No es aeropuerto para pobres

Crece el número de personas sintecho en Barajas, otra muestra de la creciente desigualdad y la crisis de vivienda que están dejando a cada vez más gente en los márgenes. Pero la única solución que pedimos es que los echen No sé si alguna vez has pasado la noche en un aeropuerto. Un vuelo retrasado, cancelado o que sale tan temprano que te trae más cuenta dormir en la terminal. A veces una huelga, un temporal o un apagón, como el de hace diez días. Resignado, te buscas un rincón tranquilo, o por el contrario una zona concurrida si te da más seguridad estar acompañado. Empiezas sentado en un asiento duro. Luego te tiras al suelo, te vas recostando, apoyado en la mochila que acaba de almohada, cambias de postura, te molestan la luz y el ruido, te levantas y estiras el cuerpo dolorido, comes algo de las máquinas de vending, te lavas los dientes en un baño, buscas dónde cargar el móvil. Una noche de mierda. Si la pasaste alguna vez, imagínate una noche y otra, y otra, durante meses. Años. Así están cientos de personas sintecho que duermen todas las noches en Barajas, sobre todo en la T4. El aeropuerto no cierra, a diferencia de las estaciones de tren. Tampoco tiene control de acceso, y la maleta o mochila con todas tus pertenencias, que en otros espacios te vuelve sospechoso, aquí es la llave de entrada. Los baños siguen siendo gratis, a diferencia de Atocha, donde hace años que cobran entrada para alejar indigentes. Se está caliente y más seguro que en la calle. Y más importante: nadie te echa si te quedas a dormir, como sí hacen en tantos espacios públicos. Pero claro, un aeropuerto no es un albergue de indigentes, es intolerable. Puerta de entrada del turismo. Zona de paso de la elite laboral y empresarial que coge aviones como otros autobuses y siempre les espera un chofer con un cartelito. Territorio de los beneficiados de la globalización, la apertura de fronteras y la democratización del viaje, coleccionistas de imanes de nevera. Equipos de fútbol que van y vienen, grupos de hinchas que los reciben. También migrantes, claro, y algunos acaban tarde o temprano durmiendo en el aeropuerto. No puede tolerarse que Barajas se llene de sintecho. De pobres, por decirlo claro. Aeropuerto y pobre son términos incompatibles, es un espacio público pero creado exclusivamente para quien tiene dinero, más incluso que un centro comercial donde puedas pasear sin comprar. No es aeropuerto para pobres. Si estuvieran repartidos por la ciudad no molestarían tanto. Normal que estos días salte la alarma en los medios ante la falta de soluciones: degradación, decadencia, descontrol, vergüenza, aterrador panorama, ciudad sin ley, tercermundista, daño a la imagen de país, amenaza para el turismo, los indigentes se adueñan de Barajas, terminal zombie. Copio tal cual de titulares de estos días, en noticias que hablan de inseguridad, agresiones, robos, prostitución, mafias, adicciones, enfermos mentales, ex presidiarios, chinches, piojos… Normal que todos propongan la misma solución: que los echen. No que se haga cargo alguna administración, los servicios sociales, que les ofrezcan alternativas, que reciban ayuda y sean tratados con dignidad, no: que los echen. Que los quiten de la vista pero de verdad, no vale con esconderlos en una zona sin paso, como ya han hecho. Otro día hablamos del aumento de personas sin hogar en las ciudades, de cómo la desigualdad social está dejando a cada vez más gente en los márgenes, y del sintecho como último y dramático eslabón de la terrible crisis de vivienda (entre los durmientes hay trabajadores precarios, con contrato y sueldo pero sin una mala habitación). Otro día. Hoy nos basta con que el ayuntamiento, AENA y quien corresponda se pongan de acuerdo, dejen de quitarse el muerto y de señalar al otro, asuman sus responsabilidades, intervengan, los saquen de allí (como los echaron del aeropuerto de Barcelona justo antes del Mobile World Congress), restituyan el aeropuerto a su estado natural, limpio y seguro para quienes de vez en cuando tenemos que dormir una noche, una sola noche, una noche de mierda pero es nuestra noche de mierda.

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