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La revolución reaccionaria de los ultras: minuto y resultado

La revolución reaccionaria de los ultras: minuto y resultado
El poder del odio, el miedo y la nostalgia en la batalla cultural es enorme. Se combate con sus antagonistas: amor, confianza y futuro Se abren las urnas y contienen el latido los corazones que palpitan con la política (el mío, por ejemplo, que no sale de una relación tóxica de amor-odio). Es bueno prestar atención a los resultados electorales del domingo pasado en Rumanía, Portugal y Polonia. Sin querer, estamos levantando una opinión pública europea. No está coordinada, no hay organismos ni burocracia que la organicen. No hay medios de comunicación transnacionales, porque la diversidad lingüística lo dificulta. Con todo, ahí estamos: porque nos la jugamos en todas partes a la vez.  ¿Y qué conclusión extraemos de los resultados del domingo? ¿Podemos relajarnos con la ultraderecha? En Rumanía la cosa está bastante clara. El candidato independiente Nicusor Dan, actual alcalde de Bucarest, se impuso en segunda vuelta con un 53% de los votos, frente al 46% del ultraderechista George Simion. Victoria limpia y contundente. Simion había activado el manual trumpista y el prorruso (si es que son cosas distintas). El tridente ultra de odio al adversario, miedo al diferente y privilegios de los varones blancos no caló. La retroutopía, por decirlo con Zygmunt Bauman, ha fracasado. Buenas noticias. Por cierto, la comunidad exterior ha votado mucho, y en España tiene una presencia relevante. Amemos un poco más a nuestra vecina rumana. En Polonia la cosa cambia. El centroderechista y europeísta Rafał Trzaskowski, respaldado por el gobierno liberal de Donald Tusk, logró apenas dos puntos de ventaja sobre Karol Nawrocki, el candidato nacionalista y ultraconservador de Ley y Justicia (PiS). Ninguno superó el 50%, por lo que todo se jugará (nos lo jugaremos) en la segunda vuelta el 1 de junio. También Nawrocki es fan de Trump y sigue su manual nacionalista y antieuropeo. Como Polonia ya lleva una década de deriva autoritaria, la caída sería doblemente trágica. Poco relax por allí.  En tercer lugar, ay, Portugal. Aquí se nos acelera el corazón, porque late pegado al español, porque somos también del sur, porque surfeamos juntos la tercera ola de democratización, y resistimos más tiempo el renovado auge de la ultraderecha. Ojo, en Portugal la ultraderecha ha logrado un impresionante 23% de los votos, empatada con el Partido Socialista. Los conservadores de Luís Montenegro han ganado las elecciones asegurando que no pactarán con la ultraderecha (en esto molaría también ir de la mano).  El balance es agridulce y ofrece un puñado de lecciones: –Observación general: no hay razones para relajarse.  –Lección portuguesa: los votantes constituyen el primer puesto defensivo, el escudo frontal. El segundo corresponde a las elites de los partidos conservadores. Es un debate que no pueden eludir (tampoco en julio en Madrid).   –Lección rumana: los migrantes que los ultras quieren que odiemos pueden articular un antídoto contra la ultraderecha.  –Lección polaca: cuando la ultraderecha se asienta, la pugna electoral a dos se da entre derecha y ultraderecha. –Lección global: ante la división social, se juzga a los candidatos cada vez más por su parecido con Trump. O un candidato se parece a él o lo combate: así ha sucedido en Polonia y en Rumanía. En Canadá y Australia, ambos de enorme cercanía cultural con EEUU (también geográfica en el caso de Canadá) la proximidad del monstruo hizo que esto se entendiera muy rápido. Por eso los conservadores perdieron. Las medias tintas y los bandazos no van a funcionar. –Conclusión terrorífica: los ultras avanzan donde el hartazgo con la política crece, y la corrupción contribuye a ello. Si la gente piensa que la democracia sólo mejora las condiciones de vida de las oligarquías partidistas, deja de creer en ella. La salida sólo puede hallarse en más democracia, más igualdad, más transparencia. El poder del odio, el miedo y la nostalgia en la batalla cultural es enorme. Se combate con sus antagonistas: amor, confianza y futuro.  –Segunda conclusión terrorífica: La retroutopía del nacionalismo ultra no es una revolución, sino una reacción, aunque EEUU esté tomando decisiones de dimensión revolucionaria. Mejor no esperar a ver qué gran país europeo cae primero por ese precipicio de la revolución reaccionaria. 
eldiario
hace alrededor de 9 horas
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