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Vacaciones artificiales

Espabilar o morir. Y espabilabas, vaya que sí. Fui de la primera generación de la beca Erasmus cuando la martingala no era sino deshilachada experiencia piloto. «Aprovecha, que no sabemos si esto durará», apuntó la profesora que me enchufó allá en el bar de la facultad. Y soltaban una pasta gansa. Marché de Valencia a Toulouse en autobús. Luego desde esa ciudad hasta Pau en tren. No recuerdo cómo llegué, pero llegué. Viajar a lo pobre en aquel tiempo cimarrón destilaba cierta aventura casposa de improvisación permanente, de traqueteo constante. No existían ni los celulares ni mucho menos la IA . Durante aquellos meses de diversión garantizada llamé tres veces a casa, y sospecho que exageré. «Cuidado, hijo mío, que... Ver Más
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hace alrededor de 7 horas
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