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Pantallocracia

Hay un gesto, mitad tic nervioso, mitad superstición contemporánea, que se repite a diario millones de veces en todos los rincones del mundo: meter la mano en el bolsillo, tantear el rectángulo caliente, y respirar aliviado. El teléfono está ahí. Como si su ausencia fuese la de un pulmón, o peor, la de uno mismo. No crean que esto es un problema de adolescentes acomplejados pegados a Tiktok, atrapados en un bucle de vídeos absurdos que prometen felicidad instantánea. Es también el ejecutivo que revisa correos a medianoche, la madre que se pierde el primer paso de su hijo por responder un mensaje, o el anciano que, desorientado, intenta entender por qué su nieto prefiere un 'like' a una conversación.... Ver Más

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