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Europa y el fin del nazismo merecen más que un recuerdo

Europa y el fin del nazismo merecen más que un recuerdo
Europa seguiría siendo una buena idea si retomara su espíritu y se librara de lacras. La derrota del fascismo lo fue hace 80 años pero se precisa un potente rearme de democracia también. No es tiempo de celebrar aniversarios solo sino de actuar recobrando al menos lo que hubo Se acumulan en torno a una fecha varios asuntos que celebrar o que reivindicar y hay que buscar la brújula para localizarlos en su justa ubicación. Hay un nuevo Papa de la Iglesia Católica, León XIV, que parece responder al proyecto de su predecesor, Francisco, de buscar algo más de apertura en la anquilosada institución vaticana que no por ello implica dejar de ser lo que es como ente religioso secular. Al menos -y es mucho- han sido derrotados los ultras, que se mantenían ojo avizor para retomar todo el poder. Robert Prevost, un sacerdote que se curtió codo a codo con el pueblo llano de Perú, parece tener la mesura y preparación intelectual óptimas para el puesto. Es buena señal en este cúmulo de acontecimientos que se conmemoran, para ver si fuera posible retomar su espíritu tras un concienzudo análisis de la realidad actual. El 9 de mayo de 1945, hace 80 años, terminó la II Guerra Mundial. Ese día se firmó la derrota del nazismo que la había desencadenado. Fue el ejército soviético el que entró en Berlín venciendo a Alemania y dando por terminada la brutal contienda que masacraba Europa. Berlín quedó dividida entre los aliados. La derrota del nazismo es algo para celebrar, con todo tipo de parabienes. Y Moscú lo ha hecho durante años, es día festivo en Rusia. Si España no hubiera tenido que ver morir en la cama al dictador Franco, tras la guerra que inició y ganó y`prolongó en 40 años de dictadura, igual también lo celebraría. Pero no es el caso y menos habiendo dejado intacto tanto reducto del franquismo. Cinco años más tarde del fin de la guerra, en 1950, en esa misma fecha del 9 de mayo, el ministro francés de Asuntos Exteriores Robert Schuman formuló una propuesta histórica, basada en “la solidaridad de los hechos”, dijeron. Llena de acuerdos de cooperación y paz, daría lugar a lo que hoy es la Unión Europea, tras diferentes fases y ampliaciones de sus miembros. Europa era otra gran idea, máxime para los demócratas españoles. Nuestra entrada en 1986 trajo todo el aire fresco de la democracia que soñamos y hasta los fondos aportados por la hoy UE construyeron carreteras y nuevos objetivos y nos guiaron a la modernización. Aquella Europa ya no es lo que fue, ni siquiera ha terminado nunca de cuajar como un club de iguales entre los países que la componen. Pero, sin la menor duda ,ha aportado los valores que crea el fondo de los pueblos con tanta historia. Hace tiempo que comenzó la deriva. Merecería la pena ver con profundidad cómo y por qué fue cayendo en lo que hoy es. Influyó que su Parlamento se fue tiñendo de azul conservador. Hasta la Europa de los 15 (1999) la mayoría, 11 gobiernos, eran socialdemócratas. 2008 marca un nuevo giro de tuerca: imponen la austeridad para que los ciudadanos paguen la crisis del capitalismo de 2008, se intensifica la persecución de migrantes y refugiados, y van entrando a buen ritmo en el Parlamento los fascismos. Varias veces se estuvo a punto de echar a Orban cuando ya destruía derechos en el propio ordenamiento jurídico. El PPE lo apoyaba, y el español fue decisivo para que no le sancionaran con dureza. Pablo Casado se negó a a firmar una carta con 13 partidos del propio PPE que pedían expulsar a Orbán de la Unión Europea. Ahora tenemos los fascismos hasta en la cocina. Ha sido un paseo triunfal y eso se paga. La inmensa reacción al nazismo y a la sanguinaria segunda guerra mundial se ha desvanecido. Han sido 80 años, claro, y, con ayudas, se va borrando la memoria de los hechos. La Europa Unida vuelve a querer y tener campos de concentración y a acrecentar la desigualdad. Nunca dejó de ser la Comunidad Económica como nació, pero ahora también la han tomado “los mercados”, igual que de habitual sucede en Estados Unidos. Tiene una marcada dependencia de Washington. Y mantiene relaciones con Israel que se nos atraviesan a muchos. Todavía no se ha modificado el texto que asegura compartimos con el país de Netanyahu “valores de democracia, respeto por la libertad y el imperio de la ley”. Si bien justo ahora se está hablando de una cierta revisión. Claro que los europeos atesoramos valores. Porque nacimos con ellos, porque están en cada libro que se escribió, piedra que se levantó, en la música y el arte, en la creación de la filosofía o el derecho, en los grandes movimientos como el Renacimiento o la Ilustración y tantas otras cosas, aunque muchos ni se enteren. Y es un bagaje que ni la burocracia de Bruselas puede destruir. Europa seguiría siendo una buena idea si retomara su espíritu y se librara de lacras. La derrota del fascismo lo fue hace 80 años pero precisa un potente rearme de democracia también. Trump y Putin no son precisamente los mandatarios idóneos para el cambio de rumbo que la sociedad precisa. El estadounidense corta lazos con soberbia, luego rectifica y aumenta la deriva. El ruso anda creando una nueva mayoría, como se ha visto este viernes en Moscú en las celebraciones del Día de la Victoria, despreciada por los exquisitos que no se enteran de nada. Europa sigue ausente en su altivez.  No le vendría nada mal desmontar sus clichés y asumir en serio cuál es el mundo en el que vivimos. El Papa León XIV estaba en la lista negra de Steve Bannon: “Por desgracia es de los más progresistas”, dice. Todo progresismo es mucho en estos tiempos. Esta es la tarea más urgente desmontar por completo los fascismos y taponarles las entradas por las que en cuanto pueden, entran como las plagas. Es una grave imprudencia reivindicar que la democracia respete a quien la hiere.No es tiempo de celebrar aniversarios tan solo sino de actuar recobrando al menos lo que hubo.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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