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Acerca de la UME

Nuestra Unidad Militar de Emergencias es elogiada en todas sus actuaciones, algo que nos enorgullece a todos los militares. Cuando una población angustiada por un siniestro ve llegar a la UME se siente reconfortada. Y es que a su profesionalidad añade virtudes propias de su condición militar: disciplina, valor, amor al servicio… Pero cabe recordar que la UME nació de una tragedia y de un fracaso. Fue en 2005 cuando el fuego calcinó a once bomberos forestales en Guadalajara. Alcaldes y vecinos denunciaron la descoordinación y tardanza de los medios de extinción, pero tras la acción de la Justicia sólo uno de los 29 imputados –entre ellos algunos políticos– fue condenado por imprudencia grave. El Gobierno decidió entonces dedicar, con carácter exclusivo, una parte de las FF.AA. a apagar incendios, además de otras misiones del ámbito de Protección Civil. El Ejército cedió –y perdió– así unos 4.000 militares y buena parte de sus recursos, que desde entonces se emplean en un cometido diferente de su misión principal, que no es otra que prepararse para la guerra. En realidad, aquella decisión constató el fracaso del Sistema Nacional de Protección Civil, un fracaso que, aun contando con la UME, se ha repetido frente al virus, el agua y el fuego. ¿Será la propia estructura del Estado la causa última del fiasco? En todo caso, creo que, por pura coherencia, esta unidad no debería pertenecer a las FF.AA., sino a Protección Civil, que es a quien compete su empleo, y quizá debiera denominarse Unidad Nacional de Emergencias, siempre contando con planes de contingencia para la intervención del Ejército, tal como ocurría antes de 2005 y después, cada vez que la UME se ha visto sobrepasada. Manuel Sierra. Coronel de Infantería (R) (Pamplona) Nació en México y murió en Madrid. En ambos lugares se sintió cómodo porque sus pinturas eran universales. El Museo de Arte de San Diego acoge por primera vez una muestra exquisita de su arte. Era a la vez un poeta que necesitaba el ruido de una familia numerosa que lo rodeaba y un pintor que pedía tiempo para encontrase a sí mismo y las palabras adecuadas. Su pintura está llena de simbolismo y de guiños artísticos. Es recurrente el dibujo de un hombre parecido a él vestido como un cura ortodoxo de la vieja Rusia con sotana negra y barba poblada. El pelo de la cabeza a veces desaparece para dar paso a las ideas. Por momentos es una mariposa, objeto milenario de transformación, memoria, vuelo, viaje y cuerpo mortal y alma. Lo terrenal y lo divino y a veces hasta un toro bravo confluyen en cruces. La alegoría, el silencio y la búsqueda de lo espiritual con fundamento en su catolicismo impregna toda su obra con una poesía poco común en los pintores. Su amor por la dicotomía lo llevó a disfrutar sus últimos dieciséis años de un Madrid, donde finalmente descansó para siempre. Luis Peraza Parga. San Diego (California)
abc.es
hace alrededor de 9 horas
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