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Recordar el fuego

Recordar el fuego
La emergencia climática es global, pero sus efectos son locales. En las regiones afectadas no solo vive menos gente, también hay menos periodistas. Los que quedan son especialmente cruciales ahora para no dejar de preguntar, y no dejar de contarEl cambio climático es el mayor pirómano: revelan que hizo 40 veces más probables los megaincendios del verano Esta semana, en su excelente telediario desde San Vicente de Leira, en Orense, Pepa Bueno le dijo a sus vecinos que los periodistas de la televisión pública no se olvidarían de ellos, no se olvidarían de lo que les ha pasado, impotentes ante los incendios forestales que han arrasado la región. Lo dijo porque eso es lo que muchos piensan que pasará, una vez más.  Los periodistas no nos olvidamos, los de elDiario.es tampoco, pero es verdad que a veces faltan recursos para hacer las historias que querríamos y algo todavía más escaso y preciado, la atención del público, eso tan difícil de mantener. Los medios no son ya tan influyentes en el espacio público para que importe tanto de qué nos acordamos y de qué nos olvidamos, pero está claro que contar historias e insistir con preguntas --como no ha dejado de hacer nuestra cuidada sección de Sociedad y las ediciones locales, especialmente en León y Galicia- es un punto de presión más para políticos que, según ha demostrado la experiencia, suelen estar demasiado preocupados por a quién beneficia cada crisis. Y, como bien identificaban los vecinos de ese pueblo de Orense, se trata de políticos de “un lado” y “del otro” porque en estas semanas ha habido malos ejemplos tanto de ministros y otros políticos del Gobierno nacional como de presidentes autonómicos y consejeros del partido de enfrente. La culpa de la “anti-política” no la tienen los ciudadanos, sino los numerosos supuestos servidores públicos tan enganchados a la bronca partidista con aire de farsa que son incapaces de superarla hasta cuando hay una emergencia. Ni siquiera para pensar por un segundo que, aunque tengan las mismas ganas de siempre de culpar al de enfrente, les va a beneficiar políticamente ser magnánimos con los rivales. Y esto pasa, entre otras cosas, porque apenas hay instituciones independientes donde no haya políticos al frente y existan garantías para protegerlas de interferencias.  El olvido en este caso tiene un precio muy alto para las comunidades rurales, que ahora dependen de los fondos que ayuden a recuperar sus pueblos y sus medios de sustento, y sobre todo de que haya planes serios y bien financiados para que no vuelva a pasar lo mismo o incluso peor el año que viene o el siguiente. La avalancha de información diaria, en trocitos cada vez más pequeños, facilita que cualquier indignación o preocupación por algo que no pasa justo en nuestro entorno se disuelva. Responde a un instinto de supervivencia natural y tiene mal arreglo en este sistema hiperconectado sin vuelta atrás.  Pero desde nuestro pequeño rincón solo podemos pedir y asumir más responsabilidad para que efectivamente ese pueblo de Orense y tantos otros de León, Zamora o Cáceres no sean parte de un archivo que simplemente sirva para ilustrar que ha vuelto a pasar. No olvidarse ayuda. Por nuestra parte, significa no dejar de preguntar por los cuidados del entorno ahora, por la prevención para las lluvias del otoño y por los planes para el verano que viene. La emergencia climática es global, pero sus efectos son locales, hiperlocales incluso. En las regiones afectadas no solo vive menos gente, también hay menos periodistas. Los que quedan son especialmente cruciales ahora para no dejar de preguntar, y no dejar de contar.
eldiario
hace alrededor de 23 horas
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