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La Europa que viene

La Europa que viene
El debate sobre una defensa común europea que sea disuasoria y funcional —al margen del concurso de los EEUU— es necesario y urgente, pero no agota ni puede sustituir al debate sobre la Europa que viene Nueve de mayo. Un año más, se conmemora el Día de Europa. Pero no se trata de un año más para Europa. Al contrario, la Unión Europea se encuentra en la encrucijada. O bien avanza decididamente en su integración política y sienta firmemente las bases de su autonomía estratégica, o bien los bloqueos e indecisiones que a menudo la han lastrado pueden suponer ahora el triunfo de aquellos intereses que, desde dentro y desde fuera de la Unión, pretenden demolerla. Durante el año 2024 se publicaron tres informes de gran impacto sobre algunos de los principales puntos débiles de Europa en el contexto económico y geopolítico actual. Primeramente, el informe de Enrico Letta sobre el mercado único. En segundo lugar, el informe de Mario Draghi sobre la competitividad europea. Finalmente, el informe de Sauli Niinistö sobre la seguridad europea. Hay lecciones a aprender del Brexit. De lo que se dio en llamar crisis de los refugiados. De la pandemia. Del auge de la extrema derecha global y europea. De la guerra en Ucrania. Del genocidio en Palestina. Del cambio de paradigma geopolítico acelerado por el segundo mandato de Trump en EEUU. En el pasado reciente de la Unión, se han adoptado medidas inéditas hasta entonces, como la emisión de deuda mancomunada para financiar programas como los Fondos Next Generation EU. En marzo de este año, se presentaba el plan de rearme europeo, también de carácter inédito hasta la fecha. El debate sobre una defensa común europea que sea disuasoria y funcional —al margen del concurso de los EEUU— es necesario y urgente, pero no agota ni puede sustituir al debate sobre la Europa que viene. El embrión de lo que es hoy la Unión Europea se gestó para afianzar la paz entre Estados que se habían estado desangrando por siglos, periódicamente, en guerras cada vez más mortíferas y horribles. También con la ambición de garantizarla en las relaciones internacionales, más allá de los Estados miembros. La historia de las luchas sociales en Europa dio pie, en el contexto del fin de la Segunda Guerra Mundial, a un proyecto europeo que aspiraba a combinar un sistema de libertades civiles y políticas con una economía social de mercado. A pesar de todas sus limitaciones, disfunciones, insuficiencias y no pocas contradicciones, el modelo social europeo no encuentra parangón. La actual ola reaccionaria aspira no sólo a la destrucción del carácter social de los Estados europeos —como su anterior iteración neoliberal— sino que impugna su propio carácter democrático y de paso pretende eliminar o desnaturalizar completamente el proyecto de construcción europea. Escribía Keynes, en 1942, cuando Europa estaba inmersa aún en plena devastación de la Segunda Guerra Mundial, “no temamos los planes grandes y audaces. Que nuestros planes sean grandes, significativos, pero no precipitados”. Se trata del mismo artículo en el que nos dejó un célebre aforismo: “Cualquier cosa que podamos hacer de verdad nos la podemos permitir”. A nuestro modo de ver, el aforismo nos da la medida de la ambición que debe presidir la nueva fase de la construcción europea. Hay que construir las mayorías sociales y políticas para hacer posible lo necesario, pese a la dificultad que supone la actual correlación de fuerzas entre las grandes corrientes ideológicas en la propia Unión Europea. La mejor defensa del carácter democrático de nuestras sociedades consiste en profundizar en el carácter social de la Unión Europea y de cada uno de los Estados que la integran. Por todo ello, debemos luchar por una auténtica autonomía estratégica, incluyendo un proceso de reindustrialización y una clara apuesta por la autosuficiencia energética mediante las energías renovables. Una política de seguridad desde la perspectiva de la seguridad humana, con políticas para ahondar en la convergencia social europea y, como reclaman muchos alcaldes y alcaldesas europeos, con el de Barcelona a la cabeza, con políticas de vivienda ambiciosas financiadas por la Unión Europea. Las izquierdas y el conjunto de las fuerzas progresistas europeas debemos estar presentes en la transformación en marcha del proyecto europeo, viéndola como una oportunidad para enmendar errores y contradicciones y para desarrollar el proceso de integración europeo hasta sus últimas consecuencias, construyendo una Europa federal, democrática y social, a la que Catalunya y el conjunto de España tienen mucho que aportar. Europa, dejó escrito Jean Monnet en sus memorias, se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones aportadas para superarlas. Hay, pues, trabajo de forja por hacer. Soufflons nous mêmes notre forge.
eldiario
hace alrededor de 11 horas
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