desunión en muchos ámbitos, dar un golpe sobre la mesa. Y sí: negociar. Y hacerlo en clave del equilibrio de Nash. No dejándose llevar por la llamada de ese elefante oscuro que invita a cabalgar a la princesa europea sobre sus lomos para llevarnos no a una Creta agradable, sino a una situación de debilidad manifiesta más propia de las puertas del Averno.
eldiario
hace alrededor de 14 horas
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