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Europa de marca blanca

Europa de marca blanca
No nos hace falta estar dónde se negocian las cosas porque ya nos representa Donald Trump, por el —aparentemente— módico precio de gastar un 5% del PIB en compras al complejo militar industrial norteamericano. Él amaña y la UE blanquea, el combo perfecto Arreglado lo de Gaza, ahora vamos a por lo de Ucrania, proclama Donald Trump, mientras se cabrea con los periodistas que le incomodan con preguntas sobre qué va a pasar ahora que ya no quedan más rehenes ni cadáveres para entregar y a Benjamín Netanyahu le vuelven a visitar los fantasmas de sus corrupciones pasadas. Europa no hace ninguna de esas preguntas incómodas. La UE calla y aplaude.  Ayer fue Gaza, mañana será Ucrania. A Europa le valen las paces que no merecen ese nombre del emperador naranja porque, contrariamente a lo que suele afirmarse, sí tenemos una política exterior común. Se rige por un principio fundamental: lo que nos resulte más cómodo. De lo que un día la Unión aspiró a representar quedan los documentales de la Dos. La política exterior Comunitaria se está convirtiendo en la marca blanca de la política exterior norteamericana: un poco menos de fuerza bruta y bombardeos indiscriminados, un poco menos de lenguaje imperial, un poco más de retórica humanitaria con unos toques de derecho internacional y las mismas ganas de hacer buenos negocios inmobiliarios y militares. No nos hace falta estar dónde se negocian las cosas porque ya nos representa Donald Trump, por el —aparentemente— módico precio de gastar un 5% del PIB en compras al complejo militar industrial norteamericano. Él amaña y la UE blanquea, el combo perfecto. La mal llamada paz de Gaza les vale a nuestros gobiernos porque les ha quitado la presión de la calle y a nosotros las imágenes insoportables en los telediarios sin tener que gastar un euro más, sin tener que implicarnos en lo que sea que vaya a suceder, pues ya se ocupan Trump y Netanyahu. Todos ganamos menos, como siempre, los palestinos. La presunta paz que pueda pactarse para Ucrania nos valdrá si cumple las mismas condiciones. Por eso Europa no estará en la cumbre de Budapest, pero si lo estará Viktor Orbán, el delegado in pectore de Donald Trump y Vladímir Putin para asuntos europeos. Putin lo sabe y por eso acudirá a la cita con la tranquilidad del señor feudal que viene a repartirse el botín con el otro señor feudal, entre el júbilo y el alivio de sus vasallos por el fin de la guerra. Los palestinos nos dan mucha pena y los ucranianos son todos unos héroes, pero, oye, lo que no puede ser, no puede ser; hay que ser realistas. Igual que Netanyahu se ha quedado con el protectorado de Gaza, Putin se dispone a negociar el protectorado de Ucrania mientras la UE echa cuentas y lo legitima todo con su presencia y su evidente alivio. Puede que Ucrania sea nuestra frontera, pero nos sigue quedando muy lejos para entender tan bien como el presidente ruso lo que eso significa exactamente. Lo importante es acabar con tanto sufrimiento nos dicen, cuando, en realidad, el sufrimiento no se acaba, sólo lo retiran de nuestras pantallas. Pueden preguntarles a los palestinos por el final de su sufrimiento si no me creen. Las bombas de Netanyahu ya vuelven a llover sobre el sur de Gaza. No ha tardado ni una semana. En política exterior lo barato siempre acaba saliendo caro; está en los libros de Historia.

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