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El diablo cojuelo

El diablo cojuelo
La historia de Leire Díez me parece más próxima a nuestra novela picaresca, concretamente a la levemente teñida de 'noir' de Eduardo Mendoza, que al caso Watergate. ¿Qué me dicen de la irrupción del golfo Víctor de Aldama en la declaración ante la prensa de Díez? En plan Ruiz Mateos, para reventarle el acto. Es un giro de guion magníficoLeire Díez, Aldama y Dolset, estrellas del 'reality' de los satélites chungos de la política En un capítulo particularmente divertido de su biografía de Julio Iglesias, Ignacio Peyró rememora el secuestro por ETA del padre del cantante. Buen escritor, Peyró no se alarga demasiado en el dolor y la angustia que aquel secuestro provocó en Papuchi y los suyos, de eso ya se derramaron en su momento toneladas de tinta. Prefiere poner un acento guasón en sus aspectos más carpetovetónicos. Para concluir: “Esta historia puede ser cutre, pero no hay en ella nadie tonto”. A tenor de lo conocido, la historia de Leire Díez, que tanto excita estos días a los medios, me parece más próxima a nuestra novela picaresca, concretamente a la levemente teñida de noir de Eduardo Mendoza, que al caso Watergate. La exconcejala socialista de Vega de Pas no parece estar a la altura del legendario espía Paesa, que logró engañar a la par al fugitivo Roldán y al Gobierno de Felipe González. Ni tan siquiera a la del comisario Villarejo, presente en todas las salsas cocinadas en los últimos lustros en las cloacas del Estado español. Veo a Leire Díez más próxima al Pequeño Nicolás, un personaje fantasioso y entrometido, que a un astro oscuro de los servicios secretos o la fontanería de los palacios gubernamentales. Aquello de lo que se la acusa –proponer ayuda imaginaria a empresarios presuntamente corruptos a cambio de información sobre los tejemanejes de la UCO– es peccata minuta al lado de la Policía Patriótica organizada por el Gobierno de Rajoy para cubrir de mierda a Podemos, los independentistas o a cualquier otro que se interpusiera en el vuelo de la gaviota. Y voy a decirlo: encuentro hipócrita, además, la indignación suscitada por la sugerencia de que hay miembros de la UCO que no son trigo limpio. Es tan risible como el asombro del capitán Renault al descubrir que se jugaba en el casino de Rick en Casablanca. Claro que puede haber manzanas podridas en los cuerpos policiales. La hay en todos los oficios, incluido el periodismo, y aún más en uno que lidia con el lado oscuro. Por eso son tan meritorios los muchos agentes limpios de polvo y paja. De la asonada de Tejero, el caso El Nani y los GAL al escándalo del jefe antidroga de la Guardia Civil en el Estrecho, la democracia española cuenta con numerosos ejemplos de funcionarios deshonestos con placa y pistola. Pasa aquí y, por supuesto, pasa en todas partes. Para combatirlo existen, precisamente, las unidades de asuntos internos de los cuerpos policiales. Permítanme ahora una breve reflexión sobre el género negro. En el fundacional, el de Hammett y Chandler, el héroe era siempre un particular que no tenía detrás todo el peso del Estado, un solitario que navegaba contra la corriente. Por eso, hablando de los policías, Marlowe le dice al inspector Breeze en 'La ventana alta': “Mientras ustedes no sean dueños de sus propias almas, no tendrán la mía”. No se alarmen, no estoy comparando a Leire Díez con Marlowe. Tan solo estoy diciendo que comparto con el detective imaginado por Chandler el recelo ante la santidad que se les atribuye de oficio a todos y cada uno de los miembros de los cuerpos policiales. España ha aportado dos géneros a la literatura universal: la picaresca y el esperpento. Y ahí es donde sitúo el caso que tiene tan excitados a nuestros medios. A la exconcejala de Vega de Pas la veo como un personaje de Eduardo Mendoza, ya lo dije. En su declaración ante un enjambre de periodistas digno de una dimisión presidencial, ha afirmado este miércoles que es una justiciera que va por libre y está escribiendo un libro. Ni la creo ni la dejo de creer. Es, en todo caso, una hipótesis más plausible que la que la sitúa como la James Bond de Pedro Sánchez. Yo, desde luego, no le encargaría ni unas fotocopias. Pero, atención, la picaresca y el esperpento son puro realismo en nuestro país. Recuerden el asunto de los papeles de Laos y el capitán Khan. Y no me negarán ahora, treinta años después, que el caso Leire Díez también tiene su zumba. Una señora que, con su declaración ante la prensa, ya ha conseguido vender su libro, si es que existe tal libro. Unos empresarios que se dicen injustamente perseguidos por la UCO al tiempo que se jactan de conexiones con la UCO. El patriótico capitán Bonilla, dispuesto a lo que sea para terminar con el malvado Sánchez y ahora al servicio de la Reina del Vermú. Confidentes por aquí, confidentes por allá. ¿Y qué me dicen de la irrupción de Víctor de Aldama en la declaración ante la prensa de Leire Díez? En plan Ruiz Mateos, para reventarle el acto. Es un giro de guion magnífico. Ay, España es un país donde las cosas pueden ser cutres, pero nadie es tonto. Por el contrario, es tierra de listillos, de picarones. Como esos magistrados del Supremo que practican la insumisión creyéndose Rosa Parks. O ese secretario de Estado con Rajoy que duerme en la cárcel por turbios negocios con un hacker. O ese novio que se forró con las mascarillas, defraudó a Hacienda y se proclama víctima de una persecución. O ese PP de los cien casos de corrupción que convoca una gran manifestación contra la corrupción. Y no lo hemos visto todo, no. Ahora es lo de Leire Díez y el lunes vendrán más cosas. Aquí es facilísimo que algunos la líen parda. Cualquiera de nosotros puede ver expuestas en los programas televisivos mañaneros sus conversaciones por WhatsApp o sus reuniones en un despacho de abogados. Y la verdad es que no me extraña demasiado. España es benevolente con el cotilleo. Aquí fue donde Vélez de Guevara escribió su 'El Diablo Cojuelo', un gran éxito de nuestra picaresca.

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