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¡Qué horrendas pesadillas devoran a Mazón, Ayuso y Netanyahu!

¡Qué horrendas pesadillas devoran a Mazón, Ayuso y Netanyahu!
7.291 ancianos ahogados en su cuartucho de la residencia, sufrimientos indecibles sin atención de nadie, a espaldas de sus familiares, porque la lideresa madrileña decidió, junto con sus responsables médicos, el diablo les confunda, que no había que trasladarlos al hospital, que allá se murieran como perros El sueño de la razón produce monstruos, recuerda José K. que dejó grabado Francisco de Goya y Lucientes. Se ha despertado hoy nuestro hombre un punto alterado, que tanto obispo, tanto cardenal y tanto Papa le ha revuelto la pajarilla, y en ese inquietante duermevela que define su agitado sueño, aquellos sufrimientos infantiles, clavados en el entonces tierno cerebro por negros curas torvos y amenazantes, poblados de terribles imágenes de cuerpos resurrectos, ánimas ardiendo y pecadores retorciéndose de dolor, han vuelto a clavarle sus aguijones. ¡Qué tipo tan peculiar este señor de luengas barbas blancas, ese dios que se declara sublime amante de la humanidad, epítome de la bondad, omnipresente y todopoderoso, pero que permite que los niños mueran de hambre, que hombres salvajes violen a las mujeres, que asesinos violentos degüellen a víctimas inocentes y que militares uniformados bombardeen, impasibles, hospitales o escuelas! ¡Cuánto amor en esos actos, qué ser tan magnánimo! Dios, excelso Creador del cielo y de la tierra, Alá o Ha Shem, ¡venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo! La resurrección de los cuerpos, clamaban desde los púlpitos. Ya saben: los buenos al tendido de sombra, qué fresquito, los réprobos al de sol, a asarse como turistas finlandeses. Y con dolores inimaginables, qué bien merecidos se los tienen, por pecadores. Todo ello ocurrirá antes de la parusía de Cristo o día del juicio final, del que todavía, afortunadamente, desconocemos la fecha de celebración. Explicado está en las para ellos sagradas escrituras, Juan capítulo 5, versículo 29: “Y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien resucitarán para tener vida, pero los que hicieron el mal resucitarán para ser condenados”. Aún más: “Muchos de los que duermen en el país del polvo se despertarán; unos para la vida eterna; otros, para el oprobio, para el horror eterno”, Daniel 12, 2-3. O, más descriptivo, Ezequiel 37, 1-14: “Huesos secos, escuchen este mensaje del Señor (…) les pondré tendones, los rellenaré de carne, los cubriré de piel y les daré aliento de vida para que revivan”. ¿Queda claro? Hay que ver, cuanta tontuna. ¿Se imaginan ustedes a los miles de millones de humanos que han poblado la Tierra desde el hacha de sílex, y aún algún puñado de siglos antes, saliendo de sus tumbas, si es que fueron enterrados, polvo eres y en polvo te convertirás, al escuchar la triunfante trompeta de ese corneta divino? ¿Saldrán vestidos, traje y corbata unos, discreto vestido otras? ¿Dónde quedarán los miriñaques y las pelucas empolvadas? ¿O quizá se mostrarán en pelota picada? ¿Lucirán un rostro juvenil, los que hubieran superado esa edad, se levantarían con todas las cicatrices de la autopsia o exhibirán las vísceras desparramadas tras el aparatoso accidente automovilístico? ¿Y qué harán, por ejemplo, los perdidos en los océanos? ¿Subirán a la superficie con un pulpo en la cabeza? ¿Los ajusticiados con garrote vil traerán el cuello torcido como lo harán, también, los ahorcados, soga incluida? Qué glorioso día este, el de la resurrección de los muertos, tan parecido, un poquito de imaginación, al desfile de los zombis en cualquier película de terror, tal que La noche de los muertos vivientes, la de George Andrew Romero, todo un clásico. Y ahí quería llegar José K., al que tanto le gusta dar vueltas y revueltas. A los zombis. Da por seguro que los tres nombres que aquí va a evocar, tampoco es cosa de hacer interminable la perorata, creen a pies juntillas en