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Inteligencia artificial, empleo y género

Inteligencia artificial, empleo y género
Las mujeres predominan en ocupaciones altamente expuestas a la IA, pero también tienen una fuerte presencia en sectores donde la IA puede complementar su trabajo. Las políticas públicas serán determinantes para que la IA reduzca o acentúe las desigualdades de género en el empleo Los cambios tecnológicos generan transformaciones del mercado laboral, pero no de manera uniforme: Hay grupos más beneficiados o perjudicados que otros. La inteligencia artificial (IA) generativa, que está transformando ya muchas profesiones cognitivas, no es una excepción. Dos estudios recientes analizan en qué medida las ocupaciones actuales están expuestas a la IA y concluyen que las mujeres están simultáneamente más expuestas a los riesgos de la automatización y mejor posicionadas para beneficiarse de la IA, según el contexto en el que se encuentren. El primer estudio, de Cazzaniga et al. (2025), analiza seis países, desde economías avanzadas como Reino Unido y Estados Unidos hasta mercados emergentes como Brasil, India y Sudáfrica. Definen la exposición ocupacional a la IA como la coincidencia entre las capacidades de la IA y las tareas que actualmente se realizan en distintos empleos. También consideran si la IA es probable que complemente el trabajo humano o que lo sustituya, como en tareas rutinarias o administrativas. Los resultados muestran una paradoja. Las mujeres están sobrerrepresentadas en ocupaciones con alta exposición a la IA como tareas administrativas, telemarqueting, o edición y traducción. En Reino Unido, por ejemplo, el 74 % de las mujeres trabaja en estos empleos, frente al 61 % de los hombres. Estos roles incluyen trabajos profesionales y administrativos, sectores donde la IA está avanzando rápidamente. Pero, al mismo tiempo, ellas también están más presentes en empleos donde la IA podría mejorar la productividad y los salarios como en sanidad o educación o tareas de coordinación de equipos. Sin embargo, estos beneficios no están garantizados. La capacidad para transitar desde empleos de alto riesgo hacia otros de mayor oportunidad varía mucho. A las personas más educadas les resultará más fácil hacer esta transición, pero las mujeres con bajos salarios, en países como Brasil, tienden más a salir del mercado laboral cuando son desplazadas. En este contexto, la IA podría agravar las desigualdades existentes si no se acompaña de políticas que faciliten estos cambios. El segundo estudio, de Albanesi et al. (2025), se centra en Europa y ofrece una visión algo más optimista. Utilizando datos de 16 países europeos entre 2011 y 2019, encuentran que las ocupaciones más expuestas a la IA han visto aumentar la proporción de mujeres empleadas. El efecto es más fuerte en países donde las mujeres han logrado mayores avances educativos y donde ya existía una alta participación femenina en el mercado laboral. Ambos estudios comparten una misma conclusión: las políticas públicas son clave. La inversión en educación, capacitación y programas activos de empleo puede ayudar a las mujeres a acceder a trabajos donde la IA complemente, en lugar de reemplazar, al trabajo humano. De lo contrario, corremos el riesgo de que el progreso tecnológico agrave las desigualdades, especialmente entre las mujeres con menos recursos o en países con redes de protección más débiles. El debate sobre la IA y el futuro del trabajo suele centrarse en la pérdida de empleos o en el aumento de la productividad. Estos estudios nos recuerdan que también es una cuestión de género. Y que, como en otras olas de innovación, los ganadores y perdedores no los decidirán solo los algoritmos, sino también las instituciones, los sistemas educativos y las normas sociales.

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