cupure logo
delquelossinmáspalestinamejorescomotrumpviñeta

Un “Yad Vashem” palestino

Un “Yad Vashem” palestino
Algún día existirá una Sala de los Nombres dedicada a las víctimas palestinas. Algún día se recordará en algún lugar de memoria a aquellas personas destruidas por “una ideología racista y genocida”. Si ese futuro lugar no está en Jerusalén, la vergüenza será completa “Nuestro objetivo es presentar a los judíos como seres humanos que encarnan identidades visibles, que los alemanes planearon destruir en nombre de una ideología racista y genocida. De las cenizas y las ruinas, asumimos el compromiso de devolver la humanidad a las víctimas y sacar del anonimato a las familias y las comunidades, así como su cultura, aniquilada durante el Holocausto. Los nazis pretendían deshumanizar a los judíos, reducirlos a meros números, exterminarlos y borrar sistemáticamente todo rastro de su existencia”. Esto es lo que dicen sobre sí mismos en Yad Vashem (“Un monumento y un nombre”), el estremecedor lugar de memoria construido en un monte de Jerusalén. Es imposible visitar la Sala de los Nombres y no sentir angustia. Y furia. Y pena. Y una vaga culpabilidad. Nadie salvó del exterminio a esos millones de personas. Yad Vashem no sólo recuerda el genocidio que dio nombre y definición a todos los genocidios: también nos recuerda que la especie humana, sin que importen sus niveles de cultura y civilización, es capaz de las peores atrocidades. Pase lo que pase en Gaza (y todos sabemos lo que está pasando), cualquiera que minimice aquel genocidio o diga alguna de esas estupideces no demasiado infrecuentes, cosas como “lástima que los nazis no completaran el trabajo” y similares, seguirá siendo un miserable. Pase lo que pase en Gaza, cualquiera que aplauda, o guarde silencio, o muestre complicidad ante el genocidio que sufren hoy los palestinos seguirá siendo un miserable. Ni el mal ni el bien son hereditarios. Los actuales israelíes no son los de Auschwitz o el gueto de Varsovia. Quedan unos pocos supervivientes, por supuesto, y suelen mostrar su espanto ante la repetición de la tragedia. El grueso de la población de Israel, por el contrario, celebra el horror. Los sondeos no dejan dudas. Israel invoca el “lebensraum”, el espacio vital supuestamente necesario para la salvación de la patria, igual que hicieron, unas cuantas generaciones atrás, los alemanes. No fue Adolf Hitler quien deshumanizó a los judíos, sino sociedades casi enteras, en Alemania y en otros países europeos. No es Benjamin Netanyahu quien deshumaniza a los palestinos, sino una sociedad casi entera, dentro de Israel y fuera. A veces, el ser humano se hunde colectivamente en la paranoia y el furor asesino. Ni el mal ni el bien, decíamos, son hereditarios. Los israelíes del futuro no deberán cargar con culpa alguna. Tampoco nuestros descendientes, los de quienes supimos y no hicimos nada, porque no quisimos o no pudimos, soportarán culpa. Y los palestinos del mañana no tendrán ningún derecho a ostentar una supuesta superioridad moral a cargo de lo que sufrieron sus antepasados. Algún día, el único deber será el de la memoria. No porque la memoria vaya a evitar nuevos horrores, como estamos comprobando, sino para redimir en lo posible un capítulo monstruoso de la historia humana. Las vidas se habrán perdido y habrá que salvar al menos los nombres. Para mantener en la conciencia que esos niños que ahora vemos morir a millares, destruidos por la metralla, el hambre y el miedo, existieron realmente. Algún día, estoy seguro, existirá una Sala de los Nombres dedicada a las víctimas palestinas. Algún día se recordará en algún lugar de memoria a aquellas personas destruidas por “una ideología racista y genocida”. Si ese futuro lugar no está en Jerusalén, la vergüenza será completa.
eldiario
hace alrededor de 12 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Opiniones