esas chanzas de la religión, igual da que da lo mismo la Biblia o el Talmud. Resucitaremos, claro, para así poder premiar a los nuestros y castigar a los suyos, por si acaso en vida no hubieran sufrido lo suficiente, peste de ateos y rojos, que las calderas del infierno son poca cosa para sus muchas maldades. Ya despierto, y tras ingerir un cacho de pan del día anterior, mojado en un vasito de colacao, que el café le altera la tensión, José K. echa a andar, juntos y en compaña, a esos negros sueños y a una propuesta política para unos cuantos seres que andan por ahí, encantados de conocerse, mentón arriba, cuidado que te piso. Empieza nuestro hombre por Carlos Mazón. ¿Le sitúan? Un inepto y un caradura, escondido en las sombras mientras las aguas terribles acababan con vidas y haciendas. Y él, ahí le tienen, paseando su cuerpo gentil y sonriendo al respetable -el poco público que no le insulta-, a mí que me cuentan, que me fumo un puro con su sufrimiento. Bien. José K. sabe qué hacer. Será justo y necesario que las 227 víctimas ahogadas en la riada de la que se borró como un miserable, se le aparezcan noche tras noche desde el inframundo, pesadillas sin fin, zombis horrorosos, verdes, amarillos, morados, ojos salidos de las órbitas, feas cicatrices en rostro y torso, uñas como garras, lenguas repugnantes, ropas deshechas, olor fétido, andar macilento. ¿Sufre, Mazón? Pues a pechar con lo que hay, que quien siembra vientos recoge tempestades. Resucitan los muertos, claro que resucitan, que su religión lo proclama, pero adelantan su llegada para el justo premio -castigo divino, ¿les suena? - a quien no quiso, qué vergüenza, evitar tanto dolor. Cogido el gusto, José K., encendido, piensa que la misma receta, tan simple y al tiempo tan lucida, servirá para Isabel Díaz Ayuso. Exacto, sí, 7.291 ancianos ahogados en su cuartucho de la residencia, sufrimientos indecibles sin atención de nadie, a espaldas de sus familiares, porque la lideresa madrileña decidió, junto con sus responsables médicos, el diablo les confunda, que no había que trasladarlos al hospital, que allá se murieran como perros. Son 7.291 cuerpos repulsivos, nauseabundos, en su aparición nocturna, heridas purulentas, cráneos abiertos, pies verdes arrastrados, mondongos colgantes de vientres abiertos en canal, todos ellos paseando descaradamente por el ático de Chamberí, se oyen sus graznidos amenazantes, imposible el sueño, esos monstruos no me dejan en paz. Quizá también se aparezcan -sugiere nuestro hombre- en mitad de soleadas terrazas, sembrando el pánico entre los consumidores de vermú y ricas patatas bravas, sus mentes carcomidas no conocen límites, mientras Miguel Ángel Rodríguez grita enloquecido por entre las callejuelas de la Puerta del Sol: “¡Vienen a por nosotros, huye Isabel, huye, que nos van a comer los higadillos!”. Claro que, ya lanzado, José K. reserva sus mejores ejemplares de muertos redivivos para Benjamin Netanyahu, el gran canalla y deleznable corrupto. No sólo se le aparecerán de noche, no, es que en cualquier momento, en su grandioso despacho, en su paseo acompañado por su numerosa guardia pretoriana, en los cumpleaños de sus nietos y otros amiguitos, girará la cara y allí estarán. Decenas y decenas de miles de muertos, cerca de veinte mil niños y más de cien mil heridos, vendajes sanguinolentos, amputados los brazos, las piernas, sacados los ojos, arrancadas las orejas, gritos terribles pidiendo ayuda o solamente un poco de agua y pan, rodeando su cama, su mesa, su sofá, olor insufrible a podredumbre estancada. Así se le mostrarán día y noche al genocida, ni un momento de descanso. Incluso llenarán la sinagoga con su monstruosa presencia los sábados por la noche durante la ceremonia de havdalá. ¿Y cómo serán estos zombis expresamente dedicados al genocida israelí? Ha visto José K. en una revista tirada en el bar de la esquina una ilustración de los infectados que acechan a Pedro Pascal y a Bella Ramsey en la serie The last of us y le han gustado