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Greta y sus amigos

Greta y sus amigos
Conteniendo la respiración en el puño de nuestro corazón, esperamos noticias de la Flotilla de la Libertad, mientras nos avergonzamos otra vez con el polvo y la sangre en la mirada de un niño que tirita en Palestina Un genocidio busca el exterminio sistemático de un pueblo y tal objetivo solo puede alcanzarse por medio de una extrema crueldad. En el Barracón 6 del campo de concentración de Auschwitz, donde hacinaban a las mujeres jóvenes, los nazis obligaban a una orquesta de músicos prisioneros a tocar sus instrumentos mientras los soldados de las SS las violaban. También obligaban a la orquesta a tocar mientras otros prisioneros eran forzados al trabajo o conducidos a las cámaras de gas. En Auschwitz, los nazis mataban con música de fondo interpretada por personas a quienes también iban a matar. En la Franja de Gaza, los sionistas concentran a la población civil palestina en el mismo campo donde la van a bombardear, después de atraerla hasta allí con el anzuelo de una mísera comida. La crueldad sin límites del genocidio nazi y del genocidio sionista. Es una burla de dimensiones colosales que la única organización presuntamente humanitaria a la que el ejército israelí permite el paso para suministrar ayuda en la Franja sea la Fundación Humanitaria de Gaza. La GHF (sus siglas en inglés) fue creada en enero por ex espías y ex marines estadounidenses, una falsa ONG que Trump y Netanyahu están usando de coartada para cumplir con sus maléficos planes. No tienen personal, no tienen oficinas, no tienen almacenes. No tienen vergüenza. Disparan contra gente hambrienta que espera un mendrugo de pan en recintos cerrados como jaulas. Desde que comenzó a operar el pasado 27 de mayo, tras el bloqueo de Israel a la entrada de ayuda de la UNRWA y de otras organizaciones, la GHF, formada por dos empresas de seguridad con sede en Estados Unidos, ha detenido y matado a personas que se acercaban a por comida. Este fin de semana han vuelto a bombardearlas. “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”, escribió Karl Marx, y siento tanta vergüenza que me arde dentro una revolución impotente, una fuerza poderosa y ahogada, una lucha en el pecho que se asfixia y palpita. Tal y como la formuló Marx, la vergüenza es y será el motor que nos motive a seguir escribiendo, a seguir clamando, a seguir actuando contra la barbarie del genocidio, a seguir expresando el escándalo moral que nos producen sus perpetradores. Solo la vergüenza nos impulsa ya y es la chispa que enciende nuestra débil revolución. Débil, mas no estéril. Conteniendo la respiración en el puño de nuestro corazón, esperamos noticias de la Flotilla de la Libertad, mientras nos avergonzamos otra vez con el polvo y la sangre en la mirada de un niño que tirita en Palestina, mientras nos revolucionan de nuevo los bombardeos de Israel sobre esa niña que suplica comida, a quien la bomba encuentra con un barreño de plástico en la mano. La vergüenza es un sentimiento revolucionario. Mientras escribo esto, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, amenaza abiertamente a Greta Thunberg y el resto de activistas, doce en total, que van en el barco Madleen, rumbo a Gaza, para llevar ayuda humanitaria, apoyo moral, coraje, indignación, visibilidad mundial. Vergüenza y revolución. El barco Madleen, que navega sin armas, es débil, mas no estéril. “He ordenado a las FDI (fuerzas de Defensa de Israel) que actúen para que la flotilla Madleen no alcance Gaza. A la antisemita Greta y a sus amigos, les digo claramente: dad la vuelta porque no llegaréis a Gaza”, ha dicho Matz. El mismo ministro que ordena el lanzamiento de bombas sobre personas hambrientas y enjauladas, sobre niños y niñas de quienes a veces solo se encuentra el barreño con el que suplicaban alimento. El mismo ministro que ordena bombardear hospitales, que ordena bombardear escuelas, que ordena la ocupación militar y colonial de Cisjordania y los Altos del Golán. Israel Matz, jefe del ejército genocida, amenazando a Greta Thumberg, icono mundial contra el genocidio. Si Matz cumple con sus amenazas, como ya hizo Israel con la Flotilla de la Libertad en 2010, podrían ser asesinadas o heridas personas imprescindibles, como la joven y admirable Greta, personas cuya vergüenza las ha hecho revolucionarias, como el español Sergio Toribio. Mientras escribo, me sobrecoge pensar en esa posibilidad, pienso que cuando este texto se publique quizás tengamos que lamentar lo peor: Katz ha ordenado al Ejército que tome “todas las medidas necesarias” para impedir que el barco de la Flotilla llegue a las costas gazatíes. Y ya sabemos lo que significa eso. La eurodiputada Rima Hassan, que también va a bordo del Madleen, ha instado a los gobiernos del mundo a garantizar un paso seguro para la Flotilla de la Libertad. Pero los gobiernos del mundo no garantizan nada. Qué van a garantizar los gobiernos del mundo, si no son capaces de garantizar la vida a las niñas de Gaza. Qué van a garantizar los gobiernos del mundo, si la única organización presuntamente humanitaria, la Fundación Humanitaria de Gaza, forma parte de las condiciones de Trump a Netanyahu para convertir la Franja en una Riviera de inspiración nazi. Qué van a garantizar los gobiernos del mundo si permiten que se llame antisemita a quien se opone a un genocidio. No somos antisemitas, somos antisionistas. No estamos con los gobiernos verdugos de Israel y Estados Unidos, sino con el pueblo víctima de Palestina. Y nuestra inspiración son Greta y sus amigos: a más vergüenza, más revolución.
eldiario
hace alrededor de 5 horas
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