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En Torre Pacheco han liberado al kraken

En Torre Pacheco han liberado al kraken
La propaganda ultraderechista se hace toda bajo el sofisma de que, si hay inmigrantes delincuentes, la delincuencia es inherente a toda inmigración. Es un dogma para tontos, sí, pero es que de tontos vamos sobradosLa ultraderecha convierte Torre Pacheco en una olla a presión y desata una “caza del inmigrante” por las calles Hace menos de un siglo que el campo de Cartagena era lo que debía ser. Una comarca del sureste peninsular pegada al mediterráneo; una región de secanos, de pesca; una tierra que sinergizaba con sus vecinas mineras u hortofrutícolas. En Murcia, o mejor dicho, en la Región de Murcia, hay una tradición algo peligrosa a buscar en la inmigración y en el agua la mayor de las motivaciones políticas. La Fundación Ingenio ha comprado sistemáticamente a medios, políticos, empresas y organizaciones de todo tipo para hacer del negocio de unos pocos la prioridad de todos; de convertir las terribles consecuencias de su actividad en una desafortunada tragedia provocada por cualquier otro. A Murcia la está matando el agua. Hay lugares a los que el progreso les sienta como a un cristo dos pistolas, y no por razones de convicción o por motivos de resistencia arbitraria a la modernidad, sino porque no llegan a encontrar su sitio en el mundo nuevo que se abre paso sobre ellos. Con la Región de Murcia ha ocurrido que este precio, el de globalizarse, se pagaba con la identidad que históricamente te confiere el trabajo. Pasamos de cultivar y envasar, de extraer y transformar, de exportar, a servir. La agricultura se convirtió en un sistema de exportación en crudo que casi no necesitaba de una industria conservera; necesitó de una infraestructura logística (que convenientemente hizo aparecer masivamente la droga en toda la Región a partir de los años setenta) y una oleada masiva, inmensa, de inmigrantes, regulares o irregulares, para recoger unos cultivos que pasaron de ser mecanizados y de secano a un regadío extensivo que puede llegar a producir hasta diez cosechas al año de lechuga. Aquí está el caldo de cultivo y el porqué esta Región pasó de ser un bastión socialista, un rincón histórico para la izquierda española y levantina, al Kansas de norias árabes que conocemos hoy. El otro día se dio el desgraciado incidente de que unos chavales diesen una paliza a un señor en Torre Pacheco; hecho absolutamente deshonroso y que debería ser condenado con la mayor de las durezas, pero no puede servir para justificar la intimidación, los pogromos y la sublimación del odio que llevan sembrando en esa tierra durante años. La propaganda ultraderechista se hace toda bajo el sofisma de que, si hay inmigrantes delincuentes, la delincuencia es inherente a toda inmigración. Es un dogma para tontos, sí, pero es que de tontos vamos sobrados. La alcaldía de Torre Pacheco, ocupada por Pedro Ángel Roca, optó por gobernar en solitario y no depender de Vox y José Francisco Garré, portavoz de aquella recua de fascistas, le repitió hasta en cuatro ocasiones que “en estas circunstancias, lo vas a pasar mal”. Ha cumplido su advertencia. Por Telegram, personas, por decir algo, ofrecían su coche y “sus armas” para ir a agredir a inmigrantes en el municipio, que en principio debían estar a salvo bajo un gobierno del Partido Popular independiente de Vox. Por algo Roca debió decidir gobernar en solitario. El gorila meningítico de Desokupa ha hecho también un llamamiento para ir a Torre Pacheco a liarla esta semana y vete a saber cuántos más pirados y rednecks ibéricos están deseando emular su propia noche de los cristales rotos. Hoy he escrito a un colega de la universidad que trabaja como jefe de gabinete del propio Roca. No como periodista, no como amigo; en realidad, solo le he escrito para decirle que todo esto es culpa suya. Y es culpa suya porque lo sabían. Sabían que cederle el lenguaje a la extrema derecha era abrirle la puerta al fuego. Sabían que cuando se dice “efecto llamada”, lo que se está pidiendo es alambrada. Que cuando se criminaliza a un niño por nacer en otra parte, se está invitando a que alguien lo persiga por la calle con una barra de hierro. Sabían que el racismo no empieza en los márgenes: se cocina en los despachos, se normaliza en tertulias de televisión, se digiere con titulares suaves. Pero cuando estalla, ya no hay cómo volver a meter el monstruo en la jaula.
eldiario
hace alrededor de 15 horas
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