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La 'kale borroka' legitimada

Ver contenedores que arden, pedradas a la Policía y decenas de encapuchados golpeando a vecinos de Pamplona solo puede ser el alarmante signo de algo que está sucediendo y sobre lo que debemos llamar la atención. Se trata del reverdecimiento de la violencia callejera, así como su justificación y enaltecimiento desde el poder en una espiral que resulta mortal de necesidad para la convivencia. En los sucesos registrados la tarde del pasado jueves en la capital navarra, con la excusa del acto de un activista en la Universidad de Navarra, se revivieron los peores momentos del terrorismo callejero o 'kale borroka', que se creían falsamente superados en el País Vasco y Navarra. Los disturbios en aquellas regiones -de los que se han producido réplicas en otros puntos de la geografía, como Madrid con motivo del boicot a la Vuelta Ciclista a España- no son casuales, ni espontáneos, y son muestra de un mal mayor y creciente: la justificación de la violencia por parte de la izquierda, ya sea mediante el aliento, el silencio o el aplauso. Hemos podido ver en los últimos días y semanas cómo tras el anuncio de las peculiares intervenciones de Vito Quiles se ha llamado a la confrontación por parte de muchos estamentos, entre ellos algunos partidos políticos. Hemos escuchado a Pablo Iglesias y a otros muchos opinadores pedir que se pegara a los activistas, y cuando suspendieron el acto de Pamplona por motivos de seguridad el Partido Socialista de Navarra se vanagloriaba de haber alcanzado una victoria frente a ellos, validando así la amenaza y el conflicto como métodos de oposición política. Cuando el acto quedó suspendido, la invitación a la violencia siguió su curso y decenas de jóvenes encapuchados, armados con palos, piedras y botellas, salieron a la caza en el campus de la Universidad de Navarra, tan odiada por la izquierda 'abertzale' y que incluso tuvo que cerrar sus puertas ante el temor a unos incidentes que efectivamente se produjeron. Las hordas de violentos, rescoldo social de ETA tras su disolución, se hicieron con el entorno ante unos alumnos aterrorizados, algunos de los cuales recibieron amenazas, lanzamiento de objetos y palizas. También fue víctima de la turba un periodista de 'El Español', al que hirieron e intentaron linchar delante de la Policía Uno de los argumentos para justificar estos terribles actos es el de recurrir a la geometría del conflicto y la provocación por la otra parte, de cuyo discurso se puede criticar la consistencia, pero que en ningún momento se ha conducido de manera violenta. El argumento del 'algo harían' ha dado por buenas tantas tropelías y ha dejado tras de sí un reguero de muertos tan reciente que resulta inaudito verlo resurgir. No se puede ni se debe validar la violencia frente a un presunto fascismo que se debe supuestamente combatir, pues el sentirse 'provocado' siempre es un acto subjetivo. Que la violencia no es aceptable parecía un consenso, hasta ahora, cuando la izquierda ampara actos intolerables y violentos con la excusa de luchar contra una ideología que tacha de intolerable y violenta. La tarde del pasado jueves se convirtió en un doloroso túnel del tiempo, agravado por las justificaciones y contextualizaciones que de los violentos se hicieron desde muchos ámbitos, entre ellos el Partido Socialista de Navarra y TVE. La diferencia con los años terribles que vivió nuestra nación es que esa justificación no solo se hacía desde el entorno abertzale, sino desde un país entero, una nación 'borroquizada' en el intento del Gobierno y sus socios por llevar a la calle una confrontación que disimule los escándalos que asedian su prestigio en los juzgados y en las portadas.
abc.es
hace alrededor de 23 horas
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