mucho, monstruos deformes que aterran con solo lanzarles una mirada furtiva, qué decir si te acosan, si se te echan encima, cubren tu tembloroso cuerpo y encima te graznan en el oído. Muy indicados para la ocasión, apunta. Son muchos los resurrectos, fíjense cuán larga es la historia de la Humanidad, 200.000 o 300.000 años, ya lo decíamos antes, así que tengan la seguridad de que habrá suficientes cuerpos en estado comatoso para amargar la existencia a otros muchos indeseables que pululan por este mundo terrible, admite José K., vena dilatada en el cuello por la rabia. Se le vienen a la cabeza Donald Trump o Vladímir Putin, claro, pero no conviene esparcir la propuesta, mejor concentrémonos en los tres citados, que reúnen méritos más que suficientes, dice, tiempo habrá para extender el despliegue de infectos zombis a otros asesinos salvajes. No se precipiten, propone, que habrá intestinos desparramados por los suelos para todos ellos. Contada la cosa, oye nuestro héroe una vocecita que le susurra desde los adentros: “Eres malo, muy malo, José K. No se desea el sufrimiento a ningún ser humano, el perdón lo sana todo, recuerda la mejilla, la misericordia, las bienaventuranzas y esas cosas”. Ya, sí, por supuesto, replica nuestro hombre, poco dispuesto a admitir caritativas admoniciones. Y sin alterarse lo más mínimo, responde a su Pepito Grillo particular, la voz de la conciencia, la llaman, que algunos, sin duda, aceptarán dar la mano a Mazón, un beso amistoso a la reina del vermú e incluso comprarle armas a Netanyahu, no podemos hacer otra cosa. Pero José K. se pone de pie, siempre lo hace en momentos solemnes, y brama -es un decir, que la voz apenas le da para llegar hasta las paredes de su tabuco- que a él nunca le encontrarán en esos apestosos rendezvous, ni saludará al indigno president, ni a la desvergonzada madrileña y, faltaría más, no le comprará ni un tirachinas al criminal régimen israelí. De tenerlos delante, advierte, bien harán las fuerzas del orden que suelen acompañarlos en agruparse en torno a los interfectos, que lo mismo a nuestro hombre, cosas de la edad, se le dispara la pierna para romper alguna espinilla. Los curas, tan comprensivos, le dirán a Mazón, un suponer, eso de El Ventorro está muy feo, don Carlos. Hala, rece usted tres padrenuestros y dos avemarías, y vuelva rápido al seno de la Iglesia. Acuérdese que le llegará la resurrección, gloria bendita. Nosotros los malvados, los perversos los desalmados, esto es, sin alma, preferimos que el responsable de tanto dolor se pudra en la cárcel, dicho sea a la pata la llana. Mejor resarcir a la víctima que disculpar al culpable. La benevolencia, la generosidad de espíritu, la humanidad, se demuestra acompañando y ayudando a los débiles, sí, pero además soltando sopapos a los tiranos. Porque José K., un punto grandilocuente, lo admite, nos grita que siempre, siempre, lo ha tenido claro: prefiere ser justo antes que bondadoso. Otra voz, cascada, se cuela desde detrás de la puerta. Es el Catavenenos, que le susurra: “Te he oído hablar de Israel”. Y le pasa un papelillo. Juan Carlos Girauta, El Debate: “El psicópata Sánchez no ha dejado de exhibir un antisemitismo de activista desde el pogromo del 7-O”. “Con Sánchez, nos echarán de Eurovisión, de la UE y hasta de la ONU. Solo nos acogerán Maduro, Irán y Hamás”, Alejandro Vara, de La Razón. Fran Carrillo, OKdiario: “El Comando Hamás de Radio Televisión Española, o Espantosa, como debe ser definida desde ahora (…) dedicó sus horas de politización diarias, que es una costumbre cotidiana, a decirle a los españoles cómo debían votar en Eurovisión (…) El festival era lo de menos. Lo que importaba al Comando Hamás era demostrar, como siempre, que representan la hez moral colocándose en el lado equivocado de la historia”. Léase, entonces, que el lado bueno, el correcto, es el que masacra palestinos. Tomamos nota. Otro para los zombis.
eldiario
hace alrededor de 11 horas
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