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La dignidad del fiscal general como bálsamo

La dignidad del fiscal general como bálsamo
Hoy han patinado en el golpe blando. Grotesco el show de Ayuso con el holograma sonriente de Feijóo, nula autocrítica de quien preside el órgano de los jueces y el más alto tribunal… no ha mejorado la apreciación social de la justicia. Solo el fiscal general la ha dignificado Es una sensación desoladora ver en qué manos están sectores fundamentales de este país, incluso ese aire de caos con vocación de irremediable. Y ver que nadie pone coto a inmensas arbitrariedades. Constatar que en el acto de apertura del Año Judicial apenas solo aporta luz la dignidad del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, precisamente la víctima electa, que no propiciatoria porque en ningún momento ha bajado la cabeza ante el ataque que está sufriendo. Por un momento el marco parecía en la mañana de este viernes lo que vino en llamarse una República bananera. Espectáculo bochorno la conjunción de la derecha política con los medios que parecen haber perdido criterio informativo, para dárselo a un seguidismo populista. Ayuso ha montado una comparecencia paralela para boicotear el acto institucional que presidía el Rey con lo mucho que lo admiran y respetan. A la misma hora. Se ha llevado a Feijóo a hacer el ridículo una vez más. Y van y nos lo plantan en las pantallas de televisión en un cuadro de pantalla compartida, como si tuviera alguna relevancia el mitin promocional de una presidenta de comunidad autónoma que cree estar al mismo nivel que las altas instituciones del Estado. Ni en sí, ni en lo dicho, había urgencia alguna de informar de ello. Pero le han ayudado a su propósito: que su soflama fuese emitida por la mayor parte de los medios simultáneamente con el difícil y tenso momento del acto institucional.  Y tras incluir yo misma el NODO del acto, pasemos a la enjundia. Un jefe del Estado alternando gestos con predominio de los de incomodidad y sin esbozar posición alguna, como debe mandar el protocolo en este tipo de actos puede ser.  Se trataba de contar el trabajo que ha hecho el Poder Judicial tras superar el gran atasco al que le sometió el PP negándose a renovar el órgano durante varios años -esto lo añado yo-. Han hecho muchos nombramientos, de muchos conservadores hemos ido sabiendo. Estábamos, pues ante una Presidenta del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo diciendo con tono de lectura todos esos logros y, en el mismo, enjuiciando las críticas al cuestionamiento de algunas actuaciones judiciales. Del presidente del gobierno en las que le tocan directamente, y de multitud de ciudadanos que contemplan alarmados lo que está ocurriendo. De profesionales del derecho de la talla de Martín Pallín, Tomás de la Quadra-Salcedo o Perfecto Andrés Ibañez entre otros muchos. No es culpa de Sánchez y cuatro más, la justicia se está desprestigiando sola y más valdría que quien tiene poder decisorio fuera consciente del problema y lo solucionara, por encima del corporativismo. Perelló dice que son “inoportunas y rechazables las descalificaciones a jueces por parte de los poderes públicos”. Asegura que es preciso contar con la confianza de los ciudadanos en el buen funcionamiento de las instituciones, y que ello reclama a su vez que estas se respeten mutuamente. Y a sí mismas, nos decimos muchos. Perelló afirma que en “el Estado de derecho toda actuación de los jueces se desarrolla en el cauce de un proceso”, que discurre “con todas las garantías de audiencia y defensa”. Lo importante es que toda decisión resulta “susceptible de ser revisada por otros jueces imparciales e independientes”. Pues ya tarda la revisión de los múltiples errores de Peinado en el caso de Begoña Gómez y el curioso procedimiento de Hurtado para acusar sin pruebas al fiscal general y rechazando las que demuestran el nudo esencial: el fiscal general no fue quien difundió “los secretos” del novio de Ayuso, sino que lo hizo su propio entorno.  