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Cómo evadirse de Sevilla a mediodía

Yo recuerdo unos mediodías de verano infinitos. La televisión emitía (los canales eran solo dos) unas películas que me parecían interminables, eran del oeste o de los niños prodigio de la España de antes; había algún ventilador esquivo en el salón y los padres dormían la siesta con la prescripción explícita de que los críos de la casa debíamos quedarnos tranquilos y no armar jaleo. Y no sé qué ocurría, pero se abría un agujero en el decurso del tiempo, porque cada día, en ese momento de sol arriba, persiana casi abajo y tedio, yo que era niña podía tragarme media película o la peli entera, podía aburrirme y dejar de aburrirme con algún juguete, me daba lugar a cerrar... Ver Más

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