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La derecha puede terminar estrellándose

La derecha puede terminar estrellándose
El modo primitivo y brutal de hacer política de los actuales dirigentes del PP es uno de los causantes del debilitamiento democrático. La actitud condescendiente o incluso entusiasta de buena parte de los medios con esas maneras es tanto o más responsable El PP ha lanzado una nueva ofensiva. No muy distinta de las anteriores, con algún insulto más si se quiere. Sus jueces de asalto han intensificado su trabajo infame sin que ninguna instancia con poderes para hacerlo se siga atreviendo a poner freno a sus desmanes. Su ejército mediático –diarios, cadenas televisivas y radiofónicas fieles, conductores amigos de programas de prime time y la masa de fieles tertulianos que entonan incansables los mensajes que les escriben en la sede del PP– se ha puesto de nuevo en marcha y los dirigentes del partido se han lanzado otra vez a decir barbaridades contra el Gobierno y su líder, casi siempre inventándose sus argumentos. Y además, los que juegan a ser neutrales dicen que ha vuelto la crispación. Es un escenario insoportable para cualquier ciudadano que tenga un mínimo de cordura y de civismo, que por muchos motivos que tenga para criticar a los poderes públicos exige a los políticos que se comporten con un mínimo de contención verbal y de respeto al adversario. Hay muchísimos españoles que coinciden en esa actitud, aunque el PP, por no hablar de Vox, los desprecia cotidianamente optando por la vía del insulto sin contenido. Esos españoles son el soporte de nuestra democracia, lo han sido desde que ésta se fue gestando antes de la muerte de Franco. Pero puede que más de uno de ellos empiece a estar cansado, que empiece a creer que no hay nada que hacer, que la derecha de siempre, la de los horrores del pasado, sigue dispuesta a imponerse al resto de la ciudadanía por los medios que haga falta. Se desconocen las dimensiones de este fenómeno de descorazonamiento. Pero existe. El que más o el que menos tiene ejemplos personales que lo confirman. Entre ellos los de ciudadanos de derechas de toda la vida que dudan en volver a votar al PP o que ya han decidido irse a la abstención. Algún socialista podría animarse si hubiera datos que indicaran que esta última tendencia es mínimamente sólida –porque abriría la puerta a una nueva victoria de la izquierda en las futuras elecciones–, pero lo que sugieren estos apuntes va más allá de cálculos partidistas y es muy preocupante: porque lo que vienen a decir es que también el núcleo del espíritu democrático se está debilitando. Y que no solo muchos jóvenes pasan de política o se apuntan a fórmulas extremistas porque son más divertidas, y que en las generaciones intermedias es cada vez más frecuente optar por culturas de las que está ausente el interés por la política. Sino que la debilidad del espíritu democrático también empieza a manifestarse entre los que hasta ahora optaban por la participación o, cuando menos, por el interés por lo que ocurre en ese mundo. El modo primitivo y brutal de hacer política de los actuales dirigentes del PP es uno de los causantes de ese proceso. La actitud condescendiente o incluso entusiasta de buena parte de los medios con esas maneras es tanto o más responsable. En España sigue habiendo periódicos que se mantienen inmunes a esas derivas, que a la postre son antidemocráticas por mucho que se escuden en la libertad de expresión. Pero, aunque muy vendidos y todavía influyentes, esos medios están rodeados de un mar de amarillismo y de falta de un mínimo rigor que cada día parece crecer en lugar de calmarse. En el mundo de la televisión esas son las actitudes dominantes. Por no hablar de las redes. Por eso no hay que engañarse cuando se comprueba, con un mínimo de distancia objetiva, que el discurso público de Alberto Núñez Feijoo y de otros dirigentes del PP es cada vez más pobre y vacío, que sus invectivas sólo pueden gustar a los más fanáticos de sus seguidores, aunque éstos sean muchos. Porque el poder político de la derecha va más allá de la capacidad de convicción y de atracción que puedan tener sus líderes. Su presencia, perfectamente organizada y articulada desde hace tiempo en la estructura judicial les confiere un plus que puede ser decisivo en algunos momentos y que justo en estos días puede ser la clave del actual ataque conservador contra la estabilidad y la supervivencia del gobierno de izquierdas. Y el mencionado poder mediático de la derecha es mucho más que un complemento de lo anterior. La batalla se presenta difícil, por tanto. Pero ni mucho menos perdida, ni siquiera en términos electorales. Si se confirman los pronósticos de Pedro Sánchez, dos años es tiempo suficiente para que ocurran cosas en el ámbito político y social que cambien el panorama que hoy existe. Como para que los procesos judiciales en los que la derecha confía para derribar al gobierno de izquierda terminen en nada. Como para que la izquierda se rearme, siquiera mínimamente. Y como para que el discurso tremendista y a la postre estúpido de la derecha termine agotándose en sí mismo.
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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