A propósito de esto precisamente, lo más incómodo de oír es que actúan “bajo la premisa de la presunción de inocencia y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley”, ha dicho la presidenta del Tribunal Supremo. Porque hay casos muy llamativos en los que no se cumple esa igualdad. Lo vemos, lo sabemos y nos inquieta en gran manera. Dos mil días, casi cinco años y medio de los protocolos de la vergüenza de Madrid se cumplen el lunes y no ha habido ni una condena, ni apenas una instrucción. 7291 ancianos murieron sin siquiera asistencia sanitaria. En este clima, la presencia del fiscal general, Álvaro García Ortiz, cumpliendo su obligación en el acto pese a las presiones, se ha convertido en una lección de valentía y de dignidad. Se ha declarado plenamente consciente de las circunstancias que concurrían en el acto, pero ha afirmado: “si estoy aquí como fiscal general del Estado es porque creo en la justicia y en las instituciones que la conforman y por supuesto en la verdad. Hago un humilde llamamiento para reclamar el máximo respeto a la función de la Fiscalía española, una institución enérgica, activa, que no sucumbe ante los ataques o embates de los delincuentes”. Y hasta alguno de los medios del clan, muy avispado, ha caído en la cuenta de lo que García Ortiz había dicho. Las pantallas partidas nos mostraban a la vez a Ayuso dando saltos de alegría por su éxito. Alberto había preferido estar con ella y no con el jefe del Estado y el Poder Judicial y ambos se han declarado mucho más dignos que los otros. Los narcotraficantes o los defraudadores fiscales son gente tan honorable si se les trata de cerca. Podría y debería ser el fin de adónde ha llevado a este país la digna instigadora de todo este pifostio, con la ayuda de su asesor Miguel Ángel Rodríguez y del “quien pueda hacer que haga”, de la imparcial justicia, de medios a su servicio y todos los etcéteras. La novia de un encausado por diversos delitos fiscales y de falsedad documental a quien la justicia pide 4 años de cárcel y que anda buscando debajo de las piedras más ardides para evadir su responsabilidad. Con ser la parte dura de la cuestión es también la más folclórica, la que ha convertido un día para hablar de la justicia al más alto nivel en un acto fallido. Porque es evidente que hay una alianza de distintos poderes para echar al presidente del gobierno, lo dicen incluso juristas. En los medios -ya no solo oficialmente de derechas- no puede ser más claro. Los más “ecuánimes” nos vienen a decir que si ha ido a por ti un camión y te ha atropellado, te apartas a un rincón hasta ver si te curan o te dejan tirado. Son las excusas nivel armas de destrucción masiva para abajo. Ahora que, en lugar de elegir por ejemplo falsas pruebas para invadir un país como hizo Aznar, o haber creado una cloaca policial para destruir a tus rivales políticos y lavar la corrupción del partido, o haber montado una lucrativa agencia de evasión fiscal como ocurrió durante el gobierno de Rajoy, o haberse perdido horas mientras tus conciudadanos se ahogaban en una Dana de la que no avisaste, como Mazón, o haber jugado a ser un ángel del dolor en las residencias de Ayuso, se han buscado ¡un email! para encarcelar a un fiscal general. Con la confesión de un defraudador en aquella misiva. Delito de lesa humanidad parece si se pretende encarcelar con él a un fiscal general y tumbar un gobierno. Un email que no fue el primero en llegar a los medios siquiera. Es inaudito. ¡Un particular! Que casualmente vive emparejado con Ayuso, eso sí. Menos mal que la justicia en España atiende a todos los ciudadanos por igual. Hoy han patinado en el golpe blando. Grotesco el show de Ayuso con el holograma sonriente de Feijóo, nula autocritica de quien preside el órgano de los jueces y el más alto tribunal… no ha mejorado la apreciación social de la justicia. Solo el fiscal general la ha dignificado. Y lo peor es que todo sigue igual y seguirá. El hijo y sucesor de Juan Carlos I debería, haciendo memoria, estar atento y mojarse algo para que España salga de esta encrucijada.
eldiario
hace alrededor de 3 horas
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