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El mundo está clamando por una oposición a Netanyahu. Hay rayos de esperanza

El mundo está clamando por una oposición a Netanyahu. Hay rayos de esperanza
Por años Netanyahu ha dividido a sus oponentes, pero nuevos líderes están empezando a organizarse. Y en los últimos días, los israelíes "anti-Bibi" han descubierto un nuevo y sorprendente amigo: Donald Trump, que ignoró al primer ministro israelí en su arrolladora campaña diplomática en Oriente Próximo En su exitosa búsqueda para convertirse en el primer ministro con más años en el cargo en Israel, Benjamin Netanyahu ha aprovechado su baza más valiosa: la ineficaz oposición del país. Ha estado enfrentando a sus oponentes entre sí, manteniéndose a flote mientras ellos quedan impotentes e irrelevantes. Netanyahu ha sobrevivido a múltiples casos de corrupción, a un juicio penal en curso y a unas elecciones recurrentes. Incluso después de que Hamás invadiera Israel por sorpresa, el 7 de octubre de 2023, dando lugar a la guerra más larga, mortífera y ruinosa de la historia del conflicto árabe-israelí, la oposición no consiguió plantear una amenaza política a Netanyahu. Esta semana, Israel prosigue su ofensiva ampliada en toda Gaza junto con una campaña de bombardeos mortíferos. En lugar de asumir la responsabilidad de esta tragedia sin parangón y ser expulsado de su cargo con deshonra, el primer ministro no ha hecho sino aumentar su poder, ampliando su coalición de gobierno, encogiéndose de hombros ante cualquier responsabilidad por el desastre y despidiendo a los jefes militares y de los servicios de inteligencia. La oposición política israelí sufre una contradicción inherente. Mientras que la base de poder de Netanyahu se ha unido en torno a una ideología común que privilegia los derechos de los judíos y el establecimiento de un Gran Israel, el otro lado del pasillo está dividido entre aspiraciones diferentes e incluso rivales. Hay opositores de derechas que apoyan las políticas nacionalistas de Netanyahu pero detestan su liderazgo. Hay izquierdistas centristas y sionistas que sueñan con un país liberal, laico y occidentalizado. Y están los representantes de la minoría árabe de Israel, que reclaman la igualdad de ciudadanía. Durante las elecciones de 2021, los oponentes de Netanyahu de la derecha, el centro y la izquierda sionistas unieron sus fuerzas y añadieron un partido árabe a la mezcla, y consiguieron formar un gobierno de “coalición del cambio” bajo el liderazgo de Naftali Bennett y Yair Lapid. Por desgracia, su logro fue efímero. Para ocultar sus diferencias ideológicas, los socios del gobierno del cambio acordaron evitar abordar las divisiones más profundas del país: la cuestión palestina y el papel de la religión en la vida pública. Pero pasar por alto los problemas nacionales más graves fue una solución temporal y el gobierno se hundió, lo que condujo a unas elecciones anticipadas al año siguiente. En lugar de cerrar filas durante esta campaña, los oponentes de Netanyahu se distanciaron aun más, mientras él se esforzaba por ordeñar todos los votos posibles de la derecha. El resultado inevitable fue una victoria aplastante del bloque de Netanyahu, compuesto por su partido, el Likud, y sus socios de extrema derecha y ultraortodoxos. De vuelta al poder, Netanyahu no tardó en dar el golpe, impulsando cambios para debilitar el poder judicial y los órganos del Estado con el fin de obtener más poder. Cuando estalló la guerra, Netanyahu se sintió inicialmente conmocionado, pero nunca perdió su temple político. Dividió al principal partido político de la oposición mediante nombramientos ministeriales y de gabinete para sus rivales, y amplió la mayoría de su coalición. Su política de guerra ha sido extremadamente popular entre la mayoría judía de Israel. Los llamamientos a la inanición, la aniquilación y la expulsión de los palestinos de Gaza han pasado a formar parte de la corriente dominante. Ha habido discrepancias sobre la difícil situación de los rehenes israelíes retenidos por Hamás, a los que Netanyahu se niega a canjear a cambio de detener la guerra y retirar a las FDI de Gaza. Las familias de los rehenes y los rehenes liberados han ocupado el centro del escenario, más que el líder formal de la oposición. La población árabe apoyaba un alto el fuego inmediato, pero fue silenciada por la represión de su libertad de expresión. Más recientemente, cuando Netanyahu ha propuesto dejar entrar ayuda en Gaza, su ministro derechista de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, ha afirmado que sería un “grave error” por parte de Netanyahu. También hay cada vez más voces en contra de ampliar la guerra y la ocupación total de Gaza, pero Netanyahu está más atento a las críticas dentro de su base. La devastada oposición y sus partidarios se aferran a dos rayos de esperanza: la ruptura de la coalición y un liderazgo alternativo. La coalición está dividida por la exención de la comunidad ultraortodoxa del servicio militar obligatorio. El ejército necesita reclutas para llenar sus filas en una guerra interminable, y los religiosos sionistas –un grupo demográfico dominante en las fuerzas combatientes– odian la evidente injusticia. Netanyahu ha logrado convencer a ambos bandos religiosos de que si la coalición implosiona bajo la presión de este argumento, perderían el poder. La otra esperanza es un nuevo liderazgo. La estrella emergente de la oposición es el ex primer ministro Bennett, un derechista que atrae a los votantes decepcionados de Netanyahu. Sintiendo el giro público a la derecha, y tratando de superar su anterior punto débil, anunció que su futura coalición no incluiría un partido árabe. Desde el otro extremo, Yair Golan, líder del partido Demócratas, antiguo general de las FDI y héroe del 7 de octubre, ha unido a la izquierda sionista. Ha hecho un llamamiento para detener la guerra, ha anunciado su apoyo a una solución de dos Estados (aunque “no ahora”) y su disposición a asociarse con un partido árabe. A pesar de su creciente popularidad, tanto Bennett como Golan deben ganarse la aceptación y el apoyo de otros partidos y líderes de la oposición. Y lo que es aun más importante, deben presentar una visión convincente de la posguerra para Israel. Una visión que sanee las fracturas sociales, reconstruya las devastadas comunidades fronterizas, refuerce los derechos civiles y las instituciones estatales y reanude el proceso de paz. Una plataforma política esperanzadora como ésta habría sido hasta hace poco imposible en un Israel asolado por la guerra, donde los medios de comunicación siguen repitiendo los horrores del 7 de octubre. Pero en los últimos días, los israelíes “anti-Bibi” han descubierto un nuevo y sorprendente amigo: Donald Trump. El presidente estadounidense apareció de repente como un pacificador y negociador regional, que ignoró al primer ministro israelí en su arrolladora campaña diplomática, en la que enviados estadounidenses están negociando directamente con los principales enemigos de Israel en Irán, Yemen y Hamás. La supuesta afinidad ideológica y personal de Netanyahu con Trump era una carta fuerte a nivel interno, ya que la mayoría de los israelíes valoran el apoyo estadounidense por encima de todo. Pero ahora, obligado por sus socios de extrema derecha a intensificar la guerra, la política de Netanyahu es un obstáculo para la Pax Trumpiana en Oriente Próximo. ¿Dará la frialdad del presidente a su antiguo apoderado un nuevo impulso a los “antibibistas” de Israel?
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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