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El combate contra el cambio climático sale a cuenta: generará 4 billones de dólares en nuevos negocios en 2050

El combate contra el cambio climático sale a cuenta: generará 4 billones de dólares en nuevos negocios en 2050
La transición energética no solo es una cuestión de supervivencia. Los ingresos generados por la adaptación climática moldearían un pastel de 4 billones de dólares, impulsarían el billón en ventas de soluciones tecnológicas por las catástrofes meteorológicas y alcanzaría un valor combinado de deuda y capital de 9 billones en el ecuador del siglo. El punto débil es el déficit de finanzas verdes en circulaciónTrump busca enterrar con inversiones masivas el hacha de guerra de las empresas tras sus 100 días de gestión La cruzada de la Administración de Donald Trump contra la neutralidad de emisiones del sector energético también parece arremeter contra todo criterio de mercado y contra la vanguardia tecnológica. El retorno de la Vieja Economía, término acuñado por Jeff Curry, estratega jefe de Goldman Sachs, para alertar de una nueva batalla de la industria fósil y sus lobbies para controlar el ciclo post-Covid y sepultar el bienio de esplendor 2020-21 de las inversiones sostenibles y éticas, ha surtido efecto en la Casa Blanca. Y con ella, cualquier intento de alcanzar las emisiones netas cero de CO2, tildado como un elemento más del movimiento woke, será combatido por la Administración Trump. A pesar de que los augurios no sean halagüeños y procedan de investigaciones y análisis privados como el que acaba de revelar Wong de Rui, máximo responsable de la Oficina de Sostenibilidad del fondo soberano GIC (Government Investment Corporation) de Singapur. En un informe de Rui cifra en 4 billones de dólares -equivalente a los PIB de Alemania o de Japón- los negocios que alumbraría la adaptación climática en 2050. El año en el que se debería alcanzar la neutralidad de emisiones, según los Acuerdos de París, con un repunte de la temperatura global del planeta de 1,5 grados centígrados respecto a los niveles de CO2 previos a la revolución industrial. Pero el diagnóstico va más allá. De Rui asegura que la transición hacia las emisiones netas cero “ofrece oportunidades de inversión en sectores que van desde la tecnología para la extinción de incendios hasta los seguros contra inundaciones […] e identificarían nuevas industrias claves” en las hojas de ruta hacia la sostenibilidad“, a medida que se avanza en ”los esfuerzos para reducir los gases de efecto invernadero“ y se implantan medidas para ”proteger los activos contra los impactos de las catástrofes meteorológicas“. El GIC gestiona alrededor de 800.000 millones de dólares de patrimonio y ocupa el séptimo lugar en el ranking de mayores carteras estatales que encabeza el fondo soberano noruego -justo por detrás del saudí- y que elabora Sovereign Wealth Fund Institute (SWFI). El estudio, que ha contado, además, con la participación de la consultora estadounidense Bain & Co, precisa que las empresas que ofrecen soluciones de adaptación están “emergiendo como una parte complementaria y cada vez más atractiva de inversión”. Pese al rechazo que despierta el capital ESG en la Administración Trump. Hasta el punto de elevar exponencialmente a lo largo de las próximas décadas el billón de dólares las ventas asociadas en la actualidad a tecnologías específicas para combatir aspectos concretos ocasionados por el cambio climático. O catapultar hasta los 9 billones de dólares en el ecuador del siglo el valor combinado de la deuda y el capital de las empresas que oferten catálogos de bienes y servicios de adaptación a las inclemencias de la atmósfera. Cambio de tercio energético en EEUU Aunque en esta encrucijada de caminos en la que se encuentra la transición energética por los cambios en los incentivos, subsidios y ayudas específicas que el mandato de Joe Biden dirigió a las fuentes renovables y ahora Trump dedica a la industria fósil, el Talón de Aquiles sigue siendo la escasa aportación de los bancos a las finanzas verdes. Así lo constata JP Morgan Chase, otro signo de admisión del sector privado e inversor, que alerta de que la financiación que impulsa la transición energética es insuficiente y solo cubre la sexta parte de las necesidades previstas para 2030, la primera gran escala en la hoja de ruta hacia las emisiones netas cero. “No estamos invirtiendo lo que reclama la reconversión industrial verde a pesar de los beneficios inversores y empresariales de incentivar la protección contra las crisis climáticas”, asegura una nota a clientes suscrita por el director de la asesoría climática del banco de inversión americano. La adaptación -o proceso de adecuación de activos a las catástrofes climáticas, desde incendios a inundaciones o sequías, entre otros-, ha adquirido una nueva urgencia porque el planeta se está encaminando hacia un calentamiento que prácticamente duplica el umbral crítico de 1,5 grados centígrados, asegura Sarah Kapnick, científica climática contratada para asesorar a los inversores de JP Morgan: “Siempre me ha sorprendido la falta de finanzas verdes”, una circunstancia que achaca “al pensamiento estático que nos ha invadido, a ese deseo de mantener el status quo de cada uno, que hace que la humanidad se vuelva ciega ante el futuro”, dice en una entrevista en Bloomberg. En su opinión, invertir en compañías que están concienciadas y atentas a estos riesgos -precisa- “tiene incuestionables implicaciones financieras”. Las carteras de inversión no solo pueden limitar las pérdidas, sino también obtener rentabilidades desorbitadas, apunta, en línea con el informe de la entidad. Otras valoraciones como las del World Economic Forum (WEF), institución gestora del Foro de Davos, también redundan en esta idea. Si la adaptación climática tuviera el impulso geopolítico, económico, empresarial y financiero adecuado, “puede generar un retorno de capitales en una larga lista de sectores de hasta 43 dólares por cada dólar invertido”, lo que equivale a una cuota de ganancias del 4000%. Sobre todo si, en paralelo, se concede credibilidad al abaratamiento del coste de apostar por la transición energética por la aceleración de las tecnologías enfocadas a la reducción de emisiones contaminantes, a la captación de CO2 de la atmósfera o a la proliferación y canalización de las finanzas sostenibles. Un reciente análisis de The Economist asegura que la factura empresarial “está lejos de los 12 billones anuales” que se ha contemplado estos últimos años y se “acerca a los 3 billones”, lo que pondrían en entredicho la máxima trumpista de que el cambio climático “daña a los americanos y cuesta una fortuna”. Pero, lejos de amilanarse o de dejar algún resquicio de coincidencia con las evidencias científicas del Reloj Climático, la Administración Trump ha emprendido una cruzada contra Europa, a la que identifica como un espacio de sostenibilidad woke. No solo por amenazar con aranceles por las, a su juicio, normas ecologistas y restrictivas que dominan el acervo comunitario, sino por tratar con ello de cortar la propensión al capital ESG de los mercados de capital europeos o por lanzar una embestida geopolítica en toda regla para paralizar el Green Deal de la UE. Un 'caballo de Troya' en el Este europeo Para ello, el mandatario republicano ha enviado de viaje al Este europeo, los socios más críticos con la agenda verde europea y donde hace decenios que emergieron los grupos de ultraderecha que alientan las protestas sociales del Viejo Continente contra las directivas medioambientales, a Chris Wright, su secretario de Energía, que no ha dudado en actuar como un 'caballo de Troya' al pedirles que se unan a la “libertad energética” de EEUU y se nieguen a transitar por la hoja de ruta europea hacia la neutralidad climática. Wright argumentó que el enfoque de la Europa occidental en materia de políticas climáticas “es erróneo”, aseguró que sus latitudes orientales “deberían elegir un camino diferente” y no tuvo el menor reparo en enfatizar que “el gas natural y la energía nuclear son las soluciones climáticas más efectivas”. De igual manera que admitió que EEUU “promociona sus productos energéticos” y que el “deseo del presidente Trump” es que Europa “adquiera más energía estadounidense y servicios de empresas americanas” como Westinghouse Electric y Bechtel Group, con contratos recién prorrogados para construir la primera central nuclear en Polonia y planes expansivos para desarrollar futuras instalaciones de energía atómica en la región. Las declaraciones de Wright se produjeron precisamente en Varsovia, en un foro empresarial al que asistieron amplias delegaciones de socios del este europeo. “Los estudios económicos sobre cambio climático admiten que el objetivo de cero emisiones netas para 2050 es absolutamente erróneo”, llegó a decir. La tesis del máximo responsable energético americano no se sustenta en base científica alguna. Ni, pese a la contundencia de su retórica, sigue los designios del mercado. Otra firma de capital, Jefferies, acaba de publicar otro informe, que suscribe su jefe de inversiones, Luke Sussams, en el que expone que las carteras que apuestan por valores de adaptación climática ofrecen, en un año, una rentabilidad un 13,5% por encima de las que eligen activos dirigidos a la mitigación de los efectos meteorológicos y que, cuando el horizonte temporal se amplía a tres años, esta ratio se distancia hasta un 21,1%. El análisis de esta gestora extrae datos de 300 empresas vinculadas a distintos sectores de actividad. La financiación verde, aún por madurar Pese a ello, el 90% de la financiación verde global se concentra en las soluciones tecnológicas de mitigación, explican en JP Morgan. Kapnick llama la atención sobre la cada vez más excepcional advertencia de los bancos de inversión por encontrar fórmulas sostenibles en sus carteras en un momento crucial en el que la Administración Trump se burla con frecuencia de la política verde de Biden mientras se hacen habituales las noticias sobre inclemencias meteorológicas extremas. “Desde la perspectiva del inversor, elegir empresas preparadas para el cambio climático es una decisión estratégica que reduce la volatilidad de las pérdidas y que puede crear tendencias” en los mercados. Sin mencionarlo, la científica enrolada en JP Morgan hacía alusión a BlackRock y otras grandes gestoras que han reducido su exposición a los capitales ESG y al sorprendente impulso que estas inversiones registraron en 2024, en el que alcanzaron los 29,86 billones, valor similar al del PIB de EEUU, según los datos de Precedence Research, y rozando el objetivo de 2030. En el ejercicio precedente, el montante global fue de 25,13 billones, también por encima de las previsiones por el estímulo de los subsidios a las renovables en EEUU y la mayor concienciación verde en Europa. McKinsey ahonda en este decalaje. Frente a las inversiones ESG, las destinadas por las 377 firmas con mayor valor sostenible, según su capitalización bursátil, apenas llegaron a 683.000 millones de dólares entre 2019 y 2023, aunque se multiplicaron por seis frente al lustro precedente. Esta financiación, que incluyen desembolsos en tecnología climática, I+D+i y capital riesgo, engloba 12 categorías de tecnologías climáticas capaces de reducir hasta un 90% de las emisiones, dicen sus expertos.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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