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La vida es eso que pasa mientras esperas el próximo informe de la UCO

La vida es eso que pasa mientras esperas el próximo informe de la UCO
¿En qué momento se nos contagió a todos esa ansiedad informativa? ¿Desde cuándo vivimos colgados de la última hora, de esta última hora eterna y en bucle? El miércoles pasado cené mientras escuchaba la radio, leía con un ojo eldiario.es en el móvil, y miraba con el otro ojo el 24h en la tele. Me acosté tarde apurando para ver las portadas del día siguiente, por si salía algo nuevo. El jueves me desperté y lo primero que hice, sin salir de la cama, fue encender la radio, antes incluso que abrir la app del banco (y eso, siendo autónomo, dice mucho). Pasé toda la mañana, mientras hacía deporte, desayunaba, trabajaba o cocinaba, actualizando compulsivamente varios medios digitales, encendiendo la radio a las horas en punta para escuchar el boletín, zapeando entre tertulias televisivas. De haberlas tenido, habría añadido redes sociales. Comí en un bar sin quitar el ojo del televisor y de vez en cuando un vistazo al móvil, y de vuelta a casa convertí mi salón en la versión doméstica de las peliculeras salas de crisis: ordenador, móvil, televisor y radio, todo a la vez. No sé si te reconoces en el párrafo anterior, pero seguro que así fueron el miércoles y el jueves pasados para muchos que, como yo, somos mindundis: nada tenemos que decidir, nada nos jugamos, nada se espera de nosotros (una columna de periódico en mi caso, ya está). Y sin embargo parecíamos ministros, diputados del gobierno o de la oposición, fontaneros de partido, jefes de informativos, periodistas de nacional o tertulianos. Todos pendientes de la última hora, si había novedades sobre el informe de la UCO, si se filtraba algo más, si se levantaba el secreto de sumario, si Cerdán seguía en su escaño o convocaba a los medios, si Sánchez daba una rueda de prensa, si anunciaba su dimisión, elecciones anticipadas, o una anodina auditoría interna y perdón, perdón, perdón. Veinticuatro horas frenéticas, colgados de la portada del periódico, el cintillo televisivo, el “atención, que tenemos noticia” de Ferreras. Desde el jueves no hemos aflojado, ni siquiera el fin de semana, y ahora empezamos otra semana a merced de que salte la última hora, un nuevo informe de la UCO, una grabación incorporada al sumario, otra filtración bomba, una inesperada actuación judicial… Todo dosificado y administrado según los intereses de los informantes, a veces por cálculo político, otras por espectacularización mediática, en un goteo incesante que nos mantiene en vilo. ¿En qué momento se nos contagió a todos esa ansiedad informativa? ¿Desde cuándo vivimos colgados de la última hora, de esta última hora eterna y en bucle? La ‘infoxicación’, ese exceso de información en todos los frentes que nos distrae, nos abruma y nos agota, se ha convertido en un permanente estrés informativo que se suma a los muchos motivos de estrés que acompañan nuestras vidas, ya sea por el trabajo, la vida personal, lo económico, lo inmobiliario, las guerras en curso o la crisis climática. Dicen los que manejan información (y ya esa expresión de “manejar información” es odiosa) que lo del jueves pasado sobre Santos Cerdán no es más que el comienzo de venideras semanas de sobresalto continuo: habrá nuevos informes de la UCO, próximas filtraciones, investigaciones judiciales, grabaciones y revelaciones. Socorro.
eldiario
hace alrededor de 11 horas
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