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Sospechas e indicios

Sospechas e indicios
Que alguien borre mensajes previamente a su imputación puede ser o no sospechoso: si no lo ha hecho nunca antes, habrá quien dé paso a la sospecha y habrá quien no dé nada por sentado en la consideración de que toda persona tiene derecho a preservar su intimidad cuando sabe que va a ser expuesta a los cuatro vientos; en un proceso penal es obligación no dar nada por sentado La sospecha es universal. Todo el mundo tiene las suyas. Hay gente que sospecha mucho, gente que lo hace poco y gente que recela de todo. Hay sospechas fundadas, infundadas, interesadas y también gratuitas, porque cada cual sospecha de lo que quiere. Digamos que, de alguna forma, existe cierto voluntarismo en la acción de sospechar; a veces también mucho teatro y un punto de comicidad -Woody Allen decía que los japoneses no miran, sospechan-. Pero una cosa es clara: sea cual sea su origen o motivaciones, carece de valor en Derecho. Podrá ser un acicate para el investigador; en el proceso, sin embargo, no deja de ser un cero a la izquierda. Ningún parentesco guarda, pues, con el indicio, que sí constituye una prueba sin perjuicio de que requiera ser reforzado con otros indicios. Y es que, sin compañía, tampoco es válido el indicio. Para trazar la distinción entre uno y otro -sospecha e indicio- conviene recordar, nos dice el Tribunal Supremo (STS 532/2019), que “la prueba indiciaria ha de partir de unos hechos plenamente probados, pues no cabe evidentemente construir certezas sobre la base de simples probabilidades”. Así es; pongamos un ejemplo: Un hombre camina por la calle con una mano manchada de sangre. Veinte metros atrás yace en el suelo un cadáver. Uno puede, lógicamente, sospechar que alguna relación ha tenido con el fallecido, pero habrá que analizar la sangre y, si el ADN no es del muerto o no puede afirmarse que lo sea, ¡adiós Holmes! Si, por el contrario, la sangre pertenece al yaciente, tendremos un indicio: puede que nos encontremos ante el asesino o puede que el hombre simplemente se acercase para ver si aún respiraba y se manchó una mano. Habrá, pues, que seguir investigando; cuanto menos a los treinta restantes individuos que caminaban o descansaban a menos de veinte metros en las aceras, porque hemos olvidado decir que era una calle particularmente transitada. Trasladado esto al proceso contra el Fiscal General del Estado, podemos observar cómo tenemos tan sólo meras sospechas que en modo alguno justificaban el paso al juicio oral, tal y como han apuntado otros antes, incluso un voto particular. Que alguien borre mensajes previamente a su imputación puede ser o no sospechoso: si no lo ha hecho nunca antes, habrá quien dé paso a la sospecha y habrá quien no dé nada por sentado en la consideración de que toda persona tiene derecho a preservar su intimidad cuando sabe que va a ser expuesta a los cuatro vientos; en un proceso penal es obligación no dar nada por sentado. Pero si se trata de una persona que borra mensajes de forma periódica y que debe, incluso, hacerlo por la naturaleza de su cargo, el hecho pasa a ser completamente inocuo. Y en uno y otro caso, si no identificamos el ADN -esto es, si no disponemos de la información- ¡adiós Holmes! Esto, unido al hecho de no haber investigado al resto de individuos que caminaban por la calle -que, recordemos, estaba muy pero que muy transitada- hace que el proceso sea, sin duda, cuanto menos extraño.
eldiario
hace alrededor de 14 horas
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