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Gaza y el hambre como castigo político

Gaza y el hambre como castigo político
Provocar inseguridad alimentaria y hambre en Gaza ha sido un proceso evolutivo y planificado desde los gobiernos de Israel. Todos los informes de los organismos dedicados a este tema han ido señalando el aumento progresivo y provocado de la falta de alimentos en este pequeño territorio Todos hemos visto ya las constantes imágenes de miles de personas de Gaza haciendo cola, o peleándose, para obtener un poco de comida, y también de los niños esqueléticos y los primeros muertos por inanición, cerca de un centenar, en un episodio de hambruna pocas veces vista desde hace décadas, y todo por la decisión de Israel de impedir la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, y con el propósito de matar o desplazar al exterior al conjunto de la población palestina, en una limpieza étnica de manual. Israel ha impuesto un bloqueo total a Gaza, restringe la entrada de alimentos, obliga a cerrar las panaderías por falta de combustible y practica el hambrear, esto es, provocar hambre de forma expresa, como arma de guerra y como castigo político hacia toda la población palestina, no sobre Hamás. Se ha llegado a un punto en que, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), comenzó en abril las audiencias sobre las continuas y severas restricciones impuestas por Israel al trabajo de la ONU y otras organizaciones internacionales en Gaza y los Territorios Palestinos Ocupados. Los actos faminogénicos no pueden quedar impunes. Todo lo dicho sobre la situación actual, sin embargo, no es más que la culminación de un proceso político para hambrear a los palestinos, que empezó hace casi dos décadas, y que en 2020 ya expliqué en un libro que justamente se titulaba “Matar de hambre”. Voy a explicar lo que ha ido sucediendo en estos años, para que se vea la desidia de tal proyecto de crueldad política. Ya en la segunda Intifada, concretamente en abril de 2002, la FAO advirtió que aumentaba el hambre y la malnutrición en la población palestina de la franja de Gaza y Cisjordania. El bloqueo total que estaban sufriendo paralizó la economía palestina, dependiente en gran medida de Israel y ya seriamente afectada por los frecuentes cierres de fronteras, hasta el punto que se encontraba en aquellos momentos en una grave recesión, con millones de personas empobrecidas y en situación de extrema inseguridad alimentaria. La FAO recordó que, restringiendo severamente el acceso de los palestinos a los mercados internacionales, Israel se había convertido en el único proveedor de alimentos en Palestina, siendo así responsable de más del 95% de las importaciones agrícolas totales de Gaza y de casi el cien por cien de sus exportaciones. El resultado era que el cierre de estas fronteras estaba teniendo consecuencias extremas para la seguridad alimentaria del pueblo palestino. Desde hace mucho tiempo se ha seguido un patrón estratégico para hambrear a Palestina, y en especial a Gaza, mediante la apropiación de tierras y agua, la limitación de la costa marítima apta para pescar, el control restrictivo de sus exportaciones y la destrucción productiva agrícola. Seis años más tarde, y tras una escalada de las hostilidades en junio de 2007, de nuevo la FAO señaló que, desde el estallido de la segunda Intifada, en 2008 Cisjordania y la franja de Gaza siguieron sufriendo graves consecuencias económicas, humanitarias y sociales. El principal factor de la inseguridad alimentaria palestina era de carácter político. El aumento de los puestos de control en Cisjordania, los frecuentes cierres del cruce de Karni, la restricción de la circulación de personas y bienes, la expansión de los asentamientos y la falta de acceso a recursos clave, eran procesos que perpetuaban la crisis de los medios de subsistencia. El aumento de los precios de los alimentos y los productos básicos, la caída de los ingresos y el desempleo generalizado estaban poniendo en peligro los medios de subsistencia de los palestinos corrientes, lo que conducía a la deuda y a la inseguridad alimentaria. El 59% de los hogares palestinos dependían del crédito para comprar alimentos, mientras que la inseguridad alimentaria afectaba al 38% de la población. La seguridad alimentaria en Palestina dependía en gran medida de las importaciones de alimentos, ya que la producción local cubría menos del 5% del consumo de cereales básicos y legumbres. Mediante la denegación de permisos, los cierres prolongados y las confiscaciones de tierras persistentes, la población local del Valle del Jordán quedó aislada de los servicios básicos y la ya de por sí frágil economía se estaba ahogando.  A finales de 2011, la FAO advertía que el conflicto continuaba aniquilando los medios más básicos de las familias para dedicarse a la agricultura. En aquel año aumentó la destrucción de las estructuras de los medios de subsistencia agrícolas, como los cobertizos de animales y las cisternas. La erosión de los medios de subsistencia dejaba a las familias sin medios para adquirir productos alimenticios suficientes y nutricionalmente diversos, obligando a los más pobres a adoptar estrategias de supervivencia negativas, como la venta de activos productivos y la renuncia a gastos vitales, como la salud y la educación, que siempre aumentan su vulnerabilidad. Es un círculo vicioso que profundiza la pobreza y disminuye la autosuficiencia. En 2014, más de una cuarta parte de los hogares palestinos estaban clasificados como en situación de inseguridad alimentaria, lo que representaba alrededor de 1,6 millones de personas. Se dividían en partes iguales entre personas con inseguridad severa o moderada.  En 2018, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) describía a Palestina como un territorio en que casi un tercio de la población no disponía de los medios para adquirir alimentos nutritivos. La inseguridad alimentaria era elevada entre las mujeres -el 32% de las familias encabezadas por mujeres padecían inseguridad alimentaria- y especialmente en la franja de Gaza, donde alcanzaba su punto máximo, con el 54%. Las condiciones humanitarias en Gaza -donde la pobreza y la inseguridad alimentaria afectaban al 53% y al 68,5% de la población, respectivamente- seguían deteriorándose a un ritmo alarmante tras el colapso de todos los sectores productivos, servicios sociales básicos e infraestructuras.  He explicado someramente lo que ha ido sucediendo a lo largo de los últimos años, para entender que el provocar inseguridad alimentaria y hambre en Gaza ha sido un proceso evolutivo y planificado desde los gobiernos de Israel. Todos los informes de los organismos dedicados a este tema, han ido señalando el aumento progresivo y provocado de la falta de alimentos en este pequeño territorio. El panorama aquí descrito no puede entenderse con el puro análisis político convencional, pues las sistemáticas violaciones y el indisimulado desprecio de las normas más elementales del derecho humanitario, o de la simple humanidad que debería caracterizar a los seres vivientes, desaparecen por completo en el caso palestino, y en especial en Gaza, donde se han superado todas las estrategias elaboradas para hacer el mayor daño posible a la población civil. Disponemos de infinitos ejemplos de casos y conocemos muy bien el alto coste que se paga al obstinarse en seguir este macabro juego, especialmente cuando una de las partes, Israel, tiene como norma hacer pagar por multiplicado cualquier agresión. Aunque el conjunto de Palestina paga por ello, las diferentes realidades políticas y económicas de Cisjordania y Gaza se han cebado en esta última región, al estar doblemente prisionera, por Israel y también, aunque en menor escala, por la estrategia de Hamás, en un círculo vicioso de retroalimentación, y con el castigo del hambre, en todas sus variantes y planificado desde Israel, como una forma de vida precaria instalada de forma permanente en la maltratada población de Gaza, y en donde el hambre como escarmiento político-estratégico, por desgracia juega un rol determinante de esta sinrazón.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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