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Macron recurre al vodevil en vísperas de la catástrofe

Macron recurre al vodevil en vísperas de la catástrofe
El segundo mandato de Emmanuel Macron, del que aún quedan casi dos años, no tiene salvación. Ante Macron se abren tres opciones: resistir algún tiempo más, convocar nuevas elecciones parlamentarias o dimitir Como vodevil podría ser gracioso: Emmanuel Macron nombra como primer ministro a un hombre de su máxima confianza, Sébastien Lecornu; Lecornu logra formar gobierno y, 14 horas después, dimite. Acto seguido, Macron vuelve a nombrarle primer ministro, con la perspectiva de que esta vez dure un poco más. Quizá unos días más. Quizá incluso semanas. La quinta edición de la República Francesa, la inaugurada por Charles de Gaulle en 1958, se ha convertido en un chiste. Habría que reír, si el desastre no amenazara a la Unión Europea. El segundo mandato de Emmanuel Macron, del que aún quedan casi dos años (hasta la primavera de 2027), no tiene salvación. Ante Macron se abren tres opciones: resistir algún tiempo más, convocar nuevas elecciones parlamentarias o dimitir. Todas ellas son malas. La primera opción requiere unos cuantos milagros y supone poco más que aplazar el fin. La segunda opción es idéntica a la primera, con una votación inútil de por medio. La tercera implica, probablemente, una presidencia de extrema derecha con una izquierda radical como principal fuerza de la oposición. Veamos. En el primer supuesto, Macron renuncia a la única ley importante de su segundo mandato, la reforma de las pensiones. En 2023, la entonces primera ministra, Élisabeth Borne, impuso por decreto un retraso de dos años en la edad de jubilación (desde los 62 a los 64 años, a aplicar progresivamente hasta 2032) y, ya desde 2027, la obligación de haber cotizado al menos 43 años para acceder a la pensión completa. Si esa reforma se suspendiera, como propone la propia Borne, y si aumentaran los impuestos sobre los más ricos, tal vez los parlamentarios socialistas se animarían a sostener durante algún tiempo a Lecornu, y, con ello, a Macron. En el segundo supuesto, la convocatoria de elecciones parlamentarias dejaría las cosas peor que ahora. Hoy es imposible formar una mayoría en la Asamblea Nacional. Los sondeos dicen de forma casi unánime que en unas nuevas elecciones bajarían tanto la extrema derecha lepenista como la izquierda, el centro (la amalgama de pequeños partidos que aún apoya más o menos a Macron) se hundiría y sólo subiría, de forma leve e intrascendente, la derecha tradicional de Los Republicanos. Si la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon rompiera con los socialistas, como parece verosímil a raíz de la bronca que han mantenido en torno a Gaza, unos y otros sacarían un resultado aún peor que si fueran unidos. Es decir, se volvería al punto de partida: una Francia ingobernable. Queda la tercera opción, la de dimitir, que Macron ha descartado hasta ahora. Esa vía está ensayada. Charles de Gaulle dimitió en 1969. Ocurre que entonces le sucedió en la presidencia su primer ministro, Georges Pompidou, y las cosas no cambiaron demasiado. Ahora, unas elecciones presidenciales situarían frente a frente, en la segunda vuelta, al candidato de Agrupación Nacional (fuera Jordan Bardella, fuera por un prodigio de última hora la de momento inhabilitada Marine Le Pen) y al candidato de La Francia Insumisa, seguramente Jean-Luc Mélenchon. Para hacernos una idea, sería como si en España hubiera que elegir entre Vox y Podemos, sin opciones intermedias. Entretanto, la economía francesa se desangra. El déficit presupuestario acabará el año en el 6,1% del Producto Interior Bruto y el Tesoro tiene que pagar un interés que se acerca al 4% anual para financiar la deuda. Ahora mismo, tras el rechazo parlamentario al recorte de 44.000 millones propuesto por François Bayrou, efímero predecesor de Lecornu, no parece posible aprobar un presupuesto. La crisis de Francia es gigantesca. Y, lógicamente, arrastra al euro. La Unión Europea considera que Vladímir Putin es su máximo enemigo. Cuando la crisis francesa estalle, quizá ya en la semana entrante, podrá empezar a calcularse si Macron ha hecho más daño que el propio presidente ruso.

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