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Europa: tema y variaciones

Su Majestad el Rey, fiel a la cita y al legado de sus antepasados, entrega hoy el premio Carlos V Academia de Yuste a Josep Borrell. Este proyecto, inspirado en la Academia de Platón, fue concebido por el antropólogo y pensador José Antonio Jáuregui. Sirvan estas líneas y el título que las encabeza, prestado de una de sus obras originales, como reconocimiento y homenaje a su memoria. Abel Matutes recordaba que Europa, en la mitología griega, era una doncella fenicia raptada por Zeus. Pero, al igual que en la mitología, Europa pierde la gracia de los dioses y es abandonada a los malos vientos de Pandora. Zeus se transforma en Toro y embiste bajo la forma de dos terribles guerras mundiales, que dejan un continente destruido en sus esencias físicas y morales. Los hombres y mujeres de mi generación, gracias al genio de los Padres Fundadores, hemos disfrutado del período más dilatado de paz, estabilidad, progreso y bienestar de la historia de nuestro continente. Este proyecto arranca con la Declaración Schuman, cuyo 75 aniversario hoy conmemoramos y que antecede al Tratado de Roma, que crea el Mercado Común. Pero ya no nos definimos en Europa solamente como consumidores de un gran mercado, sino como ciudadanos de una Unión. Hay un salto social cualitativo, que va de la noción de consumidor a la de ciudadano, como sujeto de un proyecto de unión política, que cobra impulso con la caída del Muro de Berlín. Fukuyama lanza, ese año, su famosa tesis sobre el fin de la historia, que sostenía que, tras el desmoronamiento de la URSS, el mundo entraría en una era de paz y libertad. Mario Vargas Llosa, 25 años después en 'Las guerras del fin del mundo', constataría que ese diagnóstico no podía haber sido menos acertado. Lo que era difícilmente previsible es que el debilitamiento del vínculo trasatlántico se iba a producir con la llegada de la nueva Administración a los Estados Unidos. Su aproximación a la crisis de Ucrania, la guerra comercial y el incumplimiento de los compromisos presupuestarios en el marco de la Alianza Atlántica han desvelado las carencias de la Unión. Hemos asistido a la paradoja de que una gran potencia económica como la UE, con casi 500 millones de habitantes, tenía que ser protegida por los EE.UU., 340 millones, frente a las amenazas de Rusia, 144 millones, siendo el gasto militar de este país inferior en un 20 por ciento al de los Estados miembros de la UE. La UE tiene que reinventarse para hacer frente a los retos que plantea un mundo, el de 2025, muy distinto al de 1945. La pregunta que nos interpela hoy es si la Unión Europea, a pesar de su declive demográfico y económico, quiere y puede liderar un nuevo multilateralismo. Si aspira, a pesar de que tiene que aprender a dotarse de las herramientas del poder, a dar una visión distinta del mundo, anclada en sus valores: paz, libertad, comprensión, concordia y reconciliación. Más allá de las carencias detectadas por Draghi y Letta, quedan varias cuestiones pendientes. La de cómo conjugar con prudencia y tino la unidad con la diversidad. Cómo sentirnos orgullosos de la historia y tradiciones de nuestros países y cómo funcionar en la escena internacional como una orquesta bien afinada, bien temperada, como decía Mozart. La lentitud exasperante en la toma de decisiones. Un ejemplo palmario es el Acuerdo UE-Mercosur, un acuerdo estratégico en estos tiempos de crisis del multilateralismo. En términos económicos, siete veces más importante que el acuerdo UE-Canadá y cinco veces más importante que el acuerdo UE-Japón. Este acuerdo se concluyó en junio de 2019, tras veinticinco años de negociación. Hoy, seis años después, con un protocolo adicional cerrado en diciembre de 2024, no se ha firmado todavía y no se ha podido iniciar el proceso de ratificación. Decía Van Rompuy en el emotivo discurso pronunciado con motivo de la entrega del premio Nobel de la Paz a la UE, en el que recordaba que su padre durante la guerra se vio obligado a cavar su propia tumba, que de todos los valores que inspiran el proyecto europeo, el más difícil era el de la reconciliación, porque trasciende el olvido y el perdón. He sido testigo, durante el tiempo que pasé en el Parlamento Europeo, de cómo franceses y alemanes han sido capaces de cicatrizar sus heridas hasta convertir el eje franco-alemán en el motor de la construcción europea. Por el contrario, en España, la polarización y radicalización de la vida política han alcanzado niveles preocupantes, haciendo imposible unos consensos básicos. A esta situación no ha sido ajena una visión patrimonial, maniquea y hemipléjica de la historia, desenterrando los fantasmas de un pasado que la sociedad española ya había superado, en un ejercicio ejemplar de concordia y entendimiento. En 2023, asistí a la entrega del premio Carlos V a Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas. Varias personas me comentaron con admiración y sorpresa las elogiosas palabras que pronunció el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, dirigidas al premiado, quien había sido su rival político, afirmando que en España ese discurso no hubiera sido posible. Quizá por eso, un país pequeño en extensión, pero grande por el legado de cultura y civilización que ha dejado en los cinco continentes, tenga al presidente del Consejo Europeo, haya tenido un presidente de la Comisión en dos mandatos, Durao Barroso, y tenga al secretario general de Naciones Unidas, Guterres. La enseñanza es obvia: no se puede ser fuerte en el exterior si está dividida y debilitada en el interior. Con Borrell, he tenido coincidencias y discrepancias, pero siempre pensé que tener una aproximación distinta o incluso antitética a la solución de los muchos problemas pendientes no debería ser un obstáculo para reconocer con admiración y respeto los principios de mérito y capacidad que concurren en la destacada trayectoria profesional, académica y política del anterior alto representante. Se cuenta la lección que dio un día su maestro al campeón de ajedrez Bobby Fischer. De un manotazo tiró al suelo todas las fichas del tablero de ajedrez y le dijo: «Ahora, con el tablero vacío, diseña la gran jugada». Ver lo que no se ve y diseñar el final antes de empezar es una cualidad que se tiene que predicar no sólo de un campeón de ajedrez, sino también de un dirigente político. Vivimos un momento extraordinario de guerras, de lucha por los recursos naturales y materialización de las amenazas. Necesitamos actuar con determinación y rapidez. Teniendo presente, como decía Einstein, que no podremos resolver nuestros problemas si lo hacemos utilizando la misma lógica con la que los hemos creado. La Unión, a diferencia de otros actores, tiene un proyecto basado en valores . Un proyecto en el que la fuerza de la ley ha sustituido a la ley del más fuerte. Vivimos en la era de internet, de la IA, de la robótica, pero todo esto –y ese es el mensaje a reafirmar este 9 de mayo– no ha cambiado la naturaleza más profunda del hombre, que sigue siendo hombre y que, desde su conciencia individual y desde los valores que hoy reivindicamos, puede hacer que el mundo sea más mundo –y una de las acepciones de 'mundus' en latín es limpio– o más inmundo.
abc.es
hace alrededor de 6 horas
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