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El deterioro de los servicios públicos y las clases medias

El deterioro de los servicios públicos y las clases medias
El escándalo de los cribados en Andalucía y de la asfixia de las universidades públicas en Madrid son un reflejo de la grave situación de lo público. Todavía estamos a tiempo de revertir la situación, pero el tiempo corre en nuestra contra y, si nos descuidamos, el daño será irreversible El Gobierno andaluz se equivoca de objetivo El escándalo de los cribados del cáncer de mama en Andalucía es una de las crisis más graves a las que se puede enfrentar un gobierno autonómico y más a pocos meses de unas elecciones. Por eso el Gobierno de la Junta de Andalucía ha pretendido minimizar los daños, de manera bastante torpe: negando la situación al principio, recurriendo a mentiras e incluso a manipulaciones en los diagnósticos de las mamografías y, por último, atacando a las víctimas, incluso intentando desprestigiar a la asociación Amama, que ha denunciado la grave situación del programa de prevención. Y el motivo es muy sencillo y obvio: el cáncer es una enfermedad que afecta a todos, es interclasista y no entiende de ideologías. Afecta a pobres y a ricos; a votantes del Partido Popular, del Partido Socialista o de Izquierda Unida; a jóvenes y a mayores; a hombres y a mujeres. Las clases medias han reaccionado de manera individualista ante el deterioro de los servicios públicos, que son la columna vertebral del Estado del bienestar. En la mayoría de los casos se han resignado y han optado por el “sálvese quien pueda” pagando un seguro médico privado, o bien llevando a sus hijos a colegios concertados o privados, e incluso solicitando créditos bancarios para asumir los costes de las universidades privadas. No les ha importado el deterioro y la privatización de los servicios públicos si eso les suponía una rebaja fiscal, porque tienen recursos para capear el temporal. Además, los colegios concertados incluso son una bicoca porque funcionan como privados en cuanto a la gestión y reciben doble financiación de la administración autonómica de turno y de los propios padres. Por 150-200 euros al mes pueden segregar a sus hijos de pobres e inmigrantes.  Pero, ay, amigo, cuando el cáncer llama a tu puerta. En esos casos el seguro privado rápidamente se deshace del cliente, y subrayo lo de cliente, porque son tratamientos muy costosos y les invitan amablemente a irse a la sanidad pública. Muy pocos ciudadanos pueden asumir un tratamiento para curarse de un cáncer, ya que suele incluir numerosas pruebas, una o dos intervenciones quirúrgicas, hospitalización, radioterapia, quimioterapia e inmunoterapia, aparte de revisiones contantes. Si cada persona a la que se le diagnostica un cáncer tuviera que asumir de su bolsillo el coste de los tratamientos sería imposible, se arruinaba. Sólo hay que ver el modelo sanitario estadounidense. Por este motivo es tan importante defender la sanidad pública y pagar impuestos, que acaban revirtiendo en los ciudadanos como salarios indirectos. Aunque en España lo de pagar impuestos nunca ha tenido buena prensa, y más si son progresivos y redistributivos. Las elites siempre han defendido una presión fiscal baja, basada en impuestos indirectos y regresivos. No hay más que ver los sucesivos fracasos de las diferentes reformas hacendísticas en la época contemporánea. También estamos acostumbrados a ver como patriotas de banderitas en las pulseras y en las correas del perro pagan sus impuestos fuera o defraudan al fisco. Del mismo modo hay que defender la educación pública, el verdadero ascensor social en una sociedad democrática. Se está haciendo mucho daño al sistema público de enseñanza mediante la infrafinanciación que está llevando a la asfixia económica a las universidades públicas, mientras se fomenta la proliferación de centros privados, muchos de los cuales funcionan como verdaderos chiringuitos académicos. El mejor ejemplo es la Comunidad de Madrid y la gravísima situación de las universidades públicas, en particular de la Universidad Complutense. Sólo señalo un dato muy contundente: Madrid, siendo una región rica, es la Comunidad que menos invierte por alumno universitario, gastando en la actualidad menos que antes de la crisis económica de 2008. Es inaudito que el mismo Gobierno autonómico que debía financiar la UCM haya obligado a pedir un crédito bancario a un alto interés para pagar deudas a proveedores. El crédito de 34,5 millones de euros no va a servir nada más que para tapar agujeros, pero no va a resolver el grave problema de financiación. Todas estas políticas tan nocivas tienen un objetivo evidente: liquidar la universidad pública y que sólo puedan estudiar los que tengan suficientes recursos. Así como van las cosas, no sorprendería que la Complutense pasara en un futuro a ser participada por un fondo buitre, de esos que ya han ha echado a numerosos inquilinos de sus casas y a los vecinos de los barrios. Resulta increíble que mucha gente apoye estas políticas de desguace de lo público con sus votos a cambio de bajadas de impuestos, que son el chocolate del loro, y ese discurso tan nocivo y tramposo, que sólo beneficia a los más ricos, de que el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos. Con esos euros que nos ahorramos la mayoría de los mortales no tenemos ni para pagar una noche en la UCI de un hospital. Pero, obviamente, los más pudientes se ahorran millones en impuestos: ellos son los grandes beneficiados de los recortes y de las rebajas fiscales, pero lo venden con papel de regalo, afirmando que esas políticas son buenas para toda la ciudadanía. Y lo peor es que el mensaje ha calado y mucha gente lo traga. La situación de los servicios públicos en muchas comunidades autónomas es gravísima. Es muy fácil desmontar un servicio médico o un equipo de investigación, pero cuesta mucho crearlos. Por mucho que el presidente andaluz, Moreno Bonilla, hable de millones y de un plan de choque, los radiólogos y otros especialistas médicos no son setas que proliferan por el campo, son profesionales que requieren muchos años de formación y estudio. Y lo más triste es que muchos científicos, investigadores y médicos que se han formado en este país se han visto obligados a emigrar al extranjero ante la falta de expectativas, la precariedad de los contratos y los bajos salarios. La gente tiene que despertar ya, porque están en juego la salud y los proyectos de vida de las personas. Ya no es suficiente con pagar un seguro médico privado, porque las aseguradoras no atienden las enfermedades graves y muchas están tan colapsadas como la Seguridad Social. Tampoco será suficiente endeudarse hasta las cejas para dar unos estudios a los hijos. Todavía estamos a tiempo de revertir la situación, pero el tiempo corre en nuestra contra y, si nos descuidamos, el daño será irreversible